Síndrome metabólico

Este trastorno está relacionado con un incremento significativo del riesgo de diabetes, enfermedad coronaria o cerebrovascular
Por Blanca Álvarez Barco 9 de enero de 2007

No es un síndrome muy conocido. Sin embargo, son muchos los que lo padecen, aunque en ocasiones lo desconocen, ya que creen estar afectados por otras patologías. Según el tercer informe nacional de Salud y Nutrición, realizado en EEUU, el 25% de la población padece este trastorno, el síndrome X o metabólico, un conjunto de patologías que, unidas, pueden causar más daño que si se presentaran en forma individual.

La Organización Mundial de la Salud y la Asociación estadounidense de Endocrinólogos Clínicos estiman que se puede establecer su diagnóstico cuando se presenten de manera conjunta diabetes, dislipidemia (alteración del perfil lipídico), hipertensión arterial, insulinorresistencia y obesidad. En la práctica, cuando un paciente presenta al menos tres de los estos factores, ya se puede diagnosticar la existencia del síndrome, que provoca un mayor riesgo de sufrir un ataque cardíaco o una enfermedad arterial coronaria, y cuyo tratamiento se basa especialmente en la prevención y unos hábitos de vida saludables.

El síndrome metabólico no es una única enfermedad sino una asociación de problemas de salud que pueden aparecer de forma simultánea o secuencial en un mismo individuo, causados por la combinación de factores genéticos y ambientales, y asociados al estilo de vida. Fue un médico, Gerald Reaven, quien en 1988 definió como síndrome metabólico o síndrome X a una serie de factores de riesgo coronario que incluían la intolerancia a la glucosa, hiperinsulinemia, hipertensión arterial y un perfil lipídico alterado (aumento de triglicéridos y un descenso de las lipoproteínas de alta densidad, HDL). Estudios posteriores han mostrado que se pueden agregar otras alteraciones como la obesidad abdominal, la presencia de lipoproteínas de baja densidad (LDL) pequeñas y densas, y un incremento en las concentraciones de ácido úrico.

Las causas

Pero, ¿por qué se produce? Muchos investigadores creen que este trastorno es genético y se transmite de una generación a la siguiente, y son mayores las posibilidades de padecerlo si se tienen enfermedades caracterizadas por la resistencia a la insulina, como la diabetes y la hiperinsulinemia. El origen de este trastorno puede estar también en el estilo de vida actual, con unos hábitos de alimentación incorrectos y un escaso ejercicio físico, a lo que se puede sumar un elevado nivel de estrés. A pesar de las conjeturas, su origen es aún desconocido, pero lo que sí es un hecho cierto es que padecer este síndrome está relacionado con un incremento significativo del riesgo de diabetes, enfermedades coronarias y enfermedad cerebrovascular.

Entre algunos de los factores de riesgo relacionados se incluyen la edad, el origen étnico, el sobrepeso, el tabaquismo o el beber en exceso

El trastorno metabólico afecta cada vez a un mayor número de personas y, según muestra el tercer informe nacional de Salud y Nutrición realizado en EEUU, el 25% de la población lo padece. Los datos de prevalencia son también preocupantes, de un 24% en adultos menores de 20 años, de un 30% entre los adultos menores de 50 años, y del 40% en los menores de 60 años. Teniendo en cuenta estos datos no es de extrañar que el tema cobre cada vez más importancia entre los expertos, aumenten las investigaciones en torno al mismo y que, según muchos especialistas, se haya convertido en un asunto urgente conocer su origen, prevención y tratamiento.

Los síntomas

¿Cómo puede alguien saber si padece síndrome metabólico? No es una cuestión sencilla, ya que las personas que padecen este trastorno no sienten ningún síntoma. Sin embargo, sí existen indicios, ciertos signos que pueden alertar al profesional de que se está ante un caso de síndrome metabólico. Estos serían una conjunción de ciertos factores, como la obesidad central (exceso de grasa en la zona abdominal), dificultad para metabolizar glucosa (intolerancia a la glucosa), hiperinsulinemia o diabetes tipo 2, niveles elevados de lipoproteínas de baja densidad (LDL o colesterol malo) y triglicéridos en la sangre, niveles bajos de lipoproteínas de alta densidad (HDL o colesterol bueno) en la sangre e hipertensión arterial.

Gracias a multitud de estudios y miles de pacientes, los investigadores han descubierto ciertas variables que desempeñan un papel importante en las probabilidades de que una persona padezca una enfermedad cardiovascular. Las variables o factores de riesgo relacionados más estrechamente con el síndrome metabólico incluyen la edad (las probabilidades aumentan con la edad), el origen étnico (afroamericanos y mexicanos son más propensos a desarrollarlo), el índice de masa corporal superior a 25 (sobrepeso), antecedentes familiares o personales de diabetes, el tabaquismo, tener antecedentes de beber en exceso, el estrés o el estado postmenopáusico.

El síndrome metabólico, además, puede provocar la aparición de varios trastornos de diversa índole como el síndrome de ovario poliquístico, hígado graso, los cálculos biliares por el colesterol, asma, alteraciones del sueño e incluso algunos tipos de cáncer. Por ello es muy importante que el médico diagnostique con rapidez la presencia de este trastorno.

TRATAMIENTO

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Cuando el médico sospecha que un paciente puede padecer este trastorno revisa los niveles de colesterol HDL y triglicéridos, la presión arterial y el peso corporal del paciente, ya que son signos de advertencia muy claros. Además, realiza análisis de sangre para medir los niveles de glucosa e insulina en la sangre. Sin embargo, habitualmente, y debido a que se desconoce el nexo que asocia a cada uno de los componentes del síndrome, la atención clínica suele considerarse desde un punto de vista reduccionista, y se aborda cada uno de los síntomas de la enfermedad por separado, con lo que se pierde la noción de síndrome. Una vez que se tiene la certeza de la presencia del síndrome metabólico es necesario intentar atajarlo. ¿Cómo debe tratarse? En realidad, el único tratamiento consiste en tratar las distintas enfermedades subyacentes y estar siempre bajo el cuidado de un médico recibiendo los cuidados adecuados.

Pero, sobre todo, es necesario llevar a cabo una labor de prevención, por lo que los médicos suelen recomendar un cambio de estilo de vida a las personas que lo padecen. La pérdida de peso tiene una importancia fundamental y diversos estudios han demostrado que incluso una reducción moderada de peso está asociada a una mejoría significativa en la hipertensión, dislipemia y niveles de glucosa. Los expertos aconsejan una baja ingesta de grasas saturadas, grasas trans y colesterol, así como una reducción en la ingesta de azúcares simples. Por el contrario, debe aumentar el consumo de frutas, de vegetales y de granos enteros. Más controvertida es la cuestión relativa a la cantidad de hidratos de carbono que se deben ingerir y las grasas no saturadas, y mientras algunos investigadores están a favor de una baja ingesta en grasas, otros recomiendan dietas con alto contenido graso. Lo que no duda ningún experto es en recomendar a sus pacientes que eviten los dulces y golosinas, que dejen de fumar y reduzcan el consumo de bebidas alcohólicas.

A una dieta sana hay que añadir, además, la práctica de ejercicio físico aeróbico, de forma regular, sobre todo caminar, siempre que no existan complicaciones mayores que lo desaconsejen. El ejercicio es fundamental para mejorar todos los componentes de este trastorno, además de contribuir de manera importante a la pérdida de peso. La recomendación más establecida por los médicos es la del ejercicio aeróbico de moderado a intenso al menos durante 30 minutos al día, e idealmente, más de una hora al día. Sólo se debe prescribir medicación cuando el resto de medidas son insuficientes.

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