La odisea de comprar a ciegas

Hacer la compra es todo un desafío para las personas con discapacidad visual, aunque hay iniciativas pioneras de etiquetas con braille para que elegir productos sea más sencillo
Por Nacho Meneses 7 de agosto de 2019
still life portrait of a group of product packaging
Imagen: odua

¿Cómo puede una persona ciega o con discapacidad visual diferenciar los productos de un supermercado? Cuando, a finales del verano de 2018, el joven burgalés Felipe de Abajo se fijó en el bote de un producto cosmético en su casa, se puso a pensar en ello y no tardó en comprobar que hay muy pocas marcas que incorporen el braille en sus etiquetas. Un año y muchas horas de trabajo después, de esa preocupación ha surgido Alblin, el primer comercio online del mundo de productos etiquetados con este sistema. Una buena noticia en la que profundizamos a continuación, no sin antes recordar las barreras de información que aún convierten algo tan cotidiano como la compra en todo un desafío para quien no puede ver con normalidad.

Un paseo atento por los establecimientos comerciales revela que, en efecto, los productos etiquetados en braille son muy escasos, lo que hace que las personas ciegas o con discapacidad visual no puedan comprar con la misma autonomía que cualquier otro consumidor. La única excepción la protagonizan los medicamentos, que deben incluir este sistema por ley.

«El braille es necesario para poder identificar y organizar correctamente los alimentos en casa, para evitar confundirlos y no acabar haciendo un café con leche con caldo de pollo, por ejemplo, abrir una lata de sardinas cuando se quería otra de anchoas o coger un producto de limpieza en vez de la botella de aceite», reflexiona Ana Llauradó, secretaria de la Comisión Braille Española, un órgano de la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles) que vela por que bienes y servicios sean accesibles a las personas a través del braille. Ya en 2018, la ONCE coordinó la campaña ‘Alimentos con su punto‘, que pretendía aumentar la concienciación pública sobre este aspecto.

Pero etiquetar un producto en braille no puede hacerse de cualquier manera. «Tiene que cumplir unos parámetros (altura de los puntos, distancia entre ellos y entre los diferentes signos, etc.) que garanticen que los usuarios pueden interpretarlos con las yemas de los dedos», asegura Llauradó. Sin olvidar, además, que muchas veces no cabe en la etiqueta toda la información en braille. Para Felipe de Abajo, el tipo de envase influye también en las decisiones de una empresa de usar o no este sistema: «Por ejemplo, una misma marca de higiene tiene todos los geles y champús de baño en envase de plástico y con braille, mientras que el roll-on, que viene en un plástico más duro, o el bote metálico del desodorante no lo llevan».

Envases braille

Imagen: Thamkc

Alblin, la iniciativa de este emprendedor de 25 años, licenciado en Educación Social y estudiante del máster universitario en Educación y TIC de la Universitat Oberta de Catalunya, incluye de momento productos de primera necesidad (alimentación, bebidas, higiene, cuidado personal y bebés), si bien la intención es ampliarlo en un futuro. En su primer año ha contado con el apoyo del Programa Emprende FULP de la Fundación Universitaria de Las Palmas y de la Jornada de Emprendimiento #SpinUOC, sin olvidar el asesoramiento de la ONCE y la Asociación B1+B2+B3, que presta sus servicios a las personas con discapacidad visual en Cataluña. La tienda en línea es «una iniciativa prioritariamente inclusiva y sin ánimo de lucro» que planea incluir también un servicio de voluntariado que, entre otras cosas, pondrá en contacto a personas ciegas con voluntarias, para que estas los acompañen a los establecimientos a comprar los productos vistos en la web.

Webs no tan accesibles

A la hora de navegar por Internet, las personas de este colectivo cuentan con el apoyo de ciertos dispositivos como la línea braille, que traduce a este sistema la información de otros aparatos como el ordenador; el lector de pantalla, que traduce el texto a formato de voz; o el magnificador, un software de lupa para quienes tienen algo de visión. Pero también hay aplicaciones para el móvil: Medicamento Accesible Plus permite acceder, mediante un código QR o de barras, a toda la información relevante de cada producto, mientras que Seeing AI y Wheris dejan leer la información de cualquier etiqueta.

Puede que la accesibilidad sea obligatoria en las páginas de la Administración Pública, pero no es así en otras webs, incluyendo las de venta online. «Muchos comercios carecen de una web accesible. Para que lo sea, debe utilizar el estándar internacional WAI, que fija unas determinadas especificaciones para que no se pierda nada de información», afirma Manel Martí, presidente de la Asociación B1+B2+B3. «Si hay una foto, tiene que incluir un pie; si hay un gráfico, ha de explicarlo… Lo que no puede ser es que siga habiendo 17 códigos de accesibilidad diferentes en España (y cada país tiene el suyo)», denuncia. No obstante, se prevé que la aprobación del Acta Europea de Accesibilidad, aún no implantada, traerá muchas mejoras.

Alblin, por su parte, también está diseñada para facilitar la navegación a través del tabulador del teclado, un recurso que las personas ciegas utilizan con frecuencia. El objetivo para 2020, explica su fundador, es conseguir consolidar la página web en España, y si todo va bien, expandirla «con un servicio de consultoría sobre accesibilidad en el comercio electrónico; llevar la web a otros países y dar entrada a otros productos de tecnología asistiva para gente con discapacidad visual (teclados, software…); bastones e incluso juegos adaptados, como el dominó o el cubo de Rubik».

Aún queda mucho por hacer

«Solo hace falta darse un paseo por el supermercado para ver la escasísima cantidad de productos etiquetados en braille y tener una idea de todo lo que queda por hacer», sostiene Llauradó. Por eso, desde la Comisión de Braille Española se ofrece asesoramiento a empresas que quieran incorporar el braille a sus productos a través de la dirección etiquetadobraille@once.es, «facilitándoles la transcripción del texto a etiquetar e incluso comprobando, a través de una muestra, que el braille es legible antes de que hagan la tirada final de un determinado producto».

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