Chile logra criar por primera vez merluzas en granja para abastecer a Europa

Los peces crecen cuatro veces más rápido que en la mar
Por EROSKI Consumer 19 de octubre de 2002

Técnicos chilenos han conseguido, por primera vez, criar merluzas en cautividad de forma rentable. Tras haber invertido dos millones de euros desde 1997, el Laboratorio de Investigación y Desarrollo Tecnológico para el Cultivo de Peces Marinos de la Fundación Chile, que se encuentra en la zona costera de Quillaipe, a 25 kilómetros de Puerto Montt, ha logrado producir ejemplares juveniles que, con doce meses de edad, pesan ya 230 g de promedio. En el Cantábrico, un ejemplar joven tardaría de dos a tres años en alcanzar ese peso.

La iniciativa ha venido provocada por el descenso de capturas de merluza en todo el mundo, consecuencia de la sobrepesca. Si en los años 80 Chile exportaba al mercado español unas 80.000 toneladas anuales, diez años después esta cifra se redujo a 20.000 toneladas. «El motivo principal -reconocen en la Fundación Chile- ha sido el significativo descenso de las capturas de la merluza australis en Chile y en otras partes del mundo. La merluza española tiene un valor de mercado significativo y es una especie muy valorada por los consumidores, debido a su fina carne blanca».

Granjas en los fiordos

Alberto Augsburger, director del proyecto, confirma que «los centros de crecimiento y engorde en el mar se proyectan en la zona sur austral del país. Allí existen lugares adecuados para instalar centros de cultivo, esto es, áreas protegidas entre los fiordos y canales, temperaturas adecuadas entre 10 y 16 grados, aguas limpias, oxigenadas y con corrientes».

La investigación comenzó con la captura de reproductores en alta mar, a los que se indujo en laboratorio a producir huevas y esperma. Los óvulos -por miles- fueron fecundados artificialmente. Las larvas se alimentaron en cubetas hasta que alcanzaron los 10 g de peso. Hoy, cada ejemplar se acerca ya al cuarto de kilo de peso.

Estos juveniles de merluza serán transportados de sus piscinas de cría a jaulas hundidas en los fiordos, donde serán alimentados artificialmente con una comida «similar a la de los salmones, con mayor cantidad de proteína y menos lípidos», asegura Augsburger.

El proceso se completará a los 26 meses, cuando los ejemplares alcancen 2,5 kilos de peso. Tras ser sacrificados llegarán en avión a Foronda, el principal puerto pesquero del Cantábrico, o a otros centros de distribución. «En nuestra zona, una merluza con ese peso tiene de 7 a 8 años de edad», explica Lorenzo Motos, jefe de Área de Especies de Mersales en el Instituto Tecnológico Pesquero y Alimentario del País Vasco (Azti).

No es sólo que los chilenos hallan logrado merluzas de piscifactoría, sino que han conseguido que alcancen su pleno desarrollo en poco más de dos años. «El crecimiento en cultivo es cuatro veces más rápido que en el medio natural», sostiene Eduardo Bitran, director de la Fundación Chile.

La última fase, que cerraría el ciclo de reproducción en cautividad de la merluza, consistiría en obtener los machos y hembras de cría en las propias jaulas de explotación, sin necesidad de capturarlos en el océano.

Hoy en día los biólogos están en condiciones de lograr la reproducción en laboratorio de prácticamente cualquier especie marina, según confirma Paulino Motos. De hecho, Carlos Fernández Pato, doctor en Biología en el Instituto Español de Oceanografía en Santander, ha sacado adelante en su centro adultos de merluza. La cuestión es hacer rentables producciones gigantescas. Los chilenos aseguran haberlo logrado. De hecho, detrás de su proyecto se encuentra la empresa como Pescachile (del Grupo Pescanova).

«Investigar es carísimo»

La Fundación Chile considera que el kilo de merluza de piscifactoría chilena rondará los dos euros por kilo para el mayorista. El director del proyecto, Alberto Augsburger, cree que la disminución de «la oferta por la sobreexplotación de la pesquería podría significar un aumento de los precios» de la merluza. En concreto, Chile pretende hacer llegar unas 50.000 toneladas de merluza en fresco y una cantidad similar de filete congelado a los mercados españoles en los próximos años.

El mismo equipo que ha logrado cultivar la merluza está detrás de las explotaciones chilenas de salmón, que han convertido a ese país en el segundo productor mundial, tras Noruega, con unas ventas de mil millones de euros.

«Investigar en nuevos productos es carísimo», resume Soledad Álvarez-Guerra, directora comercial de Tinamenor, una empresa cántabra dedicada a la piscicultura que, en 2000, facturó 2.300 millones de pesetas. En sus instalaciones cantábricas y canarias se crían y venden más de 12 millones de alevines de lubina, rodaballo y dorada así como cinco especies de almejas y ostras. Álvarez-Guerra admite que su empresa tiene abiertas líneas de investigación en lenguado y que se prepara para producir corvina y pulpo, especies de demanda creciente. «Y la merluza, por su cuota de mercado, es un pescado muy interesante», dice. La diversificación es un signo de estos tiempos, cuando el 30% del pescado fresco consumido procede de piscifactorías. «Hoy, cuatro de cada cinco doradas son de criadero», resume Álvarez-Guerra, buena conocedora de la dificultad para criar nuevas especies. «Es como desarrollar una ganadería en el mar», dice. «¿Problemas? Desconocemos muchos hábitos del pescado». En Chile ya han logrado resolver algunos.

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