Cómo cuidar la salud ginecológica en verano

Llevar el bañador húmedo durante varias horas o utilizar productos inadecuados para la higiene íntima pueden alterar el equilibrio de la flora vaginal
Por Montse Arboix 3 de julio de 2015
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Imagen: yanlev

En verano se registran más consultas al ginecólogo por síntomas vaginales como picor, escozor o aumento del flujo que pueden ser muy molestos. Las condiciones de humedad y calor provocan un incremento de las llamadas vulvovaginitis. Muchas mujeres son propensas a desarrollarlas con facilidad, aunque hay una serie de medidas que hacen posible mantenerlas a raya. En este artículo se explica qué cuidados hay que seguir para prevenirlas y cuándo hay que acudir al ginecólogo.

En condiciones normales, el pH de la vagina permite que los microorganismos vivos -la flora bacteriana vaginal- que la habitan protejan contra las agresiones de agentes infecciosos externos. Sin embargo, cuando este equilibrio se altera, se da el ambiente óptimo para que se desarrollen infecciones externas y hay más posibilidades de que la propia flora bacteriana provoque síntomas vaginales muy molestos.

Cuidado con la humedad en verano

Siempre que una mujer sana presente un cambio brusco en su perfil ginecológico habitual debe acudir al especialista
Picor, escozor o sensación de quemazón, enrojecimiento local, aumento de la cantidad de flujo con cambios en el olor y en el color. Todas estas son molestias asociadas a una alteración del equilibrio de la flora vaginal que, a veces, pueden acompañarse de infección. A estas afecciones de la vulva y de la vagina se las denomina vulvovaginitis y, desde mayo a octubre, son unos de los motivos más frecuentes de visita al especialista.

Este aumento está provocado, en parte, por las alteraciones del pH vaginal a consecuencia de acciones tan sencillas como habituales en esta época, como llevar el bañador húmedo durante horas o el cambio en la pauta de alimentación. Sin embargo, el pH también puede verse alterado por otras causas bien distintas y alejadas del escenario de las vacaciones, como el uso de compresas o salva-slips, por una higiene inadecuada (por exceso o defecto), por trastornos metabólicos como la antibióticos.

Prevenir las vulvovaginitis

A pesar de que son un problema más habitual durante el periodo estival, hay mujeres que las sufren todo el año. Una manera de mantenerlas a raya es seguir estas recomendaciones:

  • No emplear salva-slips, ya que obstaculizan la transpiración de la zona, retienen las secreciones y pueden provocar maceración de la vulva. Una opción más saludable es cambiar con mayor frecuencia la ropa interior y mejor que sea de 100% algodón. De la misma manera, usar prendas ajustadas impide una correcta transpiración, favorece la sudoración y la humedad.
  • No utilizar nunca las duchas vaginales y ser precavido con los productos comercializados para la higiene íntima, pues algunos pueden alterar el equilibrio de la flora vaginal. Es mejor limpiarse solo con el jabón sobrante de la ducha diaria.
  • No manipular la vagina con las manos o instrumentos sucios.
  • Si se tiene especial sensibilidad a sufrir vulvovaginitis después de realizar un tratamiento con antibióticos, hay que avisar al médico o consultar al ginecólogo. Muchas veces las molestias vaginales empeoran tras periodos de estrés. El uso de probióticos vaginales (en tampones o cápsulas vaginales) ayuda a mantener la flora equilibrada.

Cuándo acudir al ginecólogo

Pero, ¿qué síntomas o señales hacen imprescindible la visita al especialista? El profesor Juan Mario Troyano Luque, tesorero de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y jefe clínico de Ginecología y Obstetricia del Hospital Universitario de Tenerife, responde que «siempre que haya un cambio brusco en el perfil ginecológico habitual en una mujer sana«.

Este especialista añade, a modo de resumen, otros problemas que, por obvios, hacen necesaria la visita ginecológica: los cambios en el ritmo menstrual, tanto por exceso como por defecto; la dismenorrea (menstruación dolorosa), sobre todo si es invalidante; las variaciones en el hábito digestivo y el aumento del volumen abdominal; la manifestación de signos precoces de pubertad; el seguimiento de cualquier terapia, como las hormonales propuestas por el ginecólogo; y, por supuesto, la evaluación obstétrico ginecológica de toda mujer embarazada.

Cada cuánto tiempo hay que ir al ginecólogo

El Dr. Juan Mario Troyano Luque, de la SEGO, explica que la tendencia actual, según datos epidemiológicos, se ha establecido en una revisión cada tres años. No obstante, a la vista de algunas patologías prevalentes ginecológicas y al repunte de las neoplasias cervicales, «debería plantearse la revisión cada dos años«.

Las niñas hasta los 14 años «son valoradas de manera eficiente por los especialistas en pediatría y deben ser ellos los que remitan a esta franja de edad al ginecólogo, si fuera preciso, por alguna causa detectada», puntualiza. A partir de esa edad, y en función de su actividad sexual, deberían evaluarse ginecológicamente.

En cuanto a las mamografías, se ha establecido que, en función de la mayor incidencia del cáncer de mama (que es alrededor de 10 años postmenopausia), como método de diagnóstico temprano se lleve a cabo a partir de los 50 años, con una secuencia bienal en mujeres de bajo riesgo. Y, por otro lado, «dada la disminución significativa a partir de los 70 años, se ha concretado que a partir de esta edad queden excluidas de este programa de cribado, aunque siempre de manera individualizada», aclara.

Un dato que aporta este especialista en salud ginecológica es que en las poblaciones de riesgo, la indicación de la mamografía se adelanta bajo criterios colegiados. La eficacia de esta acción se hizo patente cuando, en la década de los años sesenta, en EE.UU. se inició este programa que incluía una mamografía de control a los 35 años en población de riesgo, y la tasa de mortalidad por cáncer de mama disminuyó en un 30% más que en los programas convencionales.

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