Mis hijos no aceptan a mi pareja, ¿qué hago?

El proceso que los niños experimentan para adaptarse a su nueva realidad familiar dura, por lo general, entre dos y cuatro años
Por Cristian Vázquez 7 de marzo de 2016
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Imagen: CandyBoxImages

Presentar a los hijos una nueva pareja constituye una situación delicada. A menudo, la primera sensación que los niños experimentan es de rechazo, ya que ven en esa persona a un intruso que llega para, de pronto, inmiscuirse en sus vidas. Por eso resulta fundamental acompañar a los pequeños en el proceso de adaptación a esa nueva realidad que les toca vivir. Este artículo ofrece consejos y recomendaciones de expertos acerca del cuidado y tacto necesario para esta etapa, cuándo es conveniente presentar la nueva pareja a los hijos y qué hacer en caso de que estos no la acepten.

Nuevas parejas, nuevos miembros de la familia

Si hasta hace no tanto tiempo las familias que se salían del modelo tradicional (pareja heterosexual e hijos) eran una excepción, ahora son muchas más, y la tendencia indica que cada vez más. Los cambios tienen que ver con varios factores, desde la propia constitución de la familia (monoparentales, reconstituidas, binucleares -cuando los pequeños viven de manera alternada con ambos progenitores-, homosexuales) hasta los roles que cada miembro desempeña y la mayor expresividad afectiva que se plantea entre adultos y niños.

Un momento particular en muchas de estas historias familiares se produce cuando uno de los progenitores debe presentar a los hijos a su nueva pareja. Es una situación que genera muchas dudas acerca de cuándo hacerlo, de qué manera, cómo se debe afrontar y, sobre todo, qué hacer si los pequeños no aceptan a esa persona en sus vidas.

Tacto y cuidado para presentar la nueva pareja a los niños

En primer lugar, hay que tener presente que, para el niño, la noticia de que su madre o su padre tiene una nueva pareja es negativa, ya que representa el final de su deseo más grande (consciente o inconsciente): que sus padres estén juntos de nuevo. Por ello, es importante tener claro que en estos casos «hay una pérdida más o menos implícita o explícita, ya que supone una nueva unión tras la ruptura o culminación de una familia anterior«, tal como lo explica Jésica Rodríguez Czaplicki, psicóloga perinatal y psicopedagoga, miembro de la Asociación Española de Psicología Perinatal (AEPP). En este sentido, añade la especialista, «es de vital importancia que los adultos que componen esta nueva familia tengan un especial tacto y cuidado a la hora de hacer partícipes a los menores de la nueva situación».

Los pequeños, a menudo, deben atravesar una especie de duelo por la pérdida de la familia anterior. La nueva pareja de sus progenitores es un «extraño» que de pronto aparece en su vida y que los niños pueden ver como «alguien que pretende sustituir al progenitor ausente». El reto, afirma Rodríguez Czaplicki, es lograr «la ganancia de confianza de los pequeños, bien hacia los adultos, bien hacia la familia como unidad».

¿Cuándo se debe presentar la nueva pareja a los niños?

No hay un plazo establecido después del cual sea conveniente presentar a la nueva pareja a los niños, pero sí es fundamental respetar ciertos tiempos: que la presentación se realice cuando la nueva relación tenga ya una cierta estabilidad, que esté mínimamente afianzada. De lo contrario, el menor podría conocer a varias parejas temporales de su padre o su madre, lo cual generaría en él sensaciones como desconcierto, desconfianza e inseguridad.

Además, la introducción de la nueva pareja en la vida del niño se debe efectuar «de forma gradual, permitiendo al pequeño un conocimiento de esta persona, un vínculo de cercanía y confianza». Un documento de la Asociación Estadounidense de Psicología, citado por la Asociación Española de Pediatría (AEP), aconseja además que ese vínculo comience con muestras de afecto verbal (como elogios y cumplidos), en lugar de cercanía física (besos y abrazos).

El mismo texto recomienda también que el sitio de la nueva pareja de la madre o el padre del menor sea, en principio, el de «consejero o amigo», sin dar órdenes o tratar de imponer disciplina. Esa persona, desde su posición de padrastro o madrastra, podrá ejercer también un rol de educador cuando haya forjado con el niño un vínculo sólido.

Algo que se debe evitar siempre y bajo cualquier circunstancia es hablar mal o en contra del progenitor que no está presente. Esta actitud, según la AEP, «puede dañar la autoestima del niño y ponerlo en posición de defensa». Por el contrario, las alusiones hacia el padre o la madre que no está deben ser, en todo momento, de absoluto respeto.

Y si el niño no acepta a la nueva pareja, ¿qué hacer?

Es posible que la primera reacción de los hijos ante esta situación sea de rechazo. Rodríguez Czaplicki, que también es miembro de la asociación El Parto es Nuestro-, señala que esto «es comprensible porque en ese duelo por la ruptura de su esquema familiar aparece una nueva persona que, según su interpretación, va a ocupar el lugar de su progenitor». Por eso, es clave dejar claro al pequeño que «nadie suple a nadie», además de acompañarlo con respeto en su propio proceso de adaptación.

Este proceso puede ser más o menos extenso. Según la AEP, «en las mejores condiciones puede durar entre dos y cuatro años«. En cualquier caso, hay que dar al niño el tiempo que necesite. De ninguna manera se debe intentar «imponer el afecto», enfatiza la experta. «No se deben usar mensajes que transmitan una ‘necesidad’ de querer a la nueva pareja y, desde luego, tampoco recurrir a chantajes, aunque sean en positivo, en forma de regalos y halagos», puntualiza.

Si el rechazo del pequeño persiste, el progenitor debería dedicar mucho tiempo a hablar con él acerca de sus preocupaciones, inquietudes, dudas y temores. Y hablar también de esa persona, la pareja que, poco a poco, el niño debería comenzar a sentir como un nuevo miembro de la familia. Hay que tratar de que el hijo piense, dice Rodríguez Czaplicki, si lo que le causa malestar es esa persona en sí misma o, como sucede con mayor frecuencia, la situación.

La AEP añade que, en caso de encontrar dificultades mayores en la adaptación, «es recomendable consultar con un psicólogo o psiquiatra infantil«.

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