La distimia

Un 4% de la población sufre este tipo de depresión leve que se confunde fácilmente con el "mal carácter"
Por Clara Fraile 26 de enero de 2005

¿No soporta que lo más mínimo le contrarié? ¿Se enfada por todo? ¿Unas veces está abatido y otras no, de forma que sus reacciones son totalmente imprevisibles? ¿Se da cuenta de que su comportamiento está haciendo la vida muy difícil a quienes le rodean? Quizás lleve tanto tiempo así que ya muchas personas, e incluso usted mismo, crean que es “su forma de ser”. Pero tal vez padezca distimia, un trastorno psicológico muy frecuente para el que hay tratamientos eficaces. Y cuanto antes se ataje, mejores son los resultados. Por ello, los especialistas aconsejan a cualquier persona que se encuentre irritable y con altibajos en su estado de ánimo durante más de tres semanas consecutivas, tanto si conoce los motivos como si no, que acuda a un profesional de la salud o a un psicólogo.

Humor perturbado

Para el doctor Juan Romeu Bes, especialista en Neurología y Psiquiatría, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y facultativo de la Unidad de Psiquiatría de la Clínica Quirón de Barcelona, “un distímico es lo que todos conocemos por una persona amargada”. Acostumbra a tener muchos altibajos, es irritable y suele mostrar tendencia a estar triste. Y esto no forma parte de su carácter “porque sí”. “Es un trastorno que tiene explicación y se cura”, comenta con optimismo.

La distimia, cuya raíz griega hace referencia al “humor perturbado”, es un trastorno mental, psicológico o del comportamiento que se recoge en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la American Psychiatric Association de 1989. Según el doctor Romeu, este concepto puede equipararse al de “depresión menor”, es decir, se emplea para calificar una alteración del estado de ánimo que tiene síntomas más leves que la depresión mayor y que no son constantes. Pero puede hablarse de personas distímicas, puesto que se trata de una alteración que puede durar semanas, meses o años.

A continuación se expone, con la ayuda de este psiquiatra, un listado de síntomas posibles (no tienen que darse todos) donde se refleja cómo afecta esta enfermedad a las personas que la padecen:

  • La persona que sufre distimia manifiesta muchos altibajos del estado de ánimo. Sus reacciones son imprevisibles. Algunos días se levanta de buen humor, pero otros parece hacerlo “con el pie izquierdo”.
  • En los momentos “bajos” suele estar irritable, entra en discusiones con facilidad, chilla por nada y hace la vida muy difícil a quienes le rodean.
  • Un distímico puede o no estar triste, abatido o deprimido. Los individuos pacíficos acusan más la tristeza que la irritabilidad.
  • Tolera muy mal las frustraciones, soporta mal las contrariedades y, en los momentos bajos, la cosa más pequeña le puede aturdir.
  • Presenta dificultad para disfrutar plenamente de las cosas positivas de la vida, aunque en sus momentos “altos” dice que puede divertirse y estar feliz.
  • Puede tender al aislamiento social y denotar menor locuacidad de la habitual.
  • Puede sufrir insomnio, despertarse varias veces durante la noche y encontrarse cansado por la mañana. También puede presentar disminución o aumento del apetito.
  • Le cuesta concentrarse y tiene problemas de memoria incluso para actividades lúdicas como ver una película, por ejemplo.
  • Se agobia con pequeñas dificultades. Tal vez se queje de que las cosas son muy complicadas y de que los contratiempos le superan.
  • Frecuentemente somatiza su problema. Cefaleas y vértigos, junto a los estados de fatiga crónica, son habituales en los pacientes con distimia.
  • Aumentan sus manías, sus fobias y su ansiedad obsesiva en los momentos más bajos. Los temas que le preocupan rondan por su cabeza una y otra vez.
  • Aunque a veces esté claramente depresivo, puede, al cabo de un rato, mostrarse optimista y jovial.

Los manuales hablan de trastorno distímico cuando el estado de ánimo que se describe dura la mayoría del día y la mayor parte de los días durante dos años en adultos y uno en niños. Sin embargo, tanto el doctor Romeu como Andrés López de la Llave, doctor en Psicología y profesor de Metodología de las Ciencias del Comportamiento en la UNED, aconsejan consultar a un profesional de la salud o a un psicólogo a cualquier persona que durante más de tres semanas se encuentre “baja de moral”, irritable y con falta de “ganas de vivir”, independientemente de que conozca o no los motivos. Porque si se trata de distimia, la opinión es unánime: “El tiempo no lo cura todo; a veces lo cronifica”.

Distimia y depresión

En sus inicios, depresión y distimia tienen mucho en común, pero es muy diferente su intensidad y su grado de incapacitación. Las personas con distimia siguen trabajando, “aunque vayan arrastrándose y cada tarea les parezca un mundo”, afirma el profesor de la UNED. “Por contra, una persona con depresión, a veces, no puede ni salir a la calle porque se echa a llorar”, remarca.

Otra de las diferencias, de acuerdo con Andrés López de la Llave, es que -según él- podría decirse que existen “circunstancias de la vida”, aunque no sean identificadas por el propio paciente, que desencadenan esta “depresión leve”.

Lo normal es que tras una desgracia familiar, un problema laboral etc. el ánimo se encuentre deprimido y se manifiesten ciertas emociones. Pero, tal y como expresa López de la Llave, “la diferencia entre las respuestas patológicas y las normales radica en su intensidad y en su duración”.

En cuanto a las causas de la distimia, este psiquiatra considera que “ninguna depresión es realmente endógena (orgánica, sin aparentes factores desencadenantes) ni reactiva (como respuesta a un incidente)”. Es decir, puede fundamentarse en razones objetivas o no, al igual que puede acontecer una predisposición genética, que se considera presente en un 30% de la población que tolera mal la frustración.

Esta frustración – explica el psiquiatra de la Clínica Quirón- no tiene por qué deberse a grandes traumas, puede corresponder a la acumulación de “pequeñas espinas” que irritan y molestan al paciente. Respecto a la importancia de esta depresión menor como enfermedad, Romeu considera que hay que evaluar el malestar que ocasiona en el paciente (insomnio, inseguridad…), en su rendimiento en el trabajo y en su convivencia. Además, las personas con distimia pueden padecer de episodios depresivos severos en algún momento de su vida, por ello algunos autores la consideran una “predepresión”.

El origen de la distimia es multifactorial; en ella entran en juego factores genéticos, bioquímicos y psicosociales que, además, interactúan entre ellos. Así lo entiende el doctor Carlos Martín Pérez, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria del Centro de Salud Marquesado de Granada, autor de un estudio epidemiológico sobre esta enfermedad.

Algunos autores apuntan que el número de mujeres que sufren de depresión grave y distimia es el doble que el de los hombres. El estudio del doctor Martín Pérez no halló una diferencia estadísticamente significativa entre hombres y mujeres. La única asociación independiente detectada en su investigación fue la “presencia de un apoyo social bajo, el haber sufrido un acontecimiento vital estresante grave y tener una autopercepción mala de la propia salud”.

A pesar de su capacidad perturbadora, la distimia no presenta normalmente síntomas psicomotores. Deriva de una situación de estrés continuado y se da en personas extremadamente autoexigentes, para las cuales cualquier situación se convierte en estresante, o en individuos sometidos a tensiones constantes.

Abordar el problema

El doctor Martín Pérez ha llevado a cabo recientemente un estudio de prevalencia de trastornos mentales en la comarca del Marquesado (Granada) en el que se concluye que un 4% de la población sufre distimia, lo que representa el 10% de todas las patologías mentales detectadas y la mitad de los trastornos afectivos. Los datos apuntan que éste es el trastorno mental aislado más frecuente.

La distimia se engloba dentro de las depresiones y éstas tienen una prevalencia estimada del 30% de las consultas de Atención Primaria, aunque su detección y tratamiento sólo alcance el 15% de ellas.”El médico de familia es la puerta de entrada al sistema sanitario, al menos en Andalucía”, confirma desde su experiencia Martín Pérez. Informes de la OMS llegan más lejos: sólo el 10% de estos pacientes llega a las consultas psiquiátricas especializadas, es decir, que el 90% son tratados por médicos generales.

Quienes padecen distimia no consideran su estado de ánimo como algo patológico; culpan a circunstancias desfavorables, al trabajo o a sus relaciones de pareja de su irritabilidad y, por ello no acostumbran a consultar su problema. Esta es la explicación, según el doctor Romeu, de que algunos pacientes sean “unos amargados” toda su vida y la causa de que desde su clasificación la distimia se haya asociado a problemas de personalidad. Pero otros distímicos sí llegan a las consultas.

Para el médico de familia, tal y como describe el doctor Martín Pérez, el seguimiento del paciente distímico no está exento de dificultades, debido fundamentalmente a su cronicidad y a la presencia en muchas ocasiones de rasgos de personalidad y factores psicosociales alterados. “Los pacientes se muestran muchas veces malhumorados, pesimistas en relación a la evolución de la enfermedad, y con una autoestima baja”. Cuando estos rasgos se asocian a malos resultados terapéuticos (generalmente apreciados subjetivamente por parte del enfermo y como parte de las cavilaciones y sentimientos de desesperanza que le acosan) pueden generar en el médico cansancio y rechazo. El médico de familia debe ser consciente de ello y evitar la inhibición en el tratamiento de estos enfermos, añade.

Gran probabilidad de mejora

Las personas con este trastorno pueden ser tratadas mediante psicoterapia, “es lo más deseable” dice el psicólogo López de la Llave. Con todo, el doctor Marín Pérez opina que “no todos los enfermos tienen la capacidad de introspección necesaria”. Para este facultativo, “con un tratamiento correcto de base, 3 de cada 4 pacientes presentan mejoría significativa y los antidepresivos hoy constituyen un arsenal terapéutico de primer orden, con muy pocos efectos secundarios”. También el doctor Romeu quiere recalcar que el empleo de los antidepresivos modernos, lo que él llama “tratamiento biológico”, soluciona el problema en más de un 70% de los casos.

El psiquiatra explica que orgánicamente el fallo en los mecanismos de regulación del estado de ánimo se debe a un déficit de uno de los neurotransmisores cerebrales, la serotonina. Los trastornos relacionados con el déficit de serotonina (la anorexia, la depresión o las fobias, entre otros) pueden afectar al 30% de las personas. La distimia sería el más frecuente de ellos, es menos grave, pero su particularidad de perpetuarse en el tiempo la convierte en muy molesta.

La psicoterapia enseña a los pacientes a afrontar un problema que “no necesariamente ha de ser tratado con fármacos”. Ésta es la opinión de alguien como López de la Llave que se apoya en las terapias cognitivas (basadas en la percepción de los eventos) y de control de los estímulos para ayudar a los pacientes “a salir del bache”. Como complemento, este profesor de Psicología de la UNED, propone “casi cualquier actividad de ocio que resulte placentera para la persona afectada, porque ello influirá favorablemente en su estado de ánimo”.

El ejercicio físico ocupa un lugar muy importante dentro de las actividades recomendadas por López de la Llave, siempre que resulte agradable para la persona en cuestión. “La práctica física genera autoconfianza y tiene efectos de mejora biológica (musculación, adelgazamiento, flexibilidad, fuerza, resistencia, capacidad respiratoria…) que también son positivos. Además, genera endorfinas, hormonas que nos hacen sentir bien, aunque para notar su efecto es preciso hacer ejercicio continuado durante al menos 3 meses y unas tres veces por semana”.

Juan Romeu no duda de la capacidad generadora de la serotonina y las endorfinas del deporte. Sin embargo, confía plenamente en los tratamientos farmacológicos y cree que para sustituirlos serían necesarias 6 u 8 horas diarias de ejercicio. A su juicio, para curar la distimia se precisan al menos 18 meses, cuantos más años y episodios tiene el paciente, más tiempo se requiere para su mejora. “Lo más aconsejable es la combinación de psicoterapia y medicamentos”, concluye este experto.

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