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Esta vuelta al cole en el territorio palestino ocupado está marcada por la violencia y la incertidumbre. En la Franja de Gaza, decenas de miles de niños y niñas refugiados de Palestina no pueden regresar a las aulas con normalidad: la destrucción, el desplazamiento forzoso y el miedo les arrebatan un derecho tan básico como la educación. En Cisjordania, más de 46.000 alumnos y alumnas de UNRWA inician el curso en un contexto de creciente inestabilidad, restricciones de movimiento y graves desplazamientos. Mientras que en Jerusalén Este, no tienen acceso a sus colegios de UNRWA porque las autoridades israelíes las mantienen cerradas. La escuela, que debería ser un espacio seguro, se ve amenazada cada día por el impacto del conflicto.
Así son las escuelas de UNRWA
Aun así, y pese a estos enormes desafíos, los profesionales de UNRWA no han dejado de abrir las puertas del aprendizaje. En Siria, Líbano y Jordania, los equipos educativos —muchos de ellos también refugiados de Palestina— ya han dado una calurosa bienvenida al alumnado. Su compromiso garantiza que miles de niños y niñas puedan comenzar el curso con algo tan valioso como la esperanza de seguir aprendiendo.
Durante los próximos meses, el alumnado recibirá clases de matemáticas o árabe, pero también apoyo psicosocial y actividades recreativas que les ayuden a sobrellevar el peso del conflicto y el trauma.

Porque las escuelas de UNRWA son mucho más que aulas: en medio de la violencia y la incertidumbre, representan uno de los pocos espacios seguros donde los niños y niñas refugiados de Palestina pueden sentirse protegidos, recuperar la calma y aferrarse a la posibilidad de un futuro más digno y esperanzador.
“La vida aquí no es fácil. Hay pocas oportunidades y muchos desafíos, pero cada día nos levantamos con sueños más grandes que los muros que nos rodean”, explica Jana Amjad Ibraheem, alumna de noveno grado de la escuela de UNRWA en el campamento de Jerash, en Jordania.
📚 Alumnado esperanzado y con pasión
En muchas ocasiones los estudiantes refugiados de Palestina sufren circunstancias muy particulares. Pueden haber vivido desplazamientos y violencia, haber perdido a seres queridos o sobrevivir bajo el umbral de la pobreza. En los duros contextos de los campamentos de las personas refugiadas de Palestina, la educación es fundamental para el futuro de las generaciones más jóvenes. “Estudiamos con pasión, trabajamos con un propósito”, añade la estudiante.
Los alumnos y alumnas refugiados de Palestina encuentran en las escuelas de UNRWA un lugar donde soñar y esa también es su motivación para levantarse cada día, coger sus libros e ir a la escuela. “No le pedimos al mundo que nos abra las puertas, construimos las nuestras y las cruzaremos con orgullo, porque no nacimos para esperar milagros. Nacimos para convertirnos en ellos”, asegura emocionada Jana Al-Duhainy, alumna de UNRWA en Jordania.

📚 Docentes que motivan e inspiran
Es importante para entender la importancia de la educación de UNRWA que los equipos educativos de la Agencia están formados en su mayoría por personas refugiadas de Palestina, que también han pasado por esas escuelas y saben la importancia de formar y educar. Por ello, y a pesar de todas las dificultades a las que se enfrentan, trabajan para brindar al alumnado esas oportunidades que les harán avanzar y para arroparles cuando más lo necesitan.
“Amo a mi profesora de matemáticas porque simplemente me animó y me hizo creer en mí misma y en mis habilidades. Solía ponerme muy nerviosa, pero ella me ayudó a disipar ese miedo”, asegura Qamar, alumna de la escuela de UNRWA en el campamento de Mar Elías, en Líbano.
En definitiva, cada nuevo curso en las escuelas de UNRWA simboliza mucho más que una vuelta a las clases: es una afirmación de esperanza frente a la injusticia y una apuesta por el futuro de la infancia refugiada de Palestina. Pese a vivir en condiciones extremadamente duras, estos niños y niñas siguen levantándose cada día con sus libros en la mano. Su resiliencia es admirable, pero no debería ser una condición para acceder a un derecho tan básico como la educación, también en Gaza, donde miles de estudiantes siguen privados de ella. Garantizar ese derecho es responsabilidad de la comunidad internacional y una deuda pendiente con ellos y ellas.


