El ozono como contaminante

Si supera ciertos niveles se convierte en un gas nocivo para la salud y el medio ambiente
Por Alex Fernández Muerza 22 de febrero de 2006

Cuando el ozono se sitúa en la capa más baja de la atmósfera y supera ciertos niveles, deja de ser el gas protector de la vida en el planeta para convertirse en un peligroso contaminante. El aumento de sus concentraciones por causas artificiales es un grave problema medioambiental que debe concienciar a instituciones y consumidores.

El ozono se produce de forma natural, dando lugar a pequeñas concentraciones inocuas en el aire, a partir de emisiones procedentes de la vegetación, procesos de fermentación o volcanes, y se encuentra tanto en la troposfera- la región de la atmósfera más próxima a la superficie terrestre- como en la estratosfera, situada en las capas altas de la atmósfera, en donde cumple su conocido papel protector contra los letales rayos ultravioleta. Sin embargo, cuando el ozono troposférico aumenta en mayores cantidades, provocado por medios artificiales, se convierte en un contaminante tóxico. A diferencia de otros contaminantes que son emitidos directamente por sus fuentes, el ozono surge a partir de otros productos, principalmente óxidos de nitrógeno e hidrocarburos, en presencia de abundante luz solar, por lo que se le define como contaminante secundario. España, un país soleado que cuenta con grandes ciudades que emiten gases contaminantes, es un lugar especialmente sensible a este problema.

El ozono penetra por las vías respiratorias y debido a sus propiedades altamente oxidantes provoca la irritación de las mucosas y los tejidos pulmonares, lo que lleva a una irritación de ojos, tos, dolores de cabeza y pecho, etc. Los grupos de riesgo sobre los que un aumento en la concentración de ozono en el ambiente podría resultar más peligroso son personas con afecciones respiratorias, adultos que realizan actividad física en el exterior, niños y personas que, por causas aún desconocidas, experimentan una mayor sensibilidad al ozono. Además, el ozono en grandes cantidades también es perjudicial para el resto de los seres vivos, puesto que afecta a las paredes celulares, disminuye la actividad fotosintética y perjudica el crecimiento de las plantas, provocando una disminución de la vegetación natural y de la producción agrícola. El fuerte carácter oxidante del ozono es, asimismo, el responsable del daño producido a algunos materiales, tanto naturales, como el caucho, el algodón y la celulosa, como pinturas o plásticos. Este hecho obliga por ejemplo a tener especial cuidado en la conservación de museos y salas de arte. El ozono también contribuye a incrementar el efecto invernadero, aunque su presencia es inferior a la de los principales gases, como el dióxido de carbono o el metano.

Si se produce una contaminación por ozono, las posibilidades de conseguir una reducción significativa a corto plazo, adoptando medidas correctoras, son mínimas, dadas las reacciones que lo provocan y la propia inercia de las mismas. Por ello, la asunción de ciertas medidas preventivas por parte de la población es fundamental para evitar males mayores.

La asunción de ciertas medidas preventivas por parte de la población es fundamental para evitar males mayores
Dichas medidas no son otras que las habituales medidas ecologistas de protección ambiental, como la utilización de medios de transporte colectivos o no contaminantes, el ahorro de energía en el hogar y en el trabajo o evitar actividades que puedan emitir compuestos orgánicos volátiles.

El Real Decreto 1976/2003, relativo al ozono en el aire ambiente, que incorpora la Directiva europea 2002/3/CE, establece como objetivo ciertos valores de concentración de ozono que deberán cumplirse entre los años 2010 y 2013, para proteger la salud de las personas, y en el quinquenio 2010-2015, para la protección de la vegetación. El valor objetivo para proteger la salud se establece en 120 microgramos por metro cúbico. Asimismo, con el real decreto se regulan los umbrales de información y de alerta para las concentraciones de ozono, que quedan respectivamente en 180 y 240 microgramos por metro cúbico, frente a los 360 microgramos actuales.

El ozono y sus aplicaciones

El ozono es un gas azul de olor metálico y picante que fue descubierto en 1839 por el químico alemán Christian Schönbein, que le dio su actual nombre, derivado del verbo griego “ozein” (oler). El ozono apareció sobre nuestro planeta hace 1.500 millones de años y permitió que la vida evolucionara desde el agua hacia tierra firme,

Permitió que la vida evolucionara desde el agua hacia tierra firme
gracias a su comportamiento como un escudo frente a la radiación ultravioleta solar (B y C). Su estado natural es el gaseoso y se encuentra en el aire, y su molécula está formada por tres átomos de oxígeno, de ahí su nombre científico ‘trioxígeno’. En estado líquido o sólido es una sustancia muy explosiva dado su gran poder oxidante.

Sus aplicaciones más importantes derivan de dicho poder oxidante, por lo que se utiliza como desinfectante y en diferentes usos farmacéuticos; como potabilizador del agua dado su gran poder bactericida; como agente blanqueante de ceras, aceites y textiles o para envejecer el vino y la madera. Algunos estudios apuntan incluso a supuestos efectos beneficiosos en la lucha contra el cáncer, aunque todavía se requieren más investigaciones en este sentido.

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