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El testimonio de cómo fue la Nakba
Como muchas otras historias, la de Rabina Hsein, una mujer mayor refugiada de Palestina, ha estado afectada por aquella huida rápida y aterradora, por los desplazamientos para sobrevivir y por unas condiciones de vida muy difíciles.
Ahora en su vejez y tras toda una vida desplazada, recuerda cómo ella y toda su familia fueron expulsados de su hogar en Cisjordania, así como la violencia que vio y que la marcó para siempre. “Tenía 12 años cuando salí del pueblo de Beit Yibril —cuenta—. Veíamos los aviones bombardeando alrededor del pueblo […]. Nos bombardeaban desde el cielo y el ejército nos invadía por tierra”.
Nunca ha podido olvidar el pánico que sintió aquellos días ni el dolor de las consecuencias de los terribles ataques. “Cuando nos echaron de nuestra tierra hubo gente que volvió por la noche para rescatar algo de sus propiedades. Dos chicos de nuestra familia volvieron para ver sus viñedos, donde guardaban sus enseres, pero les dispararon y los mataron”, rememora.
Tras huir, sin apenas haber podido llevar nada, la familia de Rabina se enfrentó a varios desplazamientos. “Primero fuimos a Hebrón, donde estuvimos seis meses. De Hebrón fuimos a Jericó y ahí permanecimos el invierno. Al llegar el verano, siendo una región calurosa, no pudimos aguantar y nos desplazamos a Alkhader. Desde Alkhader vinimos ya al campamento de Azza, en Belén, Cisjordania, y aquí nos quedamos en tiendas de campaña”, relata.

El sufrimiento que les provocaban las precarias condiciones en las que sobrevivieron ella y su familia aún lo tiene muy presente. Es imposible olvidarlo, a pesar del paso de tantos años. “Vivíamos en tiendas, y cuando llovía o nevaba, nuestra tienda volaba con el viento”, comenta.
El recuerdo del pueblo de origen
Pero hay algo que Rabina recuerda con especial pena: su pueblo. Explica que cuando pudo volver tenía ya 17 o 18 años. “El pueblo estaba en ruinas, solo quedaban unas cuatro o cinco casas en lo más alto de la montaña”, cuenta con pesar. Para ella, como para muchas otras personas refugiadas de Palestina, su pueblo sigue formando parte de su identidad, de su sentimiento como palestina.
“Me acuerdo de que había una higuera y una cadena entre nuestra casa y la de los Azzi. Había viñedos, donde iba con mi hermana. Había uvas, higos, granadas…”, describe de aquel lugar con el bonito recuerdo que mantiene de una niña a la que le arrebataron su futuro en él. “Si me llevaran al pueblo hoy, me acordaría de esos árboles y todo sobre la casa”, manifiesta.
Hoy en día y a pesar de su avanzada edad, mantiene muy vivo el recuerdo de su pueblo, de su lugar de origen, ese al que se siente unida y lo extraña mucho: “Echo de menos aquellos árboles que dejamos atrás”. A pesar de que han pasado décadas, las personas refugiadas de Palestina no pueden olvidar su pasado, su tierra. Y mucho menos pierden la esperanza de que algún día podrán regresar. “Seguimos con la esperanza de volver a nuestro país”, dice.
La ayuda humanitaria
Rabina también relata cómo, en mitad del caos, la pobreza y de la incertidumbre tras el éxodo, las familias pudieron contar con una ayuda esencial que les hizo seguir adelante: “Al llegar al campamento, UNRWA nos traía desde América cestas de ayuda con harina, mantequilla, azúcar, lentejas y arroz”.
Para las 700.000 personas que se vieron obligadas a huir de su hogar en 1948, el apoyo de UNRWA, que se creó tan solo un año después para dar respuesta a sus necesidades, fue un salvavidas. “Hubo muchos que no tenían ni para comprar el pan. Menos mal que UNRWA se encargó de alimentarles”, asegura Rabina. Los equipos de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Próximo también les brindaron servicios esenciales como atención sanitaria o educación.
En la actualidad, UNRWA mantiene su compromiso de cumplir con el mandato que se le otorgó: asistir a las personas refugiadas de Palestina en Gaza, Cisjordania, Siria, Líbano y Jordania. Hoy son casi seis millones de personas que, gracias al trabajo de la Agencia, cuentan con asistencia y servicios esenciales que les ayudan a seguir adelante y a mantener viva su esperanza en un futuro mejor.