Entrevista

«Se puede ayudar sin moverse de casa»

Mar Amate, directora de la Plataforma del Voluntariado en España
Por Mónica Timón 5 de diciembre de 2020
Mar Amate plataforma voluntariado
Imagen: Leocobo

Alrededor de 2,7 millones de personas hacen voluntariado en España. De ellas cerca del 50 % se dedica al voluntariado social y en su mayoría son mujeres, de entre 35 y 55 años y con un nivel socioeconómico medio-alto. Desde hace más de una década, Mar Amate está a los mandos de la Plataforma del Voluntariado en España (PVE), una red de 80 entidades que promueven la acción voluntaria. Entre sus miembros figuran organizaciones como la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Cáritas o Cruz Roja. Hablamos con ella sobre las necesidades de ayuda actuales y la situación del voluntariado en España. 

¿Cuántas personas voluntarias ha habido durante este año?

El coronavirus ha cambiado mucho las cifras. No porque haya menos voluntarios, sino porque muchas personas que habitualmente hacían este tipo de labores no han podido realizarlas por la edad, por ser de riesgo o porque las actividades que hacían se paralizaron. Por lo tanto, ha habido un reajuste y la cifra de personas en activo se ha situado en un millón y medio. Las acciones han sido, en su mayoría, de ámbito social, como ayudar en el Banco de Alimentos, acompañar de forma telefónica a mayores o llevarles la compra a casa. Además, la epidemia ha dejado a mucha gente en la calle y hubo personas voluntarias que ayudaron a encontrar alojamiento y espacios donde pudieran estar en esos momentos.

¿Es posible hacer voluntariado sin moverse de casa?

Sí, y esta situación lo ha demostrado. Una persona voluntaria puede ayudar tanto de forma presencial como online, con el acompañamiento telefónico a mayores, la ayuda a personas con adicción al juego, el apoyo escolar o realizando actividades de ocio a través de Internet.

¿Observan cierto hartazgo en la sociedad o, por el contrario, la solidaridad crece?

La solidaridad ha crecido. Mucha gente se ha sumado a hacer voluntariado, sobre todo a nivel comunitario y de barrios. Gracias a Internet, se pueden desarrollar voluntariados deslocalizados allá donde las organizaciones y las personas se movilizan. El gran reto que tenemos ahora es mantener esta ola de solidaridad.

Estas Navidades, ¿a qué acciones se está dando más prioridad?

Las prioridades de atención son aplastantes. Pero hay muchas actividades típicas de Navidad que van a ser difíciles de realizar. Se suelen hacer cenas grupales, acciones destinadas a personas en riesgo de pobreza o acompañamiento a personas solas que este año no serán posibles debido a las medidas establecidas por la covid-19. Por otro lado, la crisis alimentaria está unida a la económica y a la social: hay personas que o están en ERTE o han perdido el trabajo y están teniendo serios problemas con sus necesidades básicas. El reparto de alimentos o de cenas a los hogares más necesitados quizá sí que se puedan hacer.

Hay quien piensa que la solidaridad es un asunto institucional y que el individuo ya contribuye al pagar impuestos.

Como persona que forma parte de esa sociedad, tengo mis derechos y mis obligaciones, pero como ser humano tengo un compromiso con los demás. Cuando te acercas a las personas a través del voluntariado, te das cuenta de que hay muchas necesidades difíciles de paliar y de eliminar solo con dinero. Con los impuestos se puede construir un centro de día para mayores, pero quizá hay quienes no salen adelante si no hay una persona voluntaria que llama y se preocupa por ellas. Ocurre de forma similar con la violencia machista o con la atención a los jóvenes para evitar el fracaso escolar. Sin esta ayuda desinteresada, los recursos disponibles nunca van a llegar donde se necesitan.

¿De qué forma se puede inculcar la solidaridad en los niños?

Ese sentimiento de solidaridad y de proteger al otro es innato en el ser humano, según la ciencia. Pero también hay un componente de aprendizaje. En el caso de los niños, se puede obtener de la familia o aprender en el colegio. Tanto la formación en clase como la que proviene del ocio y tiempo libre son esenciales para asumir estos valores.

¿Y qué valores son esos?

Las personas voluntarias aseguran que reciben más de lo que dan, porque el voluntariado te permite conocer a una persona más allá de sus circunstancias, la diversidad de la sociedad y de quienes la forman, el respeto o la igualdad.

¿El voluntariado es cosa de jóvenes?

En contra de lo que a menudo se piensa, los jóvenes son bastante solidarios y están muy implicados. Hay muchas personas que a partir de los 14 años, de una u otra manera, ya participan en estas labores. Además, cada vez más, colegios y universidades facilitan el acceso de la gente joven a este tipo de programas. Aun así, sería bueno que esta implicación aumentara, porque con ello disminuye el riesgo de que los jóvenes puedan caer en problemas.

¿Qué aporta este tipo de experiencias al currículo profesional?

Con los valores del voluntariado también se adquiere otra serie de actitudes, como el trabajo en equipo, la capacidad liderazgo, la resolución de problemas o la mejora de la comunicación. Cada vez más empresas quieren tener en sus equipos a personas dinámicas, involucradas en el cuidado del mundo y en el respeto por las personas porque han descubierto el valor que esto aporta a su trabajo.

¿Cuál debería ser el papel de los gobiernos en el ámbito de la solidaridad?

Tenemos dos demandas principales. La primera es aumentar el carácter de interlocución para debatir cuáles son los problemas, cuáles son las causas y dónde debemos intervenir. Y la segunda tiene que ver con la financiación y la sostenibilidad económica. La pandemia ha demostrado que el tercer sector [organizaciones sin ánimo de lucro] es esencial, pero aún debe ir a la caza y captura de subvenciones cuando, en realidad, lo que hace es tapar los agujeros del sistema y hacer de malla de protección para evitar que muchas personas se vayan al hoyo.

¿Cómo ha evolucionado el voluntariado desde que se creó la plataforma, hace 34 años?

En esa época el voluntariado era mucho más social. Ahora, ha evolucionado a un estilo más maduro, participativo y moderno, en el que la gente quiere colaborar tanto en lo social como en lo cultural, medioambiental o deportivo. Ahora nos centramos en hacer un voluntariado más transformador de cara a la sociedad y en que haya más gente que pueda participar. Y, por otro lado, queremos mejorar nuestro trabajo interno y la forma de organizarnos para dar cada vez mejor servicio a las personas con las que trabajamos, a la vez que aumentamos la capacidad de interlocución con el Gobierno.

¿Qué retos enfrentará el voluntariado en los años de crisis que vengan?

Con la crisis económica, las necesidades se van a duplicar (o incluso, a triplicar) y los recursos van a mermar considerablemente. El voluntariado no es solo caridad o asistencia, es una cuestión de transformación social. Por desgracia, las crisis no dejan tiempo para eso y se optará por solucionar los problemas más urgentes. También enfrentaremos el reto de mantener a todas las personas que se han sumado de forma reciente, porque serán muy necesarias.

¿Cómo asesoran a las personas interesadas en hacer voluntariado?

Nuestra página web contiene mucha documentación y pequeñas guías para conocer qué perfiles de personas voluntarias son los que más se necesitan. También ofrecemos talleres de formación. Cuando estén listos para pasar a la acción, contamos con una herramienta digital para ayudarles a encontrar la oferta disponible que mejor encaja con ellos.

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