La flexibilización del control del mal de las vacas locas

El descenso progresivo de casos de EEB en la Unión Europea ha propiciado que se flexibilicen algunas de las medidas impuestas desde el inicio de la crisis
Por José Juan Rodríguez Jerez 25 de octubre de 2005

En los últimos cuatro años, el número de animales afectados por encefalopatía espongiforme bovina (EEB), o mal de las «vacas locas», ha presentado una significativa reducción en el conjunto de la Unión Europea. El descenso, de un 35% desde 2002, está llevando a plantear modificaciones en algunos de los criterios de control instaurados por las autoridades europeas desde el inicio de la crisis. La revisión tiene como objetivo adaptar los niveles de control al riesgo real.

La información actualmente disponible acerca de la evolución del mal de las vacas locas en el contexto de la Unión Europea permite concluir que la enfermedad se encuentra claramente «en fase de control». De acuerdo con los datos disponibles, el mayor número de casos positivos detectados corresponde a los años 1994 y 1995, tiempo en el que todavía era habitual el consumo de piensos contaminados. A partir de esa fecha, y gracias a la adopción de medidas de control, como la prohibición del uso de harinas animales para alimentación animal o la posterior eliminación de materiales de riesgo de los canales de consumo, la cifra empezó a descender.

En cualquier caso, la efectividad de estas medidas (la prohibición de harinas cárnicas se empezó a aplicar en 2001), deberá evaluarse en el futuro, ya que el periodo medio de incubación de la EEB oscila entre los seis y los ocho años. Lo que sí ha quedado demostrado hasta ahora es que se ha producido un cambio en la edad de los animales que dan positivo en los controles. Si bien entre 2001 y 2004 la edad media de casos positivos en animales sanos sacrificados iba de los 76,2 meses a los 95 meses, a partir de 2004 la media se ha situado en 79,9 meses. Esto indica que la contaminación se produjo durante un periodo muy concreto del pasado, mucho antes de la entrada en vigor de las medidas impuestas en el ámbito comunitario.

Todos estos cambios han motivado que la UE empiece a valorar cambios en alguna de las medidas restrictivas impuestas en el pasado. De lo que se trata es de elaborar algo así como una hoja de ruta que permita flexibilizar la adopción de acciones de control a la realidad, de modo que se preserve la seguridad alimentaria. En cualquier caso, deberá primar que no exista riesgo de transmisión de los agentes causales de la EEB del ganado afectado a humanos.

Materiales especificados de riesgo

Las nuevas medidas comunitarias podrían autorizar la venta de productos ahora prohibidos o la revisión de la composición de los piensos

Un análisis de la evolución de la enfermedad en los animales y de su prevalencia en las personas permite concluir que la principal medida de protección para los consumidores es la retirada y el control de los materiales especificados de riesgos (MER). La lista inicial de estos materiales se estableció a partir de los conocimientos científicos anteriores a 1995 y ateniéndose al principio de precaución.

La situación general ha mejorado desde entonces, ya que ahora se dispone de nuevos datos científicos. En un primer lugar, parece que la columna vertebral será un MER para animales con más de 21 meses, lo que permitirá, en algunos casos, autorizar la comercialización de algunos de los chuletones tradicionales.

Además, es posible que se revise la postura actual sobre el sebo, el colágeno y la gelatina. Esta modificación podría conllevar la modificación de las normas de transformación de estos productos, flexibilizándolas con respecto a los requisitos actuales.

Alimentación animal

En julio de 1994 se introdujo la prohibición de alimentar al ganado bovino, ovino y caprino con harina de carne y huesos procedente de mamíferos. Esta prohibición parcial se amplió a la suspensión total el 1 de enero de 2001 en toda la Unión Europea, medida que afectaba al uso de proteínas animales transformadas en piensos para animales destinados al consumo humano, con algunas excepciones, como la utilización de harinas de pescado para los no rumiantes. En este ámbito se aplicó un grado de tolerancia cero.

Actualmente, el principal sistema de control para detectar la presencia de estas sustancias se basa en un análisis microscópico del pienso. Según unos análisis realizados en Alemania, se ha detectado también la presencia de huesos en la pulpa de remolacha (hasta un 10%), algo que incluso puede llegar a detectarse en plantaciones controladas. El origen más probable de esta presencia son los fragmentos óseos de animales salvajes en el suelo, fragmentos que se adhieren a la remolacha y que acaban en la pulpa con la que se alimenta a los rumiantes.

Ahora se está estudiando la posibilidad de admitir cierta tolerancia de fragmentos óseos en la pulpa de remolacha y otros alimentos destinados a los animales, derivada de esta contaminación medioambiental. Esta permisividad sólo será efectiva si antes una evaluación del riesgo demuestra que no se ha producido una contaminación cruzada ni se ha incorporado de forma fraudulenta.

Además de esta situación, es posible realizar un tratamiento eficaz a los restos animales a una temperatura de 133°C y a una presión de 3 bares durante 20 minutos, lo que podría facilitar una cierta tolerancia sin poner en peligro las actuales medidas de erradicación.

PROGRAMAS DE VIGILANCIA

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Hasta mediados de 2000, la mayoría de los casos de EEB se detectaron mediante vigilancia pasiva, es decir, mediante la notificación y el examen posterior de los animales con signos clínicos de la enfermedad. Sin embargo, la detección de EEB en bovinos sanos sacrificados durante el mismo año obligó a extremar el control, y se pasó a una vigilancia activa. Posteriormente se demostró que los ovinos y caprinos también podían infectarse, lo que implicó una ampliación del control a todos los rumiantes, no sólo de los bovinos.

La vigilancia activa se concreta en la realización de pruebas a todos los animales de riesgo de más de 24 meses. Este control se aplica al ganado muerto, a animales sacrificados en casos de urgencia y a animales con signos clínicos de la enfermedad antes de su sacrificio en matadero. En el caso de los ovinos y los caprinos, se han programado un total de 10.000 análisis por especie en toda la UE en animales de más de 18 meses.

Otro de los puntos que se incluyen en la vigilancia activa es la realización de pruebas a los bovinos sanos sacrificados de más de 30 meses de edad. En los países con casos de EET, este sistema de vigilancia pretende comprobar la eficacia de las medidas de control, como la prohibición del uso de harinas animales y la eliminación de los MER.

En países sin casos recientes de EEB, el objetivo de la vigilancia activa es demostrar que la enfermedad se mantiene por debajo de los límites establecidos. Se ha demostrado que, aunque no se trata de una medida de protección de la salud pública, sí ha contribuido a aumentar la confianza de los consumidores y ha jugado un papel determinante en la estrategia de comunicación de algunos Estados miembros.

Bibliografía
  • Anónimo. 2005. Hoja de ruta para las EET. COM 322 Final.
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