Entrevista

Juan Carlos Laguna Egea, catedrático de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona

«En las ratas, los líquidos endulzados con fructosa alteran el metabolismo»
Por Mónica G. Salomone 6 de abril de 2007
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El grupo dirigido por Juan Carlos Laguna Egea, catedrático de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, acaba de publicar en la revista Hepatology un estudio sobre los efectos del consumo de fructosa en líquidos. Sus resultados podrían estar aportando una de las claves para entender la actual epidemia de obesidad en el mundo desarrollado: el consumo en grandes cantidades de bebidas endulzadas con fructosa, como los refrescos, produce las alteraciones metabólicas típicas de la obesidad.

Antes que nada, ¿qué es la fructosa y para qué se usa?

Es el azúcar de la fruta, y es uno de los edulcorantes más habituales en la industria alimentaria. Es el azúcar usado en refrescos y zumos, por ejemplo. Aporta un poder edulcorante superior al de los otros azúcares, la glucosa o la sacarosa.

¿Por qué decidieron estudiar la relación entre la fructosa, precisamente, y la actual epidemia de obesidad?

Quienes se dedican al estudio de la acción de fármacos hipolipemiantes usan como modelo experimental, entre otros, ratas alimentadas con fructosa. Estos animales desarrollan toda una serie de alteraciones metabólicas, como hipertensión, hígado graso o resistencia a la insulina, entre otros, llegando a aparecer diabetes y obesidad, es decir, algo muy parecido al llamado «síndrome metabólico» en humanos. El mecanismo por el cual la fructosa produce estas alteraciones en los animales de experimentación no se conoce con exactitud. Por otra parte, en los últimos 20 o 30 años se ha visto que el aumento de la obesidad en el mundo desarrollado ha coincidido con el uso extendido de la fructosa por parte de la industria alimentaria.

Es decir, ustedes se fijaron en la fructosa porque estaba ya en el punto de mira.

Pero en los estudios epidemiológicos en humanos sólo se pueden hacer asociaciones, no es posible demostrar una relación causa-efecto. Así que nosotros hicimos el estudio con ratas alimentadas con fructosa, comparándolas con otras alimentadas con glucosa. Investigamos la diferencia entre ambos azúcares.

¿Qué encontraron?

Que realmente hay diferencias. Un grupo de ratas bebió un líquido con un 10% de glucosa, y el otro grupo, con un 10% de fructosa. Todas las ratas bebieron la misma cantidad. Pero, a pesar de que el consumo energético era prácticamente el mismo, los animales que tomaban glucosa no tuvieron alteraciones del metabolismo, y los que tomaron fructosa, sí.

¿Por qué la fructosa sí y la glucosa no?

«El riesgo de un consumo excesivo estaría sobre todo en los refrescos y en los zumos envasados»

Todos los organismos tienen un sistema de compensación que hace que si una noche has cenado mucho, al desayuno se quiera comer menos. Se basa en la sensación de saciedad. Lo que nosotros hallamos fue que cuando los animales tomaban fructosa ese mecanismo no funcionaba adecuadamente. Mientras que las ratas que tomaban glucosa compensaban en la siguiente comida, las otras no. La saciedad es un proceso controlado por diversas hormonas, pero vimos que estaba afectada especialmente una, la leptina.

Ha dicho que ambos grupos de animales bebieron lo mismo. Pero si unos «compensaron» no pudo ser así…

Bebieron lo mismo y por tanto ingirieron cantidades equivalentes de energía en los líquidos, pero compensaban (las que lo hacían) con la comida sólida. Es interesante que hayamos observado este efecto con fructosa en líquidos, porque los estudios epidemiológicos en humanos indican que la fructosa es más perjudicial cuando se toma como líquido.

O sea, que los líquidos con glucosa no engordan y los que tienen fructosa sí.

Bueno, siempre hay que tener en cuenta la cantidad. Si se toman cantidades exageradas de cualquier azúcar se acaba teniendo un exceso de energía que el organismo no quema, y eso es lo que está pasando en la sociedad actual. Ahora bien, lo que nosotros vemos es que, ingiriendo la misma cantidad de energía, la alteración metabólica es mucho más marcada cuando esa energía se ha tomado en forma de fructosa.

¿Y cuando la fructosa se «come», como un sólido, no tiene ese efecto?

No. Aunque volvemos a las cantidades: si se come de forma exagerada se acaba engordando.

¿Hay una estimación de en qué porcentaje altera más el metabolismo la fructosa que la glucosa?

Lo que se sabe es que hay más trastorno metabólico en quienes consumen bebidas con fructosa.

Está claro con los refrescos. Pero ¿y los zumos naturales de fruta?

Ya se están dando recomendaciones para no sustituir la pieza de fruta comida por un zumo, aunque sea natural. Pensamos que debe tener que ver con que al tomar la fruta entera se come también la fibra que contiene, no sólo el líquido. La fibra modula mucho la absorción de los componentes y ayuda a que se metabolicen mejor los alimentos. Seguramente un zumo de naranja con toda la pulpa no se diferenciará mucho de una naranja entera, pero si el zumo se filtra muy bien, pues…

De todas formas no es probable que alguien se prepare 20 zumos naturales al día.

Claro, el riesgo de un consumo excesivo estaría sobre todo en los refrescos y en los zumos envasados.

¿Saben por qué la fructosa líquida tiene ese efecto sobre el sistema de saciedad?

Aún no, estamos estudiándolo.

¿Cómo supieron que estaba afectada la leptina?

Lo que hicimos fue valorar los niveles de esta hormona en sangre, y también los marcadores que indican su actividad en los tejidos. Por ejemplo, la leptina incide sobre los niveles de ácidos grasos en el hígado: los animales que tomaban fructosa tenían mucha leptina, pero no oxidaban los ácidos grasos, es decir, no quemaban la grasa. Los animales mostraban una resistencia al efecto de la leptina.

CONFIRMACIÓN EXPERIMENTAL DE UNA OBSERVACIÓN

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No es posible extrapolar directamente a humanos los resultados obtenidos en ratas, ni siquiera aunque el metabolismo de ambos organismos sea parecido. «Pero lo que hemos observado concuerda perfectamente a lo que se viene observando que ocurre en humanos en los últimos años», explica Juan Carlos Laguna, catedrático de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona.

La fructosa se usa para endulzar refrescos desde los años 70 en EEUU y en la Unión Europea, y eso ha coincidido con la epidemia de obesidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en 2015 haya unos 2.300 millones de adultos con sobrepeso, y más de 700 millones con obesidad.

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