Las «diarreas del viajero» resultan un filón para los turistas británicos en España

Reciben importantes indemnizaciones de la industria turística gracias al vacío legal existente
Por EROSKI Consumer 3 de marzo de 2003

Los ciudadanos son cada vez más conscientes de que cruzar fronteras lleva implícito la necesidad de extremar al máximo las precauciones sanitarias. Las vacaciones son sinónimo de disfrute, pero, en ocasiones, los planes se truncan y los viajeros tienen que hacer frente a un repentino contratiempo: las diarreas por los cambios de agua. Ésta es una afección que genera jugosas indemnizaciones para los británicos que viajan a España, quienes denuncian la responsabilidad del mayorista turístico, por lo general con éxito, debido a la ausencia de una normativa específica.

En la mayoría de los casos, el responsable de la «diarrea del viajero» es el «Cryptospodirium parvum», un protozoo que, aunque se conoce desde 1907, ha pasado inadvertido hasta hace unos años. La infección por este parásito no supone un riesgo alarmante para la población, ya que éstos no suelen padecer más que diarreas suaves, si bien es cierto que «las personas con debilidad inmunológica y los enfermos de sida pueden presentar mayores complicaciones», según el doctor Pedro Alomar, miembro del Servicio de Microbiología del Hospital de Son Dureta (Palma de Mallorca).

El «Cryptospodirium» se desarrolla y cumple todo su ciclo vital en el tracto digestivo del afectado. La ruta de transmisión puede ser de persona a persona, de animal a persona, y por ingestión de agua o alimentos contaminados. Diarrea acuosa, calambres intestinales, vómitos, náuseas y algo de fiebre son los síntomas de esta infección que, por el momento, no tiene ni tratamiento ni vacuna específica. A la falta de tratamiento médico se añade otro problema: que en España no existe una regulación de las medidas de prevención de esta infección, mientras que la mayoría de los países europeos sí la tienen.

Las grandes epidemias que asolaron algunas ciudades estadounidenses aún se recuerdan. En 1987, en Carrollton (Georgia), surgió la primera epidemia asociada al agua de río y en la que padecieron 12.960 personas. Pero el hecho sin precedentes en la salud pública, ocurrió en Milwaukee en 1993, cuando la contaminación de las fuentes de abastecimiento de agua de la ciudad provocaron 403.000 afectados, diez de los cuales fallecieron.

Varias organizaciones de consumidores de Gran Bretaña han convertido la infección por «Cryptosporidium» en objeto de reclamación de responsabilidades. «A cambio de compartir el dinero que el afectado reciba, las asociaciones le asesoran legalmente, de forma que las vacaciones del año siguiente las tiene pagadas», dice el doctor.

Esto es posible dado que la directiva de la Unión Europea (UE) determina que la responsabilidad de los percances que sufra un turista en el país de destino es el turoperador, que repercute, a su vez, en los establecimientos. Por ejemplo, los turistas ingleses que se infecten por este germen en España recibirán importantes indemnizaciones por el derecho que tienen a presentar una denuncia al establecimiento, y que casi siempre ignora el riesgo que asume.

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