Consejos para disfrutar de unas vacaciones baratas

Es posible viajar al extranjero o alojarse una temporada en otra ciudad sin desajustar el presupuesto
Por Elena V. Izquierdo 18 de agosto de 2011
Img pueblo
Imagen: Ana P. Bosque

Pasar unos días fuera de casa es casi siempre sinónimo de gastos extra destinados al alojamiento, al viaje, al ocio y a la alimentación. A menudo es necesario ahorrar durante todo el año para disfrutar de las vacaciones estivales en la playa, en la montaña o de turismo por el extranjero. Pero además de los viajes tradicionales hay otra serie de posibilidades mucho más baratas que permiten conocer otros lugares sin hacer un gran desembolso económico.

Intercambio de vivienda

Una de las alternativas para pasar unas vacaciones casi gratuitas, en lo que a alojamiento se refiere, es intercambiar la vivienda. El sistema es muy sencillo y se practica desde hace años por decenas de miles de viajeros.

Solo es necesario inscribirse en una web que gestione este tipo de trueques y estar dispuesto a prestar la vivienda a cambio de pasar un tiempo en la casa de otra persona. El usuario elige el país que le interesa, el intercambio que quiere hacer y envía un mensaje al propietario. Una vez inscrito, él también recibirá cientos de propuestas de distintas partes del mundo. Aunque la primera vez puede resultar extraño pensar que desconocidos vayan a ocupar la vivienda, es una experiencia que da buenos resultados. Por lo general, una vez elegido el lugar y la persona con la que se hace la permuta, los participantes en esta iniciativa intercambian correos, fotos, llamadas y entablan cierta amistad. Esto a su vez ayuda a conocer mejor el sitio al que se viaja, gracias a las sugerencias de los anfitriones.

El intercambio de vivienda permite conocer los cinco continentes de forma casi gratuita

Hay quien piensa que por la localización de su casa el trueque será difícil al no encontrarse en un lugar céntrico o turístico. Pero lo cierto es que uno de los objetivos de las personas que intervienen en el intercambio es vivir como lo hacen los residentes de la localidad a la que llegan y no como turistas, de modo que cualquiera que tenga un piso puede participar en esta permuta.

Con esta iniciativa, es posible conocer los cinco continentes desde un punto de vista distinto al que viven quienes se hospedan en hoteles, y de manera casi gratuita. Las páginas que gestionan el intercambio cobran a los participantes una cuota de 50 o 70 euros al año. A esto se sumarían los gastos de la comida -que puede hacerse en casa y ahorrar dinero en restaurantes- del viaje, y otros desplazamientos por la zona que se va a conocer. Algunas personas intercambian también el coche, con lo que el pago por el alquiler de un vehículo o del transporte público desaparece.

Intercambios culturales

Otra experiencia más asequible que los viajes de estudio al extranjero para aprender un idioma es el intercambio. Un mes en otro país puede costar unos 3.000 euros, pero alojarse en la casa de un estudiante durante este tiempo y después ofrecer la propia vivienda para que el compañero viva en la suya es bastante más barato. Además, los jóvenes conocen la verdadera cultura del lugar, salen con los amigos del estudiante y comparten con él el día a día.

  • Couchsurfing. El couchsurfing se define como un servicio «de hospitalidad on line» en el que de forma desinteresada una persona ofrece a otras hospedaje gratuito en su vivienda. La idea surge hace décadas cuando los surfistas cedían un sofá -couch en inglés- a otras personas que iban buscando buenas olas. La experiencia se amplió hasta convertirse en una red de ámbito mundial.

    Pero el couchsurfing es mucho más que un alojamiento gratuito; se trata de un intercambio cultural para conocer el lugar de destino como se vive en realidad y no de manera superficial como turista. El anfitrión explica las costumbres del país e indica los lugares a los que puede ir su huésped para disfrutar de la zona. El invitado, por su parte, le cuenta cómo se vive en su región e intercambian opiniones.

    Quienes deseen participar en esta experiencia tienen que inscribirse en las web de couchsurfing y dar algunos datos sobre su perfil. Después, pueden buscar a personas, denominadas «hosters», que brinden alojamiento. También hay otro tipo de participantes que no prestan una parte de su vivienda pero sí ayudan a los visitantes a conocer la localidad a la que viajan: se llaman «coffee» o «drink».

    El interesado envía una solicitud a quien considere que encaja con su perfil y espera que sea aceptada. No tiene obligación de pagar nada, aunque su manutención debe ir aparte.

    Los viajeros que han probado esta forma de conocer otras culturas repiten, y recomiendan la experiencia a quienes quieran vivir unos días como lo hacen los oriundos de la zona.

  • Campo de trabajo

    Otra manera de pasar el verano, dirigida en especial a los jóvenes, es participar en un campo de trabajo. Es una iniciativa en la que personas de distinta procedencia se juntan para colaborar en un proyecto social, como puede ser la recuperación del patrimonio histórico, mejorar el entorno natural del lugar de destino o ayudar a determinados grupos de personas. Mientras se vive una experiencia distinta en otros países o provincias, se ayuda a los demás.

    Los integrantes de estos proyectos suelen ser grupos de entre 15 y 30 personas que realizan un trabajo de unas 20 horas semanales y después participan en las actividades creadas por los organizadores del campo. También se hacen excursiones para conocer el lugar, se aprende la forma de vida de los residentes de la región, y hay tiempo libre para disfrutar con los compañeros.

    Además de realizar una labor social, los campos de trabajo sirven para conocer a jóvenes de otros países con los que muchas veces se entabla amistad y, si se hacen en el extranjero, permiten practicar otro idioma.

    Su coste de inscripción no es muy elevado (a veces es gratuito), e incluye la estancia y manutención de los jóvenes así como las actividades de ocio que realicen y el seguro de accidentes. Los gastos del viaje tienen que ser sufragados por los participantes.

Transporte barato

Con estas cuatro opciones el coste del alojamiento está cubierto, pero aún queda pendiente el transporte, algo que puede salir bastante caro.

Con las aerolíneas de bajo coste se puede volar a otros países de Europa por menos de 10 euros

  • Una alternativa para rebajar los gastos es acudir a las compañías aéreas de bajo coste. Hay que tener en cuenta que, para ahorrar, es imprescindible cumplir a rajatabla las condiciones que se establecen a la hora de comprar el billete. Hay que volar con una maleta de pequeñas dimensiones que se pueda introducir en la cabina, así que hay que desprenderse de los grandes equipajes. Otras condiciones como no contratar seguros adicionales o imprimir el billete en casa ahorran gastos y sorpresas en el aeropuerto. Si se aprovechan las promociones, se puede viajar a numerosos lugares de Europa por menos de 10 euros ida y vuelta.
  • Si esta opción no convence o no se encuentran ofertas para el destino elegido hay otras alternativas baratas como contactar con desconocidos que quieran compartir su coche. En webs especializadas o en portales de anuncios por palabras, quien desee viajar puede encontrar personas que van a hacer un trayecto un día determinado y unirse a ellos.

    También cabe la opción inversa: comunicar que se va a hacer una ruta concreta y esperar a que los demás se apunten.

    Esta alternativa se ha expandido en los últimos años y hay diversos portales en los que los internautas cuelgan sus trayectos. Por tanto no es difícil -sobre todo en verano, cuando más viajes se realizan- encontrar alguien con el que compartir coche estas vacaciones. Los gastos se reducen según incrementa el número de personas que ocupa el automóvil.

Destinos baratos convencionales

No todos los veranos se puede disfrutar de unos días libres en un hotel de la playa. De hecho, y aunque este año el sector turístico vuelve a repuntar, cada vez son más los españoles que tienen que conformarse con alternativas más baratas y quizá menos cómodas como el alojamiento en campings o en albergues para pasar los meses estivales.

  • Camping: unas semanas de acampada pueden convertirse en unas grandes vacaciones a un precio muy asequible. El contacto con la naturaleza y el aire libre hace que miles de personas elijan el camping como primera opción para pasar el verano. Son lugares muy agradables, dotados de todos los servicios y muchas veces cercanos a sitios para disfrutar, como el río, la montaña o la playa.

    Además del uso de tiendas, se permite la instalación de caravanas fijas durante todo el año. Esto hace que verano tras verano muchas familias ya amigas coincidan en estos espacios al aire libre, un incentivo más para optar por la acampada.

  • Albergues: los albergues también permiten pasar unas vacaciones fuera del lugar de residencia a un precio más barato que el que se paga por pernoctar en un hotel. Europa cuenta con una amplia red de alojamientos de este tipo; algunos de ellos ofrecen condiciones muy similares a las de hoteles de tres estrellas y se ubican en lugares céntricos de las ciudades. En función del alojamiento elegido se puede dormir en habitaciones individuales o dobles, aunque otros solo tienen cuartos para compartir con personas desconocidas.

  • Vuelta al pueblo: la opción más tradicional no es menos divertida: pasar las vacaciones en el pueblo. Para muchos ciudadanos es el mejor verano posible y aprovechan cualquier ocasión para volver al lugar donde crecieron. La Semana Santa y los fines de semana se quedan cortos, pero pasar un mes en el pueblo es lo que algunas personas llevan esperando once meses.

    Permite reencontrarse con personas con las que se ha compartido los mejores años y a los que no se ve más que en la época estival a la vez que se acompaña a tíos, padres y abuelos, que reciben a sus familiares con los brazos abiertos. Y permite una vuelta a la infancia, a las noches frescas y al disfrute de las fiestas patronales, que atraen a gente de otras localidades. Los niños tienen amigos de su edad y pueden pasar el día en la calle, rodeados por la naturaleza y con más seguridad que en las grandes ciudades.

    Junto a estas ventajas, los gastos son casi nulos. El alojamiento es gratuito y, por lo general, el consumo diario es menor, pues los precios suelen ser más bajos que en las grandes ciudades y en las zonas turísticas.

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