¿Cual es el origen y la historia del té?

Para encontrar la leyenda más popular del descubrimiento del té, viajamos a China
Por EROSKI Consumer 20 de junio de 2001

El emperador chino Shen Nung era un hombre sabio y erudito. El insistía que toda la agua potable debía estar hervida por motivos de higiene. Un día, en el año 2737 A.C., el emperador y su corte se reclinaron debajo de un árbol solitario. Cuando sus hojas soplaron en el agua hirviendo que sus criados preparaban, el emperador sintió un aroma exquisito y de inmediato no resistió y probó aquel brebaje y lo encontró exquisito. Después de este accidente ordenó que se llevaran a cabo enseguida extensas plantaciones del árbol de donde procedían aquellas hojas. Ésta era la planta silvestre del té.

Por lo que se refiere a su lugar de origen, el té puede ser de:

China: es la cuna del té. Proporciona una gran cantidad de variedades de tés. Las más conocidas son: Yunnan, uno de los tés chinos negros más fuertes; Keemun, de sabor delicado y fuerte aroma; Russian caravan, una mezcla de tés negros que consumían los comerciante de las caravanas rusas; Lapsang souchong, de inconfundible sabor ahumado; Formosa oolong peach blossom, tienen un delicado sabor a frutas y en ocasiones se perfuman con jazmín, gardenia, etc.

India: es el mayor productor y exportador de té del mundo. Las zonas de más calidad son: Assam, Darjeeling y Nilgiri.

Ceylán: sus tés son de gran calidad. Son tés fuertes, pero de un sabor exquisito, ligeramente amargo.

Rusia: tiene mucho cuerpo y es perfumado.

Kenia: de fuerte sabor y tono rojizo.

Japón: produce casi exclusivamente té verde y exporta poco.

Llegada del té a Europa:

No se sabe a ciencia cierta si fueron los holandeses o los portugueses los que trajeron el primer té a Europa a principios del siglo XVII, ya que en aquella época ambas naciones mantenían relaciones comerciales con China; los portugueses desde una base en Macao, en el continente, y los holandeses desde la isla de Java. En un principio se comerciaba con sedas, brocados y especias, pero muy pronto el té se incluyó en los cargamentos. Los portugueses desembarcaron los tés de China en Lisboa y, desde allí, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales transportaba los productos a Holanda, Francia y los puertos bálticos. Desde 1610 los holandeses traían sobre todo tés de Japón. En Holanda la popularidad del té creció entre todas las clases sociales y las compañías holandesas reexportaban suministros a Italia, Francia, Alemania y Portugal. A finales del siglo XVII el café se había convertido en la bebida más popular en Alemania y en Francia, y el mercado del té sólo crecía en Rusia y en Inglaterra. El primer té que llegó a Rusia fue un regalo de los chinos al zar Alexis en 1618. Un acuerdo comercial firmado en 1689 marcó el inicio de un tráfico regular; caravanas de 200 a 300 camellos avanzaban hacia Usk Kayakhta, en la frontera, cargados con pieles que se troncaban por té. Cada camello transportaba cuatro cajas de té (unos 270 kg.), por lo que la vuelta a Moscú era lenta; así entre el cultivador chino y el consumidor ruso pasaban de 16 a 18 meses. En 1796, los rusos bebían en un año el té cargado por 6.000 camellos. Las caravanas existieron hasta la puesta en marcha del ferrocarril transiberiano en 1903, lo que permitió que los tés de China llegasen a Rusia en sólo una semana. Algunos británicos (realeza, aristócratas y comerciantes) ya habían oído hablar del té, o incluso tal vez ya lo habían probado mucho antes de la primera fecha documentada de su aparición en Londres en 1658. Thomas Garraway, un comerciante propietario de una tienda situada en la City de Londres, fue el primero en anunciar el nuevo producto de venta por subasta. Su anuncio publicado en la edición del 23 al 30 de septiembre de 1658 del periódico semanal londinense Mercurius Politicus reza: «La excelente bebida de China aprobada por todos los médicos y llamada Tcha por los chinos, Tay por otras naciones, o más conocida como té, de venta en Sultaness Head…». El destino del té en Gran Bretaña adoptó un giro afortunado en el año 1662, cuando el rey Carlos II se casó con la princesa portuguesa Catalina de Braganza. La nueva reina era una consumidora de té desde mucho antes de llegar su boda y trajo con ella, como parte de su dote, una caja de té de China. Cada vez más personas deseaban probarla, pero dado su alto precio sólo podían permitírselo los ricos que querían estar a la moda. En 1706 Thomas Twining, fundador de la famosa compañía de té, abrió Tom´s Coffee House. En 1717 el negocio se amplió y cambió su nombre por el de The Golden Lyon. Durante el siglo XVIII el té se convirtió en la bebida más popular de Gran Bretaña, llegando a substituir a la cerveza y a la ginebra. El alto precio del té hizo que automáticamente se extendiera la práctica de la adulteración. Al té negro se le añadía un triturado que estaba elaborado con hojas de fresno maceradas. El té verde se mezclaba con brotes de saúco. Se impusieron penalidades sobre dichas prácticas, pero no lograron poner fin a todo este negocio, ya que el té era vendido a granel por los establecimientos de comestibles. En 1826, John Horniman decidió actuar en beneficio del público y fundó un pequeño negocio en la isla de Wight donde puso té sin adulterar en paquetes de papel precintados con un peso neto garantizado. El público reaccionó con entusiasmo y el sistema se convirtió pronto en una práctica general.

El té en Norteamérica:

Era inevitable que el té llegase a Norteamérica, debido a la presencia de grupos colonizadores de Europa. Nueva York era un refugio para los bebedores de té, con las mismas tradiciones, etiqueta y los mismos servicios de té que se utilizaban en Gran Bretaña, Holanda y Rusia.

España conoce el té:

El té llegó a España en el siglo XVIII como una moda más importada de Francia y Gran bretaña. La costumbre de los españoles de tomar chocolate y café chocó con la nueva moda del té, que estaba considerada como un signo más de esnobismo extranjero, pues el chocolate era entonces para el español lo que el té para el inglés. En un principio, el té tuvo un considerable rechazo. Se ha de esperar hasta comienzos del siglo XIX para que el té comience a conocerse fuera de los salones ilustrados. El hábito del té de la tarde cuajará especialmente entre la aristocracia, que tomará la bebida en enormes juegos de té de plata importados de Gran Bretaña y Francia o realizados por plateros españoles. El tomar el té en sociedad era un signo de distinción. Tras la guerra civil, el té queda algo relegado. Tuvieron que pasar muchos años para recuperar la costumbre de tomar una taza de té a media tarde, es entonces cuando comienzan a abrir de nuevo establecimientos donde poder disfrutar del té con una buena merienda.

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