Entrevista

César Bona, maestro y candidato al Global Teacher Prize

Los centros educativos deberían invitar a los niños a hacer de este mundo un lugar mejor
Por Azucena García 17 de julio de 2015
Img cesarbona
Imagen: CONSUMER EROSKI

En España ya hay cuatro centros que forman parte de la red internacional de Escuelas Changemaker de Ashoka, colegios que entienden la educación de un modo diferente. Esta corriente se ha presentado en España, entre otros, de la mano del maestro César Bona, único candidato de nuestro país al Global Teacher Prize, un premio que se entrega “a un maestro excepcional que haya realizado un aporte sobresaliente a la profesión”. En esta entrevista, Bona expone su opinión acerca del modo actual de enseñar y apuesta por “sacar todo el partido posible a los niños”. Preguntado por el papel de la solidaridad en las aulas, asegura que “basta mirar la sociedad en la que vivimos para ver qué valores faltan en las escuelas”. Por ello defiende que una sociedad mejor exige “darle la máxima importancia a la educación, tanto en casa como en la escuela”, y estima que crear en los pequeños el hábito de respetar, ya sea el medio ambiente o a los demás, “seguramente en unos años tendremos adultos mucho más comprometidos”.

Hablemos de innovación educativa. ¿La manera actual de educar necesita transformarse?

“Es necesaria una transformación en las aulas, dirigida a poner de nuevo al niño en el centro de nuestra atención”

En ocasiones, la innovación en educación se asocia a tener elementos tecnológicos en el aula. La tecnología es una herramienta tremendamente valiosa y hemos de sacarle el máximo partido posible. Pero antes de eso hemos de sacar todo el partido posible a los niños. En ese sentido, creo que sí es necesaria una transformación en las aulas, dirigida a poner de nuevo al niño en el centro de nuestra atención. Esto parece obvio, pero no siempre se aplica. Debemos escuchar a los niños, hacerles partícipes de su propia educación. La escuela no es lo que era antes y, mientras el mundo cambia vertiginosamente, la escuela se mantiene casi inalterable.

En ese proceso de transformación, surgen las Escuelas Changemaker de Ashoka. En nuestro país contamos ya con cuatro centros insertados en la red internacional de Escuelas Changemaker y el objetivo es identificar 15 escuelas para 2018. ¿Qué distingue a estos centros?

Fundamentalmente, el hecho de que estos centros se han atrevido a dar un paso adelante y han adquirido una perspectiva global de la educación. Mas alla del inglés, las matemáticas o la ciencia, en estos centros se cultiva también el factor humano, la empatía, el valor de cada niño. Y creo que es hacia donde ha de dirigirse la escuela del mañana: los centros educativos deberían tender a invitarles a participar en la sociedad, a hacer de este mundo un lugar mejor. Para eso, hay que dotarles de herramientas (además del conocimiento, obviamente) para hacerles niños y adultos felices. Esa creo que debería ser nuestra misión como maestros.

El modelo de Aula Cooperativa en el que trabajan las Escuelas Changemaker apuesta por el aprendizaje colaborativo a través, entre otros, de juegos de mesa. ¿Qué valor aporta el juego a la educación?

Dejemos de pensar de forma didáctica durante un segundo y miremos al mundo con mirada fresca: los niños son juego. Si pudieran, se pasarían todo el día jugando, teatralizando, transformando la realidad para entenderla mejor ¿Por qué en las escuelas parece que el juego es sinónimo de no aprender o de perder el tiempo cuando es el medio por el que mejor aprenden los niños?

Otra novedad es que no solo los profesores evalúan a los alumnos y alumnas, sino también al revés: los estudiantes evalúan a los maestros en competencias como la empatía, la asertividad o el trato con los alumnos. ¿Cuál es el objetivo de esta “duplicidad” de roles?

“Deberíamos intentar hacer de los centros educativos lugares donde a niños, niñas y adolescentes les apetezca ir”

La escuela es el lugar donde los niños van a pasar diez, doce, catorce años durante muchas horas al día. Lo primero que deberíamos intentar es hacer de los centros educativos lugares donde a niños, niñas y adolescentes les apetezca ir. En ese sentido, ellos han de tener voz para evaluar al sistema y a los docentes. Y no evaluar conocimientos, sino actitudes. Me parece una idea tan maravillosa, que debería estar en cada centro de nuestro país.

¿Qué papel tiene la solidaridad en las aulas? ¿Es aún hoy una asignatura pendiente?

No solo la solidaridad. De hecho, la solidaridad existe porque hay algo en los sistemas que no ha funcionado en muchos casos. Basta mirar la sociedad en la que vivimos para ver qué valores faltan en las escuelas: sensibilidad, respeto, tolerancia y educación emocional. Urge que los cambios necesarios en la educación tengan en cuenta lo que tanto necesitamos.

¿Una mejor educación consigue una sociedad más comprometida? ¿Lograr un mundo mejor depende, por lo tanto, de la educación?

“Si queremos una sociedad mejor, debemos darle la máxima importancia a la educación”

Si queremos una sociedad mejor, debemos darle la máxima importancia a la educación, tanto en casa como en la escuela, donde podemos educar en manada. Y es en la escuela donde se puede animar a los niños y niñas a ser seres comprometidos por mejorar el mundo en el que viven. De mayores solemos estar demasiado ocupados en sobrevivir y se nos olvidan ciertas cosas. Si de niños se crea el hábito de respetar al medio, de respetar a los demás, de dar un paso adelante para mejorar las cosas, seguramente en unos años tendremos adultos mucho más comprometidos.

¿En las escuelas se debe enseñar a tener éxito o a ser felices?

¿Éxito familiar? ¿Éxito con los amigos, con la pareja, en el trabajo, en su relación con los demás? Creo que todo el mundo coincidirá conmigo en que todos buscamos la felicidad. Como maestros, nuestra misión debería ser darles las herramientas para que sean niños y adultos felices: el conocimiento es solo un ingrediente. Las relaciones sociales, la resiliencia o el conocerse a sí mismos son otros factores fundamentales que harán que la gente tenga éxito acercándose a la felicidad.

En el mundo todavía hay 781 millones de personas adultas analfabetas. En nuestro país, 724.000 personas no saben leer ni escribir. ¿Cómo cambiaría su vida si tuvieran acceso a la educación?

Ese debería ser el primer y gran objetivo de todos los gobiernos (y, por supuesto, del nuestro). La educación es un derecho universal y es absolutamente inadmisible que no se pongan los medios necesarios para que llegue a todos. Hablábamos de las herramientas para tender hacia la felicidad. Aquí tenemos un gran reto: que la escuela sea accesible para todas las personas.

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