Beneficios para todos en una ciudad accesible

Mayores y personas con discapacidad son los principales beneficiarios, pero no los únicos, de la eliminación de barreras arquitectónicas
Por Azucena García 21 de abril de 2010
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Imagen: Cosmin Bolohan

Ciudades para todos. Éste es el objetivo, todavía inalcanzable, para numerosas personas. Quienes tienen alguna discapacidad conocen de sobra cuáles son las principales barreras que les impiden una rutina normalizada, pero esta misma sensación la comparten las personas mayores, que por motivos de edad empiezan a descubrir las dificultades que entrañan algunas ciudades, y las personas con movilidad reducida temporal o en situaciones que les obligan a enfrentarse a los obstáculos de ciertas urbes. La accesibilidad universal supone un beneficio para todas ellas. Por este motivo, cuando se construye, conviene pensar en términos generalistas y de igualdad.

La mayoría de las ciudades no están acondicionadas para las personas en silla de ruedas, con discapacidad auditiva o visual. En una investigación realizada por EROSKI CONSUMER sobre la accesibilidad en 18 capitales del país, sólo A Coruña superó el aprobado. La eliminación de barreras arquitectónicas es cada vez más frecuente, pero beneficia, en especial, a quienes tienen problemas de movilidad. Después de realizar una prueba en el centro de cada ciudad, el informe reveló que los ciudadanos con discapacidades visuales y auditivas son quienes deben enfrentarse a dificultades más graves.

«Hacer accesibles nuestras ciudades favorece a la persona en silla de ruedas y al joven que se ha roto una pierna y la tiene escayolada», asegura COCEMFE

Aumenta la inversión en accesibilidad, se tiene en cuenta en el diseño de los nuevos entornos de las ciudades y la Convención de la ONU sobre las Personas con Discapacidad la defiende como una prioridad. Pero los esfuerzos han de ser mayores. El pasado 3 de diciembre se celebró el Día Internacional y Europeo de las Personas con Discapacidad. Con motivo de esa fecha, el presidente de COCEMFE, Mario García, insistió en la necesidad de aplicar estos principios a los espacios porque «hacer accesibles nuestras ciudades favorece a la sociedad en general: a la persona en silla de ruedas, al joven que se ha roto una pierna y la tiene escayolada, a la mujer con una silla para el bebé o a la persona mayor que tiene dificultades de movilidad».

La accesibilidad universal todavía es «un reto pendiente» y, a pesar de los avances, las barreras físicas son «múltiples». La entidad asegura que «los bordillos son demasiado elevados o con obstáculos, hay socavones en medio de las aceras y papeleras o farolas mal colocadas en las calles».

No obstante, ocurre que en ocasiones determinadas actuaciones arquitectónicas no consiguen los objetivos esperados. La Federación coordinadora de personas con discapacidad física de Bizkaia (FEKOOR) ha reiterado el «error» que, en su opinión, se comete al instalar escaleras mecánicas en lugares con pendientes pronunciadas. Asegura que esta solución no mejora la accesibilidad, sino que discrimina a las personas con diversidad funcional y movilidad reducida. «El 30% de la población no puede utilizar las escaleras automáticas», señala en referencia a «personas con sillas de ruedas, familias con coches de bebé o personas que utilizan muletas».

Talleres de sensibilización

Un entorno accesible se diseña para utilizarse «con seguridad y eficacia» por el mayor numero posible de personas. Sin embargo, hasta que no se pasa por una situación que requiere de espacios adaptados, a menudo se obvia su interés. Con este objetivo, diversas asociaciones de personas con discapacidad organizan talleres de sensibilización con jóvenes estudiantes, para que conozcan los obstáculos que conlleva el tránsito por una ciudad para determinadas personas.

Hace escasos días, la Federación Almeriense de Asociaciones de Personas con Discapacidad (FAAM) organizó un taller de concienciación para alumnos de instituto. Recreó un espacio de una ciudad mediante un circuito con barreras arquitectónicas y un baño «poco accesible». El objetivo de estas actividades es que descubran cómo «una ciudad accesible tiene beneficios para toda la sociedad», mientras que el caso contrario supone numerosas dificultades.

La Agencia Asturiana para la Discapacidad también ha diseñado varios talleres destinados a estudiantes para sensibilizarles sobre el concepto de accesibilidad universal y que vivan en primera persona situaciones reales y comunes para las personas con discapacidad. Además, su propuesta ha consistido en animar a los jóvenes a fotografiar los puntos conflictivos de las calles o grabar vídeos «divertidos y creativos» basados en el concepto de accesibilidad universal.

Por su parte, COCEMFE Comunidad Valenciana dedica tiempo a los técnicos municipales del área de urbanismo a través de la campaña «Rompiendo Barreras, abriendo camino», estructurada en charlas formativas e informativas. Se dirige a ellos porque son quienes «deben exigir y velar por el cumplimiento de la actual normativa de accesibilidad». La modificación del Código Técnico de la Edificación aprobada por el Consejo de Ministros para que los edificios sean accesibles intenta evitar la discriminación de ciudadanos con algún tipo de discapacidad «al acceder y utilizar instalaciones, edificios o locales, tanto públicos, como privados». Es un referente unificador de todas las normativas aplicables hasta el momento, cuyo objetivo es conseguir «una accesibilidad real y total».

Barreras y ayudas

Las ciudades pueden ayudar al desplazamiento o entorpecer el tránsito. Las asociaciones implicadas, como COCEMFE, han propuesto una serie de normas para aplicar en los entornos públicos urbanizados. De la misma manera, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) ha elaborado una propuesta de modelo de ordenanza municipal sobre accesibilidad universal de estos espacios, entre otros. De acuerdo a sus estimaciones, se consideran las siguientes barreras y ayudas:

Barreras

  • Un escalón más alto de lo normal.
  • Un coche aparcado en un paso para peatones.
  • Actividades comerciales ambulantes y terrazas de hostelería en las aceras y áreas de uso peatonal.
  • Mobiliario urbano que obstaculiza el desplazamiento de personas con discapacidad visual o movilidad reducida.
  • Teléfonos de uso público y cajeros automáticos no adaptados.
  • Bocas de los buzones postales, papeleras y elementos similares situadas a una altura inferior a 90 cm o superior a 120 cm desde el suelo.
  • Fuentes para beber con una boca situada menos de 85 cm y más de 100 cm.
  • Obras en la vía pública sin señalizar ni proteger.

Ayudas

  • Botones de los ascensores con escritura braille.
  • Itinerarios peatonales accesibles con una anchura mínima de paso (1,80 metros) que permita la circulación de forma autónoma y continua de todas las personas.
  • Parques y jardines con instalaciones de uso público enlazadas mediante itinerarios peatonales accesibles.
  • Bandas para señalizar o delimitar el paso de peatones, antideslizantes en seco y en mojado, resistentes al desgaste del tráfico rodado y con un contraste elevado respecto al color dominante de la calzada.
  • Semáforos con avisadores sonoros.
  • Pavimento duro y estable, sin piezas sueltas.
  • Rejillas, tapas de registro, bocas de riego y otros elementos situados en el pavimento, enrasados y sin resaltes.
  • Ramas, arbustos o similares que no irrumpan en el ancho libre de paso ni por debajo de 210 cm.
  • Escaleras con iluminación en todo su recorrido, sin zonas oscuras, y con todos los peldaños de las mismas dimensiones en altura y profundidad.
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