El grupo dirigido por Juan Carlos Laguna Egea, catedrático de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, acaba de publicar en la revista Hepatology un estudio sobre los efectos del consumo de fructosa en líquidos. Sus resultados podrían estar aportando una de las claves para entender la actual epidemia de obesidad en el mundo desarrollado: el consumo en grandes cantidades de bebidas endulzadas con fructosa, como los refrescos, produce las alteraciones metabólicas típicas de la obesidad.
Es el azúcar de la fruta, y es uno de los edulcorantes más habituales en la industria alimentaria. Es el azúcar usado en refrescos y zumos, por ejemplo. Aporta un poder edulcorante superior al de los otros azúcares, la glucosa o la sacarosa.
Quienes se dedican al estudio de la acción de fármacos hipolipemiantes usan como modelo experimental, entre otros, ratas alimentadas con fructosa. Estos animales desarrollan toda una serie de alteraciones metabólicas, como hipertensión, hígado graso o resistencia a la insulina, entre otros, llegando a aparecer diabetes y obesidad, es decir, algo muy parecido al llamado «síndrome metabólico» en humanos. El mecanismo por el cual la fructosa produce estas alteraciones en los animales de experimentación no se conoce con exactitud. Por otra parte, en los últimos 20 o 30 años se ha visto que el aumento de la obesidad en el mundo desarrollado ha coincidido con el uso extendido de la fructosa por parte de la industria alimentaria.
Pero en los estudios epidemiológicos en humanos sólo se pueden hacer asociaciones, no es posible demostrar una relación causa-efecto. Así que nosotros hicimos el estudio con ratas alimentadas con fructosa, comparándolas con otras alimentadas con glucosa. Investigamos la diferencia entre ambos azúcares.
Que realmente hay diferencias. Un grupo de ratas bebió un líquido con un 10% de glucosa, y el otro grupo, con un 10% de fructosa. Todas las ratas bebieron la misma cantidad. Pero, a pesar de que el consumo energético era prácticamente el mismo, los animales que tomaban glucosa no tuvieron alteraciones del metabolismo, y los que tomaron fructosa, sí.
«El riesgo de un consumo excesivo estaría sobre todo en los refrescos y en los zumos envasados»
Todos los organismos tienen un sistema de compensación que hace que si una noche has cenado mucho, al desayuno se quiera comer menos. Se basa en la sensación de saciedad. Lo que nosotros hallamos fue que cuando los animales tomaban fructosa ese mecanismo no funcionaba adecuadamente. Mientras que las ratas que tomaban glucosa compensaban en la siguiente comida, las otras no. La saciedad es un proceso controlado por diversas hormonas, pero vimos que estaba afectada especialmente una, la leptina.
Bebieron lo mismo y por tanto ingirieron cantidades equivalentes de energía en los líquidos, pero compensaban (las que lo hacían) con la comida sólida. Es interesante que hayamos observado este efecto con fructosa en líquidos, porque los estudios epidemiológicos en humanos indican que la fructosa es más perjudicial cuando se toma como líquido.
Bueno, siempre hay que tener en cuenta la cantidad. Si se toman cantidades exageradas de cualquier azúcar se acaba teniendo un exceso de energía que el organismo no quema, y eso es lo que está pasando en la sociedad actual. Ahora bien, lo que nosotros vemos es que, ingiriendo la misma cantidad de energía, la alteración metabólica es mucho más marcada cuando esa energía se ha tomado en forma de fructosa.
No. Aunque volvemos a las cantidades: si se come de forma exagerada se acaba engordando.
Lo que se sabe es que hay más trastorno metabólico en quienes consumen bebidas con fructosa.
Ya se están dando recomendaciones para no sustituir la pieza de fruta comida por un zumo, aunque sea natural. Pensamos que debe tener que ver con que al tomar la fruta entera se come también la fibra que contiene, no sólo el líquido. La fibra modula mucho la absorción de los componentes y ayuda a que se metabolicen mejor los alimentos. Seguramente un zumo de naranja con toda la pulpa no se diferenciará mucho de una naranja entera, pero si el zumo se filtra muy bien, pues…
Claro, el riesgo de un consumo excesivo estaría sobre todo en los refrescos y en los zumos envasados.
Aún no, estamos estudiándolo.
Lo que hicimos fue valorar los niveles de esta hormona en sangre, y también los marcadores que indican su actividad en los tejidos. Por ejemplo, la leptina incide sobre los niveles de ácidos grasos en el hígado: los animales que tomaban fructosa tenían mucha leptina, pero no oxidaban los ácidos grasos, es decir, no quemaban la grasa. Los animales mostraban una resistencia al efecto de la leptina.
No es posible extrapolar directamente a humanos los resultados obtenidos en ratas, ni siquiera aunque el metabolismo de ambos organismos sea parecido. «Pero lo que hemos observado concuerda perfectamente a lo que se viene observando que ocurre en humanos en los últimos años», explica Juan Carlos Laguna, catedrático de Farmacología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona.
La fructosa se usa para endulzar refrescos desde los años 70 en EEUU y en la Unión Europea, y eso ha coincidido con la epidemia de obesidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que en 2015 haya unos 2.300 millones de adultos con sobrepeso, y más de 700 millones con obesidad.