Entrevista

Margarida Mas, médica especialista en comunicación científica en el ámbito de la salud

La diversidad de la flora intestinal marca la diferencia entre la salud y algunos trastornos o enfermedades
Por Montse Arboix 10 de abril de 2015
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Imagen: CONSUMER EROSKI

La flora bacteriana, o microbiota intestinal, es el conjunto de microorganismos que habitan el intestino. La componen más de 100 billones, de las que la mayoría son bacterias. Los últimos avances científicos han demostrado que hay una relación directa entre el equilibrio de la flora e inmunidad, y se la considera, desde hace poco, como un nuevo órgano. En fechas recientes, se celebró en Barcelona la 4ª Cumbre sobre Microbiota Intestinal para la Salud, donde expertos de todos los países debatieron sobre los últimos descubrimientos. En este encuentro estuvo Margarida Mas, licenciada en Medicina y Cirugía y máster en Comunicación Científica, que en la siguiente entrevista aborda qué papel juega la microbiota intestinal en nuestra salud y cómo mantenerla en buenas condiciones. Estas cuestiones las ha recogido en su libro ‘Las Maravillas de la flora’, la obra de divulgación más completa sobre este tema y en la que ha contado con la colaboración de la modelo Judit Mascó y la nutricionista Alicia Costa.

¿Qué se entiende por flora bacteriana?

Se denomina flora, aunque la deberíamos llamar microbiota, a todo el conjunto de microorganismos que viven en nuestro cuerpo, con los que establecemos una relación de ayuda mutua y que, en condiciones de equilibrio, no producen ninguna infección. Son billones de ellos y nos referirnos a los microorganismos de la boca, la nariz, la piel, la vagina o el propio intestino que es donde se encuentran la mayoría. De hecho, somos el resultado de la interacción entre todos nuestros genes y los genes de nuestras bacterias, que nos aportan funciones que solos no podemos hacer.

¿Cuáles son sus funciones?

A la microbiota se le atribuye, de manera clara, tres funciones fundamentales: de protección o inmunitarias, metabólicas o nutritivas y tróficas. Todas son claves para el correcto desarrollo de algunos órganos.

Los recién nacidos nacen sin microbiota intestinal. ¿Cuándo y cómo la adquieren?

“Somos el resultado de la interacción entre todos nuestros genes y los genes de nuestras bacterias”

Nacemos estériles, sin flora intestinal, y desde el mismo momento del parto y de la primera bocanada de aire, empezamos a incorporar microorganismos que van a colonizar el intestino. Si se nace por parto vaginal o por cesárea, las primeras especies en colonizar serán distintas. Luego si la lactancia es natural o artificial, también hay diferencias. No fabricamos ninguna de nuestras bacterias, sino que las incorporamos todas del exterior. De ahí que sea muy importante saber qué es lo que condiciona esta incorporación de especies y, por lo tanto, que será clave para la diversidad de la flora. La toma de antibióticos a edades tempranas, por ejemplo, puede generar cambios en su diversidad. Y, tras la primera infancia, la dieta cobra gran importancia para el desarrollo de la composición de la microbiota intestinal.

¿Por qué su papel es fundamental para construir las defensas del organismo?

El tubo digestivo humano es la mayor superficie de intercambio con el exterior, con casi 300 m2; el símil visual más extendido es que tiene una superficie parecida a una pista de tenis. Al tratarse de la mayor superficie de intercambio, el sistema digestivo también es el dotado con mayor número de células inmunitarias, porque necesita responder continuamente a los estímulos que recibe del ambiente, de lo que comemos y de todo aquello que nos llevamos a la boca. El sistema digestivo actúa de trinchera para la inmunidad de cada uno y la flora intestinal le hace de entrenador permanente. El continuo contacto con los microorganismos es lo que facilita el desarrollo de un sistema inmunitario competente. La constante interacción entre la flora intestinal, la mucosa del intestino y las células de defensa va conformando la inmunidad de uno, construye la memoria inmunitaria de la cual dependen las respuestas de tolerancia y ayuda al sistema inmunitario a discernir entre aquellos estímulos que pueden hacernos daño y aquellos contra los que el organismo no debe reaccionar..

¿Cuáles son las razones por las que es beneficioso que la flora sea diversa y variada?

“La clave para la salud de nuestra flora radica en la diversidad”

La clave radica en la diversidad. Una flora más variada y con gran cantidad de especies diferentes será más equilibrada y más saludable. Una mayor diversidad de la microbiota intestinal ayudará, por ejemplo, a que nuestro sistema inmune esté bien informado. No es necesario haber sufrido gran cantidad de infecciones, como se pensaba hace años, sino haber estado en contacto con gran cantidad de especies de microorganismos diferentes, es decir, haberse entrenado, y aquí, la variedad y diversidad de la microbiota intestinal juega un papel muy importante. Como demuestran los estudios, esta diversidad es la que marca la diferencia entre la salud y algunos trastornos o enfermedades. Si hay pocas especies, cualquier pequeña alteración de la composición produce grandes consecuencias.

¿Por qué es importante que la flora esté en equilibrio? ¿Qué causa su desequilibrio?

El equilibrio entre las diferentes especies de microorganismos que componen la microbiota es lo que determina su salud. Si la flora intestinal realiza importantes funciones es lógico pensar que es necesario que esté sana. Y la clave radica en el equilibrio entre las diferentes especies que la componen, ya que de ello dependerá el buen funcionamiento de todo el ecosistema. Para que haya un buen equilibrio y no dominen unas especies por encima de otras, es muy importante la diversidad, pues una flora más variada y con gran cantidad de especies diferentes será más equilibrada y más saludable. Así, todas las funciones y acciones que debe desempeñar estarán bien repartidas, el sistema inmunitario bien informado, la actividad metabólica será la adecuada e influirá en el correcto funcionamiento del colon. Hay muchos factores que pueden alterar este equilibrio, como algunas infecciones, el uso de antibióticos, sobre todo en la infancia, o la dieta.

Hay investigaciones que relacionan el desequilibrio de la flora con el desarrollo de enfermedades tan distintas, en principio, como diabetes, asma, obesidad y alergias. ¿Cuál es el motivo?

“No todos los probióticos sirven para todo y los efectos de unos no se pueden extrapolar a otros”

En efecto, desde hace años los especialistas alertan de un incremento de las alergias, las enfermedades como el asma, la intolerancia al gluten o gran cantidad de patologías con un potente componente autoinmune como la diabetes, la enfermedad de Crohn, la esclerosis múltiple y un largo etcétera, sobre todo en las sociedades más industrializadas y más desarrolladas y, curiosamente, menos habituales en los países en desarrollo. Una de las causas más aceptadas es la teoría de la higiene que, de forma simplificada, explica que se ha apostado tanto por la higiene y la desinfección que se han eliminado los microorganismos del entorno. El sistema inmunitario se queda sin estímulos, porque cada vez se está en contacto con menos microorganismos, y se vuelve cada día más incompetente, que es lo que podría provocar las reacciones exageradas ante el más mínimo estímulo. Así pues, cuanto mayor sea el número de especies distintas de la flora intestinal y esta sea más variada y más diversa, mejor informado estará el sistema inmunitario.

¿Cómo se puede mimar la flora bacteriana? ¿Qué acciones favorecen su composición diversa?

Lo más importante es saber que una dieta muy variada en fibras vegetales se asocia a mayor diversidad y ello va a favor de un mejor equilibrio. Además, algunas fibras fermentables por las bacterias -las denominadas prebióticos– favorecen el crecimiento selectivo de bacterias beneficiosas de la flora, como las bifidobacterias. Incorporar también probióticos en la dieta, como yogures o leches fermentadas con bifidobacterias, puede ser muy útil: compiten y desplazan patógenos, producen sustancias fundamentales para nutrir la mucosa del colon e, incluso, en algunos casos, pueden ser una ayuda frente a algunas molestias digestivas leves, que son muy frecuentes en la población.

Muchas veces hay confusiones entre prebióticos y probióticos. ¿Qué son y qué funciones tienen? ¿Cuáles benefician más a la microbiota?

“Lo importante es hacer una dieta equilibrada pero muy variada, para poder aportar a la flora intestinal la mayor variedad de fibras”

No son lo mismo y, para aclararlo, lo mejor es recurrir a las definiciones aceptadas por la comunidad científica. Los prebióticos son fibras no digeribles que estimulan y facilitan el crecimiento y la actividad de un grupo de bacterias beneficiosas de la flora intestinal. Los probióticos son microorganismos vivos que, al administrarse en cantidades adecuadas, producen un beneficio para la salud, aunque deben resistir el paso del tubo digestivo y llegar vivos al colon. Sus efectos dependen de la especie y de la cepa que sean y de la cantidad en que se tomen. No todos los probióticos sirven para todo y los efectos de unos no se pueden extrapolar a otros. Los efectos y beneficios de los diferentes probióticos se recogen en documentos de consenso según los distintos niveles de evidencia y, sobre todo, según los diferentes efectos y beneficios, que varían en cada caso.

¿Qué alimentos son imprescindibles para cuidar la flora intestinal?

No hay un único alimento, sino todo lo contrario. Los expertos coinciden en que lo importante es hacer una dieta equilibrada pero muy variada, para poder aportar a la flora intestinal la mayor variedad de fibras posibles. Hay que incorporar gran cantidad de alimentos diferentes y los prebióticos y probióticos son especialmente útiles. Incluir en la dieta alimentos prebióticos que contengan inulina, como la alcachofa o las endivias, entre otros, o los yogures o leches fermentadas con bifidobacterias puede ser muy ventajoso para la flora intestinal.

¿Qué se aporta con la leche materna a los bebés?

“La leche materna humana proporciona las primeras fibras prebióticas para la flora intestinal cuando se es bebé”

Con la lactancia materna, se incorporan bacterias al intestino: en un litro de leche materna hay unos 1.000 millones de bacterias de múltiples especies, con gran cantidad de bifidobacterias y lactobacilos y, además, con muchas variedades de carbohidratos no digeribles prebióticas, que alimentan a las colonias de bacterias que se podrían denominar “vegetarianas”, sobre todo bifidobacterias y lactobacilos, que son capaces de degradar estos carbohidratos, crecer y hacerse dominantes sobre otras bacterias que podrían ser invasivas. La leche materna humana proporciona las primeras fibras prebióticas para la flora intestinal cuando se es bebé. Con la edad la composición de la microbiota intestinal se estabiliza y, en la senectud, poco a poco se pierden o disminuyen algunas especies, como las bifidobacterias.

¿Cuáles son los tratamientos para mantener o reestablecer la flora bacteriana que se están investigando?

Se están manejando algunas opciones terapéuticas asociadas a conseguir mejorar la composición y diversidad de las poblaciones de bacterias del intestino, aunque son primeras aproximaciones que necesitarán mucho recorrido todavía. Debemos pensar que, aunque hace muchos años que se conoce la existencia de esta microbiota intestinal, ha sido durante el último lustro, con la incorporación de tecnologías de secuenciación masiva de genes, cuando se han obtenido los conocimientos que se tienen hoy y que aumentan cada semana. En estos últimos años se han estudiado diferentes probióticos y para qué problemas o patologías estarían indicados. Hay tratamientos muy novedosos, incluso se empieza a hablar de “psicobióticos”, esto es, tratamientos probióticos añadidos -no en sustitución- a tratamientos psicotrópicos que podrían ser de gran ayuda en el tratamiento de trastornos mentales. También es de actualidad la repoblación de especies gracias al trasplante de microbiota.

¿Hay algún mensaje final que quiera remarcar?

Es importante tener muy presente a la flora intestinal y ayudarla. Hay que concienciarse de que es un órgano más del organismo. Para hacernos una idea: tenemos 10 veces más microorganismos que células, albergamos a 100 billones de microorganismos y la mayoría viven en el intestino. Juntos pesan casi un kilo y suman una capacidad metabólica tan potente que actúa como un órgano más, desempeñando funciones muy importantes para el organismo. A pesar de que no es imprescindible para sobrevivir (como el corazón o los pulmones), sí es necesario para el desarrollo y mantenimiento normal del cuerpo. De la misma manera que se cuida el corazón, la piel u otro órgano, no deberíamos olvidar la flora intestinal.

Trasplante de flora intestinal

El objetivo del trasplante de flora intestinal o microbiota es restablecer su pérdida o incorporar las especies necesarias para buscar el equilibrio ante enfermedades en las que hay una clara evidencia de que esta juega un papel determinante. Durante la última década, se observó que podía ser beneficioso para tratar la diarrea recidivante por Clostridium difficile, que se confirmó en un estudio controlado publicado en 2013. Desde verano de 2010 un grupo de investigadores demostró que se podía modificar la composición de la flora intestinal trasplantándola y, lo más importante, que esta permanecía estable durante meses.

Pero hay que ser muy cauteloso con su uso e indicaciones. Margarida Mas es tajante: “El trasplante de microbiota es un acto médico, de carácter clínico y experimental. Es un tratamiento complejo con efectos beneficiosos solo en situaciones muy concretas y para casos muy seleccionados. Y, como todo acto médico, puede llevar riesgos. Por este motivo, debe ser realizado por especialistas en condiciones sanitarias adecuadas. Hay que alertar de que otras manipulaciones, como algunas soluciones caseras que se pueden encontrar por Internet, pueden ser muy arriesgadas y peligrosas. Las desaconsejo sin ninguna excepción y quiero ser muy clara con esto”.

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