Entrevista

Sugata Mitra, profesor de tecnología educacional en la Universidad de Newcasttle

Internet es para los niños una puerta con la que aprender sin la supervisión de los adultos
Por Jordi Sabaté 4 de diciembre de 2008
Img sminargentina
Imagen: Sugata Mitra

El profesor Sugata Mitra es un investigador mundialmente conocido por los sorprendentes resultados de sus experimentos con niños de la calle de las ciudades indias. Cuando en 1999 ya comenzaba a hablarse de la brecha digital y de la falta de preparación del Tercer Mundo ante el advenimiento de las nuevas tecnologías, Mitra decidió comprobar por sí mismo si dichas tecnologías eran tan inalcanzables para la gente pobre. Empotró en un muro de un arrabal de Nueva Delhi un ordenador conectado a Internet y esperó a ver qué pasaba. Los niños de la calle se acercaron al aparato, curiosos, y comenzaron a jugar con él. Lejos de romperlo o ignorarlo, aprendieron con asombrosa rapidez a usarlo y también a navegar por la Red. Y todo ello en inglés, un idioma que desconocían. Mitra les ofreció una serie de enlaces, entre ellos el del buscador Google, y el aprendizaje de los niños se disparó hasta superar en algunos aspectos al de sus profesores de escuela.

A partir de estas experiencias, el profesor Mitra construyó el concepto de “educación mínimamente invasiva”, que postula que gracias a Internet una buena parte de las tareas que realizan los maestros son prescindibles en la educación de los niños y que éste es el modelo que debe regir para la integración del Tercer Mundo en la sociedad de la información. CONSUMER EROSKI le ha entrevistado en Barcelona con motivo del V Seminario Internacional de la Cátedra Unesco de E-learning.

¿Podría explicar en pocas palabras qué es la educación mínimamente invasiva?

La educación mínimamente invasiva es un término utilizado para describir cómo aprenden los niños en ambientes en los que no existe una supervisión por parte de un adulto. El concepto de educación mínimamente invasiva nació como resultado de mis experiencias educacionales con niños de las calles de Nueva Delhi en 1999. En concreto, surgió a raíz del experimento llamado “el agujero en el muro”, en el que empotré en un muro un ordenador conectado a Internet para ver cuáles eran las reacciones de los niños de una barriada miserable ante el mismo.

¿Qué ocurrió?

“Los niños pueden aprender con gran rapidez a manejar dispositivos complejos siempre que puedan hacerlo a su manera”

Lo que sucedió fue que los niños aprendieron a usar el ordenador, y después a navegar por Internet sin la ayuda de nadie. Éste y otros experimentos que vinieron después nos demostraron que los niños pueden aprender con gran rapidez a manejar dispositivos complejos independientemente del ambiente en que se encuentren, siempre que puedan hacerlo a su manera. Así, para que esto suceda los niños deben tener ordenadores situados en lugares públicos y abiertos, que ellos puedan considerar de ocio. De este modo aprenden gracias a las facilidades de la tecnología como si de un juego se tratara.

Por otro lado, experimentos más recientes me han venido a demostrar que niños sin ningún tipo de formación, o muy primaria, pueden incluso aprender conceptos complejos de ciencia gracias al acceso a Internet y el manejo de buscadores como Google, que sus notas en la escuela mejoran y que incluso aprenden a autoorganizarse en grupos por jerarquías para estructurar el modo en que el grupo aprende. Así, unos asumen el papel de profesores, otros marcan las normas del aprendizaje, otros hacen de tutores…

Se ha dicho que en Google se pueden encontrar las cosas, pero no el espíritu de las cosas. ¿Le demuestran sus experimentos que eso es lo que les ha sucedido a los niños?

“Cuando un grupo de niños aprende de lo que lee en Google, generalmente se organiza un debate sobre el significado de lo aprendido”
En absoluto; antes al contrario: cuando un grupo de niños aprende de lo que lee en Google, generalmente se organiza un debate sobre el significado de lo aprendido, de las impresiones que les aportan los nuevos conceptos, de si los aceptan o los rechazan en primera instancia… Y eso sin duda es el espíritu de las cosas.

Pero, ¿cree realmente que las máquinas pueden reemplazar a los profesores? ¿No sólo para enseñar conceptos, sino para hacer a los niños mejores ciudadanos y mejores personas?

“Un grupo de niños aprendiendo en Internet pueden formarse técnicamente tan bien o mejor que en una escuela, y en esto también incluyo las normas de comportamiento social”
En una ocasión Arthur C. Clacke [el gran escritor autor de “2001, Odisea en el espacio”] me dijo: “El profesor que pueda ser reemplazado por una máquina es un mal profesor, luego debería ser reemplazado…”. Creo sinceramente que un grupo de niños aprendiendo en Internet pueden formarse técnicamente tan bien o mejor que en una escuela, y en esto también incluyo las normas de comportamiento social, que como le he explicado, aparecen espontáneamente en los niños, al menos en mis experimentos. Otra cosa es hablar de enseñar a ser persona… ¿Usted cree que eso se enseña en las escuelas? Permítame mostrarme escéptico.

¿En sus experimentos aprendieron todos los niños al mismo ritmo y los mismos conceptos?

“Arthur C. Clacke me dijo en una ocasión que el profesor que pueda ser reemplazado por una máquina es un mal profesor, luego debería ser reemplazado”
No; hubo un grupo avanzado que aprendía mucho más deprisa al principio, pero a la larga el resultado no fue tan uniforme, sino que cada niño aprendió a su ritmo y con sus altibajos. El resultado final fue más o menos similar, pero cada uno hizo su propia trayectoria.

¿Qué papel juega en este proceso la tecnología?

Yo creo que la tecnología proporcionó a estos niños una salida, un escape hacia un ámbito lleno de conocimientos pero sin controles y ni supervisión por parte de los adultos. Esto les permitió desarrollar el aprendizaje a su ritmo personal.

¿Cómo enfoca el Tercer Mundo la brecha digital?

Soy muy optimista a este respecto; en la sociedad de la información la tecnología es un nivelador, no un diferenciador. El Tercer Mundo puede llegar a superar en este campo a muchos de los países del Primer Mundo. Mire usted a China y la India…

¿Cómo debemos luchar contra la brecha digital?

No debemos hacerlo. La cuestión no es qué podemos hacer por el Tercer Mundo, sino qué puede hacer el Tercer Mundo por nosotros. Ese es el enfoque correcto.

¿Cuál es la mejor manera de hacer llegar la tecnología al Tercer Mundo?

“La cuestión no es qué podemos hacer por el Tercer Mundo, sino qué puede hacer el Tercer Mundo por nosotros”
Diseñarla para el Tercer Mundo. No puedes exportar al Tercer Mundo tecnología pensada para el rico Occidente porque las condiciones no son ni de lejos las mismas. No funcionará.

¿Hubieran sido los resultados de sus experimentos los mismos sin un PC y una conexión a Internet?

No lo creo, al menos no en la misma dimensión que con el acceso a la Red. Los niños son unos excelentes aprendices, pero necesitan las herramientas correctas, e Internet lo es al cambiar el proceso tradicional de aprendizaje: no les dice a los niños qué es lo que deben aprender ni cómo ni cuándo. Ellos toman esa decisión.

¿Caminamos entonces hacia una educación hecha a medida de cada persona?

Una educación para cada persona no me parece una buena idea; yo más bien creo que el futuro será una educación basada en el aprendizaje colaborativo que se genera en la Red. Me parece un método muy poderoso el que la gente se autoorganice, colabore y se ayude para aprender.

Pero ese sistema de organización, ¿no es el que ya se da en las comunidades de desarrolladores del software libre?

Exacto, así es. De hecho, el concepto de aprendizaje colaborativo se me ocurrió observando las comunidades de jóvenes desarrolladores de software que hacen proyectos en la India. Las redes sociales nos permiten autoorganizarnos, y ya se sabe que la naturaleza es más que nada autoorganización.

¿Qué opinión le merece el aparentemente fallido proyecto One Laptop Per Children (“Un Ordenador Para Cada Niño”) de Nicholas Negroponte?

A mí me gustaba el proyecto, pero creo que hubiera sido mucho más eficaz si en lugar de enfocarlo como “un ordenador por cada niño” lo hubieran enfocado como “un ordenador para cada cuatro niños”.

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