Los adolescentes pueden tomar parte en proyectos solidarios. Por ello, un grupo de jóvenes de Mairena del Aljarafe (Sevilla), Santa Sylvina (Argentina), Cuilapa (Guatemala), Currulao (Colombia), Oaxaca de Juárez (México), Tánger (Marruecos), Gaza y Cisjordania (Palestina) y Azad Kashmir (Pakistán) lo han hecho. “Burbujas de ilusión” es una iniciativa de paz que desde 2006 ha intentado “crear caminos de colaboración entre niños y niñas de diferentes países, culturas, religiones y lenguas para que, a través de este trabajo conjunto, llegasen a comprenderse y aceptarse”. Este fin le ha valido el primer premio en el V Certamen de Iniciativa Solidaria, impulsado por Jóvenes y Desarrollo. Se ha reconocido su contribución para fomentar la igualdad de las personas, promover el respeto y la aceptación. Los ganadores han obtenido como premio un viaje a República Dominicana para visitar un proyecto de cooperación y han recibido la felicitación de la Alianza de Civilizaciones de Naciones Unidas desde Nueva York.
La iniciativa ganadora es una apuesta por la interculturalidad desde la práctica, con más de cinco países como beneficiarios y que tiene como peculiaridad que nace desde la educación no formal, por parte de una asociación vecinal que, en general, se dedica a otros asuntos.
“Los jóvenes se entusiasman con facilidad, pero necesitan estímulos continuos”
La ventaja es que se entusiasman con facilidad y, cuando se les escucha y se cree en su potencial, responden de forma muy positiva. La desventaja es que necesitan estímulos continuos y, en ocasiones, la solidaridad tarda en dar frutos, por lo que muchos pierden el interés durante el camino.
Hay que implicarles desde el principio en el proyecto, hay que compartir con ellos informaciones variadas para que elijan, hagan su propio análisis y actúen en consecuencia.
Se trabaja bastante con los adolescentes, aunque es cierto que, en determinado tipo de voluntariado, es necesario ser mayor de edad para asegurar cierto nivel de madurez con la realidad a la que se van a enfrentar. Con respecto a las oportunidades, están abiertas a todos, aunque en nuestro caso, a menudo, trabajamos desde la educación formal. De ahí que la mayoría de las iniciativas nos lleguen a partir de nuestro trabajo en los centros.
“La familia es el primer nivel para vivir la solidaridad”
El lenguaje de los gestos es universal y, en lo básico, permite comunicarse, así como a través de dibujos. Pero para un mejor intercambio, hacía falta ir más allá y recurrir a traductores.
Tienen la mirada más limpia. Son un reflejo de los adultos y hay que tener mucho cuidado con las ideas que les transmitimos.
Tiene más posibilidades, pero el compromiso no tiene edad, tiene que ver con la información, la formación y la experiencia sobre la vida.
“La solidaridad no tiene edad, siempre hay tiempo para cambiar el rumbo”
Desde pequeños, cuanto antes se empiece, más interiorizado se tendrá. Pero insisto, la solidaridad no tiene edad, siempre hay tiempo para cambiar el rumbo y sumergirse en este interesante valor.
Todos son válidos, aunque la familia es el primer nivel para vivir la solidaridad.
Los padres están informados de todo y apoyan en la medida de sus posibilidades. De una u otra forma, todos pertenecen a la asociación vecinal impulsora del programa y al proyecto ganador.
“Tenemos que ponernos al mismo nivel que los jóvenes para compartir el mismo lenguaje”
Por supuesto, es una adaptación mutua. Ellos se adaptan a nuestra mirada y nosotros nos tenemos que adaptar a sus aficiones, tenemos que ponernos al mismo nivel para compartir el mismo lenguaje.
Han pasado de ser muy asistencialistas y homógeneos a tener un verdadero carácter solidario y ser diversos. Tienen más calidad y sus preocupaciones son medioambientales, sociales, culturales, etc.