España, entre los peores países del mundo en el uso eficiente del agua

Un estudio revela la falta de concienciación de los españoles ante la necesidad de ahorrar este bien
Por EROSKI Consumer 9 de enero de 2003

La cantidad de recursos hídricos de los que dispone un país es importante, pero no lo es menos el uso eficiente que de ellos se haga. Países como Israel, Arabia Saudí o Kuwait, situados en áreas desérticas, con precipitaciones mínimas y sin grandes ríos que les traigan agua de fuera de sus fronteras, están en cambio entre los países mejor situados en el Índice de Pobreza del Agua.

Este índice, que ha elaborado un grupo de expertos del Consejo Mundial del Agua y el Centro para la Ecología y la Hidrología del Reino Unido, clasifica la situación del agua en 147 países según cinco criterios: recursos, acceso, capacidad, impacto ambiental y uso, siendo este último el más relevante, sobre todo si tenemos en cuenta que el amenazante cambio climático afectará en gran medida al régimen de lluvias en todo el planeta, por lo que del uso que del recurso se haga dependerá en gran medida el fututo de las regiones.

Por todo ello, y a pesar de que en la clasificación general España se sitúa en el puesto 39, en el apartado del uso eficiente cae hasta los últimos lugares de la tabla situándose en el puesto 129 (de 147). El índice refleja de qué manera un país usa el agua en los hogares, la agricultura y la industria medido en metros cúbicos per cápita al año. Estos datos ponen de manifiesto que no existe una verdadera conciencia de ahorro de agua en nuestro país -que la mayoría de expertos coinciden en achacar al bajo precio del recurso-, pero además, y lo que es más grave, es que tenemos la capacidad para hacer un buen uso de nuestros recursos hídricos. Así, en la capacidad, uno de los cinco componentes del índice que define la habilidad de un país para gestionar y administrar la utilización del recurso -se complementa con indicadores de salud y educación, que están relacionados con el acceso al agua potable-, España se sitúa en el tercer lugar de la tabla, sólo superado por Islandia e Irlanda.

EE.UU., a la cola

En este capítulo del uso encontramos que están mejor situados, en general, los países en vías de desarrollo que los desarrollados, a pesar de que los primeros se sitúan los últimos cuando se habla de la capacidad para gestionar el recurso y, salvo excepciones, tampoco están entre los más favorecidos por las lluvias. Ambos factores juntos les llevan a aprovechar la más mínima gota de agua. Como contrapartida, baste decir que Estados Unidos es el último país. Así, el coloso norteamericano sólo obtiene un valor de 2,8 sobre 20. William Cosgrove, vicepresidente del Consejo Mundial del Agua, lo explica así: «Estados Unidos está en una posición baja debido al despilfarro y a prácticas totalmente ineficientes en el uso del agua en los hogares, la agricultura y la industria». Y añade: «Esto se ilustra con el hecho de que su consumo de agua per cápita es el mayor del mundo». Además, y en la misma línea que España y Estados Unidos, Alemania, Italia, Portugal, Japón y Australia están por debajo del 7 (sobre 20) en el uso que hacen del agua.

Sin embargo, y a pesar de que EE.UU. se sitúe la última de la tabla en cuanto a la eficiencia en el uso del recurso y le sigan otros importantes países desarrollados, lo cierto es que este estudio viene a reforzar la idea de la fuerte relación que existe entre lo que los autores del informe llaman «la pobreza del agua» y «la pobreza del ingreso». Así, el Índice de Pobreza del Agua, que define la crisis mundial del agua país por país, asigna un valor de 20 puntos como la mejor calificación para cada una de sus cinco categorías. Un país que alcanzara el máximo en las cinco categorías obtendría un valor de 100. De acuerdo con esta clasificación, los diez países más ricos en agua del mundo son, por este orden, Finlandia, Canadá, Islandia, Noruega, Guyana, Surinam, Austria, Irlanda, Suecia y Suiza. En el extremo contrario se sitúan Haití, Níger, Etiopía, Eritrea, Malawi, Djibouti, Chad, Benin, Ruanda y Burundi.

Brecha entre ricos y pobres

Ambos extremos reflejan la brecha existente entre el mundo desarrollado y en desarrollo. Por tanto -afirma Carolina Sullivan, del Centro para la Ecología y la Hidrología del Reino Unido- «el Índice de Pobreza del Agua demuestra que no es la cantidad de recursos disponibles la que determina los niveles de pobreza en un país, sino la capacidad para gestionarlo, y la capacidad la da el dinero o, lo que es lo mismo, la riqueza. Y riqueza y pobreza nunca van de la mano».

Por ello, según Sullivan, el agua se convierte en un factor fundamental para acortar la diferencia entre ricos y pobres. Y es que 6.000 personas mueren cada día por patologías relacionadas con el agua. Una situación derivada de la temible conjunción entre los 1.100 millones de personas que no tienen aún acceso al agua potable y los 2.400 millones que carecen de acceso a servicios sanitarios.

Ingreso y agua

La relación entre ingreso y agua será uno de los temas principales del próximo tercer Foro Mundial del Agua, donde representantes gubernamentales y de organizaciones internacionales y ONG´s, así como expertos en agua de todo el mundo, discutirán la crisis mundial del preciado bien y sus soluciones. El foro, que tendrá lugar en Kioto (Japón) en marzo de 2003, espera ser la mayor conferencia mundial sobre agua jamás realizada.

Y es que el último informe elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre las «Perspectivas del Medio Ambiente Mundial 2002» pronostica que en el peor de los casos se calcula que en 2032 un 55% de la población mundial -prevista para ese año en 8.100 millones de personas- se verá afectada por una situación de grave escasez de agua, que será más patente en Asia occidental, donde afectará a más del 90% de su población. Por el contrario, en el mejor escenario posible; esto es, si se tomaran medidas ambientales como una mejor gestión del agua, la situación a nivel mundial se mantendría como está ahora, si bien mejoraría en Europa y América del Norte.

No obstante, tanto en el mejor como en el peor escenario posible, se reducirá la población que vive en la pobreza y, por tanto, con hambre. Este descenso oscilaría entre un 5 y un 12%. Las causas, según el PNUMA, serían, por un lado, que habría una distribución más amplia de los beneficios del crecimiento económico y, por otro, que se daría un aumento en la ayuda alimentaria y un menor número de conflictos. Una situación que permitirá a las regiones más pobres avanzar en la vía del desarrollo.

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