Acuicultores de ocho comunidades se unen para intentar lograr la cría en cautividad del pulpo

Buscan garantizar el tránsito de las larvas al estadio de juveniles y hallar la dieta adecuada para su supervivencia
Por EROSKI Consumer 26 de octubre de 2003

Se trata de un nuevo proyecto de la acuicultura española. Los acuicultores de todo el mundo llevan años intentado controlar la cría en cautividad del pulpo, pero siempre han tropezado en la misma piedra: la nula supervivencia de las larvas. Ahora, equipos de ocho comunidades autónomas españolas trabajan conectados para dar con las claves que permitan la cría en cautividad del pulpo común (octopus vulgaris) y, a medio plazo, su explotación comercial a escala industrial.

El pulpo lo tiene todo para triunfar en la acuicultura: valor mercantil y aprecio de los consumidores nacionales y foráneos, fecundidad elevada y crecimiento rápido. Pero los biólogos marinos de Galicia, Asturias, Andalucía, Baleares, Canarias, Cataluña, Murcia y Valencia, que trabajan en la reproducción en cautividad del pulpo, aún luchan por garantizar el delicado tránsito de las larvas al estadio de juveniles y hallar la dieta adecuada para su supervivencia.

«Es complicado porque tiene unos requerimientos nutricionales completamente distintos a los de los peces. Había falta de información en moluscos cefalópodos y las experiencias que se han ido haciendo no son de un mes, son de hacer un cultivo larvario en la época de puesta y si no funciona, pues hay que esperar al año siguiente, a la próxima puesta. Es una investigación lenta», explica José Iglesias Estévez, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y coordinador nacional del proyecto

Pese a todo, Iglesias Estévez se muestra optimista. Su equipo, y también el del centro de Experimentación Pesquera de Gijón, han visto cómo la mortalidad total de los primeros años -desde 1995- ha dado paso a unas tasas de supervivencia de las larvas de hasta un 20% en laboratorio. Lejos aún del salto a la cría comercial, pero «es un buen punto de partida».

La alimentación es crucial. Los «pulpitos» no comen cualquier cosa, y los equipos trabajan en la definición de un menú específico y compatible con la cría futura en cautividad, bien en granjas en tierra o en jaulas marinas equiparables a las bateas mejilloneras. Las larvas de pulpo son voraces y en su primer mes de vida se alimentan de presas vivas, larvas de crustáceos. Si sobreviven, engordan luego a gran velocidad con una dieta de cangrejos y pescado. La cuestión es cómo habituarlos desde sus primeros días al alimento inerte.

«Aún estamos mezclando alimentación a base de crustáceos, peces, y la idea final es hacer triturados, liofilizados, es decir, elaborar un pienso adecuado para que esa supervivencia se logre a mayor escala y sin dependencia inicial de organismos vivos», explica Iglesias.

Si se solventa el problema principal, la elevada fecundidad del pulpo y su fácil apareamiento en cautividad harán el resto. Una hembra puede poner entre 200.000 y 600.000 huevos, «así que con un mínimo de supervivencia, un 10% durante la fase crítica, ya habría posibilidad de hacer grandes granjas en tierra de engorde de juveniles». Será más pronto que tarde, aseguran los expertos sin atreverse a poner plazos. El pulpo seguiría así la senda de otras especies marinas, como el rodaballo, plenamente instaladas en la acuicultura industrial, o el besugo, cuya explotación arranca tímidamente tras un lustro largo de investigación en laboratorio.

La última especie en llegar a la acuicultura es el centollo. El proyecto del IEO de Vigo tiene poco más de dos años y ya se han constatado ventajas -reproducción no problemática y tasas de supervivencia de un 10 o un 15% en fase larvaria- e inconvenientes, una mortalidad importante durante la muda y canibalismo.

Muchos consumidores se preguntarán ahora: ¿Sabrán los pulpos y centollos de vivero igual que los del mar? «Eso va a depender del pienso que se les dé», replica Iglesias. «Cuando investigamos con una especie hacemos nuestro propio pienso húmedo con harina de pescado, pescado, aceite de hígado de bacalao, complejos vitamínicos y minerales. Así es casi imposible diferenciar uno cultivado de uno del mar. Pero después las empresas comerciales elaboran su propio pienso, y ahí sí puede variar el sabor».

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