Entrevista

Mercedes Pavlicevic, Centro de Musicoterapia Nordoff-Robbins. Londres, Reino Unido

«La música sucede en todas partes»
Por Jordi Montaner 30 de julio de 2007
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Imagen: Emiliano Ricci

Pionera en el aprovechamiento de los recursos musicales con finalidad terapéutica, esta investigadora impartió en abril un seminario sobre musicoterapia comunitaria en la Universitat Ramon Llull (Barcelona). Cuentan los psicoanalistas que la música es una proyección simbólica de contenidos inconscientes del propio yo, pero a Pavlicevic le preocupan más los problemas de la gente que las teorías conceptuales. Subraya que su cometido es básicamente psicosocial. «Quienes más se benefician de la musicoterapia comunitaria son las personas que padecen alguna forma de marginación, bien por el hecho de ser inmigrantes y haber sido educados en otra lengua y otra cultura, bien por padecer algún tipo de enfermedad incapacitante; vengo de África, donde he podido constatar las ventajas que la música ofrece a estas personas», explica.

Nos invade la fiebre del MP3. ¿Puede un iPod ejercer de musicoterapeuta?

Hablamos de una disciplina científica forjada en la Universidad de Michigan a mediados del siglo pasado y en la que un musicoterapeuta cualificado utiliza la música y sus elementos (ritmo, sonido, melodía o armonía) con objeto de habilitar o rehabilitar capacidades funcionales tanto físicas como, sobre todo, mentales.

A veces, basta con escuchar una canción para estar bien y olvidarse de lo malo…

Es un efecto de la música, pero no es el propósito de la musicoterapia. Nuestra pretensión es la de estimular la expresión y la comunicación de los individuos entre sí, desarrollar capacidades cognitivas (como la atención y la memoria), reforzar la propia identidad, el esquema que uno tiene del propio cuerpo y su orientación en el espacio (con el movimiento, la danza); prodigar distintas habilidades motrices, cognitivas y emocionales, promover la interacción entre las personas.

¿Qué aprendió en África?

Vengo de un encuentro internacional de musicoterapia comunitaria en la Universidad de Pretoria (Suráfrica) y una investigadora local me habló de un trabajo con niños de 10 años. En las clases de la escuela convivían niños y niñas de distintas etnias y, al preparar un baile de fin de curso parecía difícil unificar el estilo musical que ese baile debería tener. Espontáneamente, los niños plantearon bailar músicas de etnias contrarias a la suya; como si intercambiaran sus zapatos, cada uno bailaba los ritmos característicos de la etnia del compañero, desde tonalidades de raíz folclórica a música rap.

La música forma parte de la vida cotidiana.

La música reduce conductas disociativas o perturbadoras, y mejora las habilidades de socialización

En África aprendí que la música sucede en todas partes: taxis, mercados, curaciones y plegarias; experiencias en contextos urbanos y rurales, de día y de noche, por luna llena y a pleno sol. Comprendí que si la musicoterapia no es capaz de globalizarse corre el riesgo de fracasar. Necesita sonar, ser gritada, notada y escuchada; de lo contrario puede quedar inaudible, sin existencia ni ilusión.

Pero la música va muy unida a los orígenes y a la identidad, a la propia cultura…

Muchos pueblos que han padecido opresión y han visto perseguida su cultura han utilizado históricamente su música o sus danzas para reivindicar clandestinamente la identidad. Es algo que, lamentablemente, sigue formando parte de lo cotidiano. Los niños de aquella escuela surafricana, sin embargo, nos enseñan a todos cómo superar una etapa y universalizar unos orígenes que en otro tiempo corrieron la amenaza de desaparecer. ¡Atrevámonos por fin a visitar y aprender la música de los otros! La experiencia musical suele propiciar la cooperación y la integración entre miembros bien distintos de un mismo grupo. Uno de los valores más aceptados de la música es que brinda la oportunidad de compartir una experiencia estética, y el placer estético brinda una oportunidad para enriquecer la vida de la persona.

Las músicas bonitas entristecen; puede, entonces, que estén contraindicadas en la depresión.

Grupos de musicoterapeutas cubanos llevan tiempo trabajado la depresión con canciones nada feas. Explican estos terapeutas que las respuestas afectivas a la música podrían emerger de la activación de mecanismos básicos de percepción y excitación. En sus trabajos se evidencia una reducción de conductas disociativas o perturbadoras, la mejoría del funcionamiento social y de las habilidades de socialización. La música estimula la comunicación y la expresión emocional, algo muy positivo para los estados depresivos. Bailar, por supuesto, también ayuda.

Un estudio ha demostrado que bailar prolonga más la supervivencia de los enfermos cardiovasculares que la mera práctica de ejercicio físico.

No me extraña, y la música tiene tanto de emocional como de mocional (del inglés motion, movimiento, baile). La respuesta emocional a la música es probablemente una de las características más importantes para su uso en un contexto terapéutico de salud mental. La musicoterapia se ha empleado con éxito en pacientes psiquiátricos tanto adolescentes como adultos, observando resultados muy positivos en individuos con esquizofrenia.

¿Qué más puede curarse con música?

El insomnio. Hay musicoterapeutas que se sirven de selecciones musicales con un contenido relajante seleccionado especialmente o confeccionado para conseguir que el paciente duerma. La aplicación de fragmentos melódicos de ritmo muy lento o casi imperceptible, con espacios de repetición y concurso de instrumentos de cuerda o elementos naturales (como pájaros, agua, lluvia y olas de mar, entre otros) da muy buenos resultados en pacientes insomnes.

Y en centros hospitalarios, ¿se ha probado?

Si, y hay hospitales que han obtenido resultados muy buenos en los pacientes anestesiados para cirugía con selecciones musicales ideadas por musicoterapeutas para distraer, tranquilizar, relajar profundamente y reconfortar al enfermo intervenido. El ritmo da al baile la organización, la energía y la estructura interna que permiten que sea una experiencia de participación en grupo. Se trata de una experiencia de la que pueden participar personas de diferentes niveles sociales y con distintas características de funcionamiento psicológico. La experiencia puede ser desde muy sencilla hasta muy compleja y se puede adaptar a las necesidades de cada persona.

SOCIALIZAR CON MÚSICA

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La esquizofrenia es un trastorno mental incapacitante en el ámbito social y laboral. El tratamiento farmacológico suele ser la base de la intervención terapéutica con este tipo de pacientes; pero no es menos cierto que el funcionamiento psicosocial y general suele mejorar de manera significativa cuando el tratamiento farmacológico se combina con tratamientos psicológicos y psicosociales del tipo de la musicoterapia. Conducidas por un musicoterapeuta, hay sesiones musicales en las que el paciente escucha o interpreta música con la finalidad de lograr cambios tan deseados como mejorar la comprensión de sí mismo y del mundo que le rodea, logrando una mejor adaptación a la sociedad.

Por sus características, la música es una forma de comunicación no verbal que, en el contexto terapéutico, permite trabajar con diferentes tipos de pacientes y, al mismo tiempo, expresar emociones a través de estructuras musicales. En este marco, la música permite la expresión de emociones más intensas y más diversas de manera socialmente aceptable y propicia una forma de expresión emocional que los pacientes suelen no tener o no han encontrado viable. Por otro lado, ayuda a expresar ideas y emociones que no se pueden manifestar a través de un lenguaje verbal convencional.

Una vez que la persona se ha involucrado en el quehacer musical, sostienen los musicoterapeutas, su conducta se orienta a dicha realidad. La relación con la música también requiere respuestas a los estímulos auditivos, a los instrumentos, a las instrucciones del terapeuta y a la participación de los demás, todo lo cual implica un contacto intenso con la realidad.

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