Intoxicación del bebé: cómo actuar

Casi 4 de cada 10 intoxicaciones tienen como protagonista a un menor de 2 años, por ello se debe saber qué pasos dar para minimizar los riesgos
Por Laura Caorsi 21 de noviembre de 2011
Img limpieza
Imagen: Average Jane

Las intoxicaciones son poco frecuentes en los primeros meses de vida, ya que los bebés no tienen autonomía suficiente para ingerir sustancias nocivas por sí solos, de manera accidental. Las únicas posibilidades de intoxicación en esa etapa están relacionadas con la inhalación de humos y gases peligrosos, la administración equivocada de un medicamento o la confusión de los padres al preparar el biberón, si confunden con agua un tóxico incoloro. Sin embargo, hay que saber cómo actuar.

Consulta rápida con los expertos tras una intoxicación

Ingerir medicamentos equivocados, tomar químicos en vez de agua… La probabilidad de intoxicarse por estos motivos es baja, pero no por ello nula. Además, a medida que los niños crecen, el riesgo de intoxicación aumenta. De cada 10 intoxicaciones que se registran en España, casi 4 se relacionan con menores de dos años. Y es normal: los pequeños empiezan a desplazarse por la casa, a curiosear en cada armario y recoveco, y a llevarse a la boca todo lo que encuentran a su paso. Cualquier distracción de los padres, por mínima que sea, puede tener consecuencias muy graves. De ahí que, además de extremar las precauciones, sea muy importante saber cómo actuar ante la ingesta accidental de un medicamento, un producto de limpieza o un cosmético.

Destaca un consejo de oro: recurrir a los especialistas. Antes de perder los nervios, forzar el vómito o dar leche al bebé -que no siempre es bueno-, conviene asesorarse con quienes más saben del tema: los médicos expertos en toxicología. En España, al igual que en muchos otros países, las consultas de urgencia pueden realizarse por teléfono, a través del Servicio de Información Toxicológica (SIT), que brinda atención las 24 horas del día, todos los días del año. El número es 91.562.04.20 y, si bien figura en la mayoría de las etiquetas, es recomendable tenerlo siempre a la vista y a mano (en la puerta del botiquín o de la nevera).

El SIT forma parte del Instituto Nacional de Toxicología, recibe más de 100.000 consultas anuales desde hace 40 años, de modo que cuenta con una amplísima base de datos sobre los riesgos más habituales y las maneras en las que se debe proceder. Al realizar una llamada, los datos más importantes que se deben aportar son:

  • Quién se ha intoxicado: edad, sexo, peso, antecedentes médicos…
  • Qué ha ingerido: identificar el producto de la manera más completa y detallada posible, con su nombre comercial, el tipo de envase, los ingredientes (si figuran), etc.
  • Cuánto ha ingerido: la dosis aproximada se puede calcular según los restos del envase, la cantidad derramada, lo que se había utilizado antes…
  • Cuándo ha ocurrido: el tiempo que ha pasado desde la ingesta.
  • Por qué ha sucedido: si ha sido un descuido, un accidente, un error de dosis, una etiqueta borrosa…

A menudo, por ignorancia, tradiciones no contrastadas o prisas, se toman decisiones inadecuadas

A menudo, por ignorancia, tradiciones no contrastadas o prisas, se toman decisiones inadecuadas. Suministrar leche a un bebé o un niño que se ha intoxicado es el ejemplo más claro. Si bien este «antídoto» puede ayudar en algunas ingestiones de productos con espuma (como el detergente), la leche no tiene ninguna utilidad cuando se ingieren medicamentos. Y peor aún, está contraindicada cuando se toman productos cáusticos o disolventes. Por ello, desde el SIT recomiendan preguntar antes de administrar algo por vía oral.

Otro de los errores domésticos más frecuentes (y peligrosos) consiste en mezclar productos de limpieza, como lejía con amoníaco. La combinación da lugar a la formación de gases (como la dicloramina) que irritan las vías respiratorias altas y bajas. Estos síntomas también se desarrollan al inhalar el cloro gaseoso que se forma al mezclar lejía con ácido clorhídrico o fosfórico, presentes en desincrustantes y disolventes.

La inhalación de gases tóxicos (como el monóxido de carbono) y los descuidos con productos de limpieza forman parte de la lista de intoxicaciones habituales. Junto con ellos figuran también las intoxicaciones por plantas, por animales venenosos, por setas y por productos cosméticos.

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