Entrevista

Alberto López Herrero, Misiones Salesianas

Hasta que el ébola no llegó a Europa y a América, nadie hizo caso del llamamiento desesperado y todavía hoy se sufre esa reacción tardía
Por Azucena García 3 de julio de 2015
Img alberto joseph hd
Imagen: CONSUMER EROSKI

Escuchar a Alberto López Herrero hablar de su viaje a Sierra Leona es una de esas experiencias que pone los vellos de punta y hace cuestionar todo lo que nos rodea. ¿Somos conscientes de lo que sucede más allá de nuestras fronteras? Hace apenas tres meses tuvo la fortuna de viajar a Sierra Leona para comprobar de primera mano la labor que Misiones Salesianas, la organización en la que trabaja en el departamento de Comunicación, lleva a cabo en el país con personas afectadas por el ébola. No oculta que el destino le impuso respeto, pero tras su regreso, sabe que nunca volverá a ser el mismo. Alberto no puede olvidar los ojos de Ibrahim, las sonrisas de Joseph ni las manos de tantos y tantos niños que, al despedirle, le pedían que les recordara. La siguiente entrevista recoge todas estas emociones; es un cuadro de bitácora repleto de momentos extremos que no pueden quedar en el olvido. “El ébola ya no ‘existe’ en nuestro mundo. Tenemos una memoria muy frágil para las desgracias ajenas. Es como si, de repente, se hubiese curado o, lo que es peor, nunca hubiese existido. (…) La ayuda para empezar de cero depende totalmente del exterior, pero interesan más sus diamantes que su población”, lamenta Alberto.

En abril tuvo la oportunidad de viajar a Sierra Leona para comprobar el trabajo de los misioneros salesianos con la población más desfavorecida y las consecuencias del ébola. ¿Cómo describiría ese viaje?

Me resulta muy difícil sintetizar todo el enriquecimiento que se recibe de quienes más sufren en una situación tan dura y dolorosa como la causada por el ébola, pero me quedo con que el ser humano es bueno y generoso por naturaleza. Me quedo con la esperanza. En cada momento he vivido la importancia de las cosas sencillas por parte de la población y de los misioneros: sonreír, saludar, compartir, agradecer… No es difícil ser ni sentirse feliz allí a pesar de todo. ¿Por qué no todos ni siempre lo ponemos en práctica?

Menciona la importancia de las cosas sencillas. ¿Qué significa en Sierra Leona un gesto tan habitual como lavarse las manos y qué implica no poder hacerlo?

Lavarse las manos con clorín es tener una posibilidad de no sufrir el contagio del ébola y no poder hacerlo significa estar demasiado expuesto ante un enemigo invisible y a la vez altamente letal. Por fortuna, la población está ya muy concienciada sobre las formas de contagio y los síntomas, pero hasta que el ébola no llegó a Europa y a América, nadie hizo caso del llamamiento desesperado de la gente que se moría sin saber qué hacer. Esa reacción tan tardía y esa ayuda tan insuficiente la continúan sufriendo hoy, cuando se puede decir que todos son afectados del ébola, aunque no hayan sido infectados por el virus.

Tuvo la oportunidad de compartir tiempo con niños huérfanos a consecuencia del ébola. ¿Qué es lo que más le sorprendió de estos pequeños?

Tuve la fortuna de conocer los proyectos de Misiones Salesianas en esta emergencia, que en poco tiempo pasó de ser sanitaria a humanitaria, y el trabajo de los misioneros salesianos con los menores que han perdido a sus padres y que, en algunos casos, también han superado el ébola. El Gobierno de Sierra Leona pidió a los Salesianos hace un año que se hicieran cargo de estos niños por la experiencia y el reconocimiento social que tiene su labor con los menores más vulnerables en el país y aceptaron. Al suspenderse las clases, adaptaron una escuela y casi 200 niños y niñas han pasado por este centro de atención a menores afectados por el ébola. Son pequeños que provienen de familias sencillas y a quienes la epidemia, de golpe, les dejó sin padres y sin hermanos. Saben que serán huérfanos para toda la vida y están aprendiendo a vivir con ello y superando el trauma de ver cómo una ambulancia se llevaba a sus padres y nos les volvían a ver.

“Algunos niños están superando el trauma de ver cómo una ambulancia se llevaba a sus padres y nos les volvían a ver”

Los misioneros salesianos hablan de afectados, no de huérfanos, como un primer paso para que no sientan el estigma social de haber padecido o estado cerca del ébola. Son menores alegres, que agradecen el cariño y la oportunidad que les brinda el futuro gracias a la educación y que quieren en el futuro ayudar a otras personas como lo están haciendo ahora con ellos. Es un proceso largo, porque están en el centro alrededor de nueve meses, pero muy fructífero, ya que los pequeños se reintegran con sus familias extendidas (tíos, abuelos…) y, lo más importante, continúan con sus estudios.

El caso de Ibrahim le sobrecogió. Hábleme de él.

Ibrahim tiene 4 años. Es el menor de los niños y niñas que viven en el centro de acogida para afectados por el ébola de los Salesianos. Sus padres murieron por el virus y vivía en una aldea muy apartada con un tío cuando le llevaron a un hospital porque creían que estaba contagiado. Para desinfectarle le rociaron con clorín, con tan mala suerte que al darle en la cara quedó ciego de un ojo y perdió vista en el otro. Como nadie le iba a visitar al hospital, el Gobierno puso un anuncio en el periódico y, al verle, los misioneros salesianos decidieron hacerse cargo de él. Ahora, gracias a un salesiano alemán, viajará a Frankfurt para ser operado de la vista. Un grupo de médicos se desplazó a Sierra Leona hace unos meses y el diagnóstico fue que podría recuperar la visión en ambos ojos. Ya tiene todos los permisos y el pasaporte para viajar a Alemania próximamente y permanecerá allí durante un año.

También tuvo la ocasión de pasar tiempo con niños de la calle. ¿Cómo han llegado a esta situación? ¿Quién les protege?

Los menores de la calle es una realidad muy extendida en un país donde el 80% de la población tiene menos de 30 años. Las familias tan grandes, la necesidad de conseguir comida cada día y la cantidad de niños sin escolarizar llevan a esta situación. Muchas veces se van de casa porque allí no tienen para comer, otras veces por una discusión o porque son repudiados por algún familiar. En la calle se buscan la vida con pequeños trabajos y duermen en grupos, amparados por un adolescente que ejerce de líder, donde pueden o les dejan a cambio de cuidar puestos en los mercados o talleres.

Los misioneros salesianos salen desde hace años por la capital, con un autobús que los menores ya identifican. Les dan comida y prestan atención médica. Acompañados de voluntarios, trabajadores sociales y un médico, recorren de madrugada la capital para escuchar sus inquietudes e invitarles a cambiar de vida en Don Bosco Fambul, un centro de los Salesianos cuya única condición para ingresar es estar convencido de querer volver a casa. Allí, durante nueve meses, se preparan para volver a sus casas, a la vez que adquieren hábitos saludables, aprenden a convivir sin la violencia de la calle, tienen aseguradas tres comidas al día, dos baños, atención sanitaria, ocio… Vuelven a estudiar y, una vez que regresan con sus familias, se mantiene el proceso de acompañamiento durante tres años para confirmar que no hay problemas de convivencia y que continúan con sus estudios.

El ébola ha interrumpido las clases de muchos niños en Sierra Leona. ¿Cómo les ayuda Misiones Salesianas para que accedan a la educación?

“Han aumentado los niños y niñas en las calles, los abusos sexuales, el número de adolescentes embarazadas y el tráfico de menores”

Las clases han estado suspendidas durante nueve meses. Sierra Leona es el país más afectado por la epidemia y también ha sido el último en reanudar las clases, tras Guinea y Liberia. Dos millones de pequeños han estado vagando por las calles, sin oportunidades para seguir aprendiendo y sin posibilidades de ocio alternativo, lo que ha fomentado el incremento de menores en las calles, los abusos sexuales, el número de adolescentes embarazadas y el tráfico de niños.

Los misioneros salesianos han intentado dar respuesta a cada una de estas realidades y, a través de Misiones Salesianas, se han mantenido proyectos de educación no reglada en algunos centros, programas de alimentación de emergencia en algunas escuelas tres veces al día, aunque no hubiera clases para los menores más necesitados, y ayuda y acogida a los niños de la calle. Además, en los últimos meses, se ha comenzado un programa de atención a las menores embarazadas, ya que el Gobierno prohíbe que se examinen con sus compañeros de clase por considerarlas un mal ejemplo. Lo que han conseguido los misioneros salesianos es que vayan a clase al mismo centro y con los mismos profesores, pero a horas distintas a las del resto de alumnos, a la vez que reciben atención médica y psicológica para que continúen con los estudios y que el embarazo llegue a buen término.

Acaba de mencionar los embarazos adolescentes. Sé que es muy duro, pero hábleme de las niñas que son víctimas de abusos sexuales, venta o matrimonios pactados.

Las niñas sufren la desigualdad desde pequeñas. Los padres no las envían al colegio porque tienen que ayudar a sus madres en el trabajo de casa y en el campo. Desde muy pequeñas cargan en sus cabezas las garrafas de agua y andar largas distancias solas las convierte en blanco fácil para los abusos sexuales. Misiones Salesianas tiene varios proyectos para acogerlas, para que sigan estudiando, aumentar su autoestima e incluso para ayudarlas a empezar su propio negocio. Los abusos sexuales muchas veces vienen de su propio entorno familiar y no son denunciados porque se saldan con un acuerdo económico o intercambio de dinero, comida o animales. Los misioneros salesianos no solo las protegen de sus agresores, sino que siguen sus causas judiciales y ayudan a estas menores a superar el trauma y a que continúen estudiando. En sus rostros se adivinan el sufrimiento, el dolor y la desconfianza que llevan encima.

Otra realidad incomprensible es la de los menores que están en la cárcel en celdas con los mayores. ¿Cómo llegaron allí y cómo salen?

“Hay menores encarcelados que duermen de cuclillas, les roban la comida y sufren todo tipo de abusos”

Desde que se detectaron los primeros casos de ébola, no se admiten visitas en la cárcel de Pademba Road, en Freetown. Es un centro penitenciario construido para albergar a 300 presos, pero que en la actualidad tiene 1.300. Aparte de la masificación, no hay agua corriente y la corrupción funciona tanto dentro como fuera para recibir un mejor trato. Los misioneros salesianos, por su trabajo, tienen el reconocimiento de las autoridades y pueden acceder a la prisión. Tienen un programa de alimentación para los presos más débiles y solo falta la canalización para que lleven el agua a la cárcel. En la actualidad, son las únicas personas externas que pueden entrar.

Es impactante comprobar cómo, entre los adultos, hay menores con el único delito, por ejemplo, de dormir en la calle. Al ser chicos de la calle no tienen quien les defienda y su caso queda en el olvido. En la masificada celda tienen que dormir de cuclillas, les roban la comida y sufren todo tipo de abusos… Los misioneros se interesan por sus casos, les ayudan dentro de la cárcel e intentan conseguir su libertad porque los hay que enloquecen y solo piensan en el suicidio. Cuando logran la libertad para ellos, que a veces es simplemente el pago de una mínima cantidad de dinero, empieza el proceso de reeducación de estos menores para que pierdan su desconfianza, se vuelvan sociables y superen los traumas que han vivido. En definitiva, que recuperen su juventud y tengan oportunidades en el futuro.

Asegura que ha vivido y sufrido con los niños. Al escucharle, es fácil entender por qué. ¿Cree que nos llegan estas sensaciones cuando leemos las noticias acerca del ébola? ¿Recogen los medios la realidad de lo que está ocurriendo?

“De Sierra Leona, interesan más sus diamantes que su población”

Resulta triste decirlo, pero el ébola ya no “existe” en nuestro mundo. Tenemos una memoria muy frágil para las desgracias ajenas. Es como si, de repente, se hubiese curado o, lo que es peor, nunca hubiese existido. Cuando algo ya no nos afecta de manera directa, deja de interesar. Los medios de comunicación dejan con rapidez de hablar de las emergencias: pasó con Haití, con las hambrunas, con Filipinas, con el ébola y ahora también con Nepal… Sierra Leona es un Estado fallido y su situación es ahora aún peor que tras la guerra que vivió a finales del siglo pasado. Muchas organizaciones se marcharon al inicio de la epidemia y abandonaron a la población. La ayuda para empezar de cero depende por completo del exterior, pero interesan más sus diamantes que su población.

Hablando de realidades. Cuénteme la de las madres africanas. ¿Qué papel juegan?

Las mujeres en África son las líderes del cambio social que experimentan los países. Es un continente tan joven y con tanta riqueza en todos los sentidos, que las familias representan el motor de esa esperanza de desarrollo, de esa alegría y ansias de progreso que se perciben en todos los rincones. Las mujeres son las protagonistas del futuro de África porque son esposas, madres, trabajadoras, educadoras… Tienen una media de 10 hijos desde muy jóvenes, en la mayoría de los casos son responsables de la economía familiar, ya que labran la tierra, recorren grandes distancias para ir a los pozos a buscar agua y también son las responsables de la educación de los hijos en las aldeas donde no hay escuelas.

Por todo lo anterior, en Misiones Salesianas estamos convencidos de que la educación es importante para las futuras generaciones, pero también para las madres. Una mujer que conoce sus derechos los hará valer ante su comunidad y su voz será escuchada, será responsable con el número de niños que pueda tener y retrasará la edad de quedarse embarazada, adquirirá y enseñará hábitos alimenticios y de higiene saludables y velará para que sus hijos estudien y tengan más oportunidades en el futuro.

A menudo nos comparamos con quienes viven en África. Olvidamos que es un continente, no un país, lleno de contrastes y de gran riqueza. ¿Qué diría a quienes consideran que esta es la población “pobre”?

Viajar a otras realidades, a otros países, sirve inevitablemente para realizar comparaciones y es un error. Nuestras necesidades, nuestras comodidades y nuestro desarrollo son tan relativos y efímeros, que saltan por los aires cuando te empapas de la esencia de la vida. Hablando y compartiendo con personas muy sencillas en su forma de vivir en Sierra Leona te hacen comprender qué es la verdadera riqueza y la pobreza. Ellos se sorprenden de que vivas esclavo del reloj, te cuentan con orgullo que se consideran ricos por tener tantos hijos para labrar la tierra que tienen alrededor de la casa, por poder hablar todos los días con los vecinos, ver el amanecer, el atardecer y las estrellas desde la puerta de su casa. Viven el presente: les preocupa tener para comer hoy y ropa limpia para vestirse hoy y por eso disfrutan cada instante. En el fondo, llegas a la conclusión de que la pobreza es muy relativa y no solo tiene que ver con aspectos materiales. Yo me he sentido muy feliz con la felicidad de ellos, a pesar de su sufrimiento, de su dolor y de sus necesidades. Y he comprendido lo pobres que somos en demasiados aspectos en esta otra parte del mundo.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube