Basura electrónica, un grave problema ambiental

El gran aumento de los residuos de aparatos electrónicos produce un gran impacto ambiental que los consumidores pueden reducir
Por Alex Fernández Muerza 10 de marzo de 2014
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Imagen: D'Arcy Norman

La producción de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) aumenta año tras año a nivel mundial. La basura electrónica no siempre se gestiona de forma adecuada, por lo que genera diversos impactos ambientales y para la salud. Los consumidores pueden asumir varias acciones para reducir estos desechos. Este artículo explica que los RAEE son un problema en aumento y qué pueden hacer los consumidores para disminuirlos.

Los RAEE, un problema en aumento

Según un informe de 2010 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en el mundo se generaron 40 millones de toneladas de basura electrónica anuales. Tres años más tarde, el informe ‘Iniciativa para resolver el problema de los desechos electrónicos’ (STEP), una asociación de organizaciones de Naciones Unidas, la industria, gobiernos, ONG y asociaciones científicas, señalaba que se produjeron casi 48,9 millones de toneladas de dichos residuos, un promedio de 7 kilos por cada uno de 7.000 millones de habitantes de la Tierra.

En 2013 se produjeron casi 48,9 millones de toneladas de basura electrónica en el mundo
Los RAEE son muy contaminantes. Muchos de ellos contienen sustancias como fósforo, mercurio, cadmio o bromo que, sin una adecuada gestión, provocan daños muy graves al medio ambiente y a las personas que los manipulan. Rafael Serrano, director de Relaciones Institucionales de Ecolec, la fundación de los fabricantes e importadores de grandes y pequeños electrodomésticos encargada de gestionar sus residuos, asegura que un frigorífico mal reciclado emite a la atmósfera gases de efecto invernadero equivalentes a las emisiones de un coche en 15.000 kilómetros, o que el fósforo de un televisor puede contaminar hasta 80.000 litros de agua.

La legislación europea indica desde 2002 que los Estados miembros deben gestionar y reciclar los RAEE de forma adecuada. La normativa señala unos porcentajes mínimos de reciclaje que cada año deben superarse, y que según José Pérez, consejero delegado de Recyclia, una plataforma que aglutina a varios responsables de la recogida y gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, se cumplen en España, y en el caso de ciertos residuos, como las pilas, «se superan con creces».

Sin embargo, estos residuos no acaban siempre cómo y dónde debieran. La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) ha denunciado el desvío de RAEE a países de África y Asia con «escasas o nulas medidas de protección personal o de control de la contaminación». En concreto, la AEMA señala que muchas veces se queman al aire libre y emiten partículas de cenizas volantes con metales pesados y otros materiales tóxicos para la salud, el suelo y las aguas superficiales. José Pérez concluye por tanto que una de las premisas básicas para mejorar el reciclaje es «la vigilancia y la persecución de las prácticas fraudulentas».

Qué pueden hacer los consumidores

Los consumidores tienen que ser en primer lugar conscientes de la importancia de una correcta gestión de los RAEE. El reciclaje de la basura electrónica ahorra dinero y recursos en su proceso de extracción de los materiales, una de las fases más agresivas con el medio ambiente. Recuperarlos requiere menos energía (10% menos en el caso del cobre) y se generan menos desechos (en potencia un 98% menos) que al extraerlos de la naturaleza, sin olvidar que muchos materiales (cobre, oro, plata o aluminio) son valiosos por sí mismos.

¿Y cómo puede reciclarse un RAEE? Los consumidores pueden depositarlos en el punto limpio más cercano, y saber que al comprar un electrodoméstico nuevo los responsables del establecimiento deben hacerse cargo gratis del antiguo. Asimismo, se pueden seguir los siguientes consejos para que los aparatos tengan una vida más larga y reducir así la generación de residuos:

  • Antes de decidirse entre la cada vez mayor variedad, hay que pensar cómo se utilizarán, para no adquirir elementos superfluos, que gasten más energía de la necesaria o que no se tenga intención de usar.
  • Si no emplean en un tiempo, conviene apagarlos, o al menos los elementos que no se utilizan.
  • Evitar los de marcas desconocidas muy baratos, hechos por lo general con materiales de poca calidad que duran menos.
  • Actualizar sus componentes para que puedan realizar los servicios que se les demanda.
  • Antes de tirarlos, ofrecérselos a un amigo o familiar o emplearlos de otra forma, como ordenador para niños.
  • Entregarlos a organizaciones especializadas en reutilizar aparatos electrónicos y electrodomésticos. Diversas ONG distribuyen ordenadores usados entre colectivos desfavorecidos en España y en países en vías de desarrollo.

No obstante, alargar al máximo la vida de los aparatos no siempre es lo más conveniente desde un punto de vista ambiental. Rafael Serrano explica, por ejemplo, que un nuevo lavavajillas de clasificación energética A++ lava mucho mejor, ahorra más en la factura eléctrica y es mucho más fácil de reciclar que uno viejo, aunque funcione de forma correcta. Antes de tomar cualquier decisión, es fundamental contar con una buena información.

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