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Bayan Iqtait es activista en movimientos juveniles de Cisjordania. Ha estudiado en la Universidad Politécnica de Palestina y ahora también es agricultora. Ha creado una granja ecológica, donde produce verdura, pero encara retos como la falta de recursos hídricos, un problema generalizado en la zona.
El problema del agua
“En nuestra granja nos enfrentamos a grandes retos, entre ellos la escasez de agua, la dificultad de comercialización y el acceso a mercados debido a las duras condiciones que atravesamos”, cuenta Bayan. “Tenemos un problema con el agua, porque nuestras zonas sufren escasez debido a la insuficiencia de las lluvias invernales. Al mismo tiempo, tenemos que comprar el agua para cultivar y para sobrevivir, lo cual supone un alto coste para mí y mi granja, ya que el precio del recurso es muy elevado”, añade.
La falta de recursos hídricos no es causada solo por las escasas lluvias. “La ocupación israelí limita nuestro acceso a las fuentes de agua y la perforación de pozos artesanos, porque se considera que todo lo que está por encima y por debajo del suelo es de su propiedad, lo que nos dificulta la perforación de estos pozos”, explica la joven.

Desde octubre de 2023, Bayan ha visto crecer la larga lista de problemas a los que hace frente día a día para sacar adelante su negocio. Debido al aumento de la violencia en Cisjordania, incluida Jerusalén Este, de las restricciones de movimiento y de los cierres de carreteras, ahora le resulta mucho más complicado llevar sus productos a los centros de comercialización. Este es el nuevo problema que debe asumir y que tiene consecuencias directas en la rentabilidad económica de la venta de sus verduras.
Una granja, un negocio, un espacio educativo
Pero a pesar de todos estos problemas, la joven agricultora no se rinde y se mantiene firme en su propósito de hacer de su granja un foco de esperanza y resiliencia. Y no solo para ella, sino también para su comunidad. “Mi sueño es convertir este proyecto en una empresa joven líder en el ámbito de la agricultura ecológica, del procesamiento de alimentos y también en la formación”, reconoce.

La granja de Bayan, llamada Enviromental Farm, es un proyecto que, además, de producir verduras, ha sido diseñado para la formación de jóvenes en la agricultura ecológica y en la concienciación sobre el cuidado de la tierra. “En nuestra finca tenemos también una sección que llamamos granja educativa, donde enseñamos los principios de la agricultura sostenible y respetuosa con el medio ambiente”, revela.
Esta joven de Cisjordania es todo un ejemplo de superación. “La granja es un modelo para animar a las y los jóvenes a tener una meta y determinación para alcanzarla”, dice. A pesar de retos como la escasez de agua, ha sido capaz de crear un negocio rentable y que enseñe a otras personas a trabajar la tierra.
Las mujeres palestinas en la agricultura
El caso de Bayan no es aislado. Las mujeres palestinas han sido y son quienes trabajan en el sector agrícola. Según estadísticas oficiales, más del 70 % del trabajo en agricultura en Palestina lo realizan mujeres. Además de trabajar la tierra en las diferentes fases, también animan, guían y enseñan a otras a hacerlo. El sector agrícola constituye uno de los más importantes para el empoderamiento económico femenino en Palestina.
En UNRWA trabajan para apoyar el talento de las mujeres refugiadas de Palestina, a través de formación y de microcréditos para la creación de negocios, de manera que favorezca su independencia económica y la creación de empleo en comunidades. Pero nada de esto tendría sentido sin su determinación. Las mujeres refugiadas de Palestina son defensoras de la tierra. Mujeres que cultivan la tierra, la memoria y el futuro.
“Las jóvenes somos capaces de generar un cambio, dejar nuestra huella en la sociedad y marcar la diferencia”, asegura Bayan. Y eso es precisamente lo que ha hecho ella. Se ha convertido en un agente de cambio y esperanza y en una referente para muchas personas.