Si mi hijo padece de apendicitis, ¿cómo me daré cuenta?

Los síntomas más frecuentes son dolor abdominal, fiebre, pérdida de apetito, náuseas y vómitos
Por Cristian Vázquez 2 de mayo de 2016
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Imagen: rutchapong

El apéndice es un órgano “misterioso”: si tiene alguna función, la ciencia hasta ahora no ha podido determinar cuál es. Sin embargo, a una de cada diez personas en algún momento de su vida se le inflama y es necesario extirpárselo. Los padres deben estar atentos a los síntomas de la apendicitis en sus hijos para diagnosticarlo y tratarlo a tiempo y, de ese modo, evitar complicaciones como la peritonitis. Este artículo explica algunas de las causas de este problema, cómo darse cuenta de que el niño lo padece y detalles sobre su diagnóstico, tratamiento y posterior recuperación.

La apendicitis, un problema con causas poco claras

La apendicitis consiste en la inflamación del apéndice, un pequeño trozo de tejido ubicado entre los intestinos grueso y delgado, cuya función -si es que la tiene- los científicos aún no han podido determinar. Tampoco está claro por qué se produce la inflamación. En ciertos casos se debe a una obstrucción con restos de comida o heces, en otros, a una infección del aparato digestivo.

Según las estimaciones de los especialistas, una de cada diez personas sufre de apendicitis en algún momento de su vida. Si bien puede ocurrir a cualquier edad, es más frecuente en la franja comprendida entre los 10 y 30 años. Y, según el ‘Manual de urgencias en pediatría‘ editado por Hospitales Universitarios Virgen del Rocío y la Junta de Andalucía, hay un pico de incidencia entre los 11 y los 12. Por debajo de la edad escolar es infrecuente, como también excepcional antes de los dos años de vida.

Los síntomas: cómo darse cuenta de que el niño tiene apendicitis

Casi siempre, el primer síntoma de la apendicitis es el dolor abdominal. «Comienza alrededor del ombligo y, con el tiempo, se va desplazando hacia la parte inferior derecha del abdomen, a la vez que se hace más intenso», explica el pediatra David Pérez Solís en un artículo publicado por la Asociación Española de Pediatría (AEP). Más tarde, los síntomas frecuentes son pérdida de apetito, náuseas, vómitos y fiebre.

En general, es probable que primero se piense en una infección gastrointestinal, algo que en los menores es bastante común. Sin embargo, cuando el problema radica en el apéndice, «el niño puede tener dolor al caminar, al moverse o al presionar esa zona del abdomen», apunta un texto de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). El pequeño «tiende a quedarse quieto -añade-, con frecuencia tumbado sobre uno de los lados y con las piernas encogidas sobre el abdomen».

Los niños pequeños tienen menos probabilidades de sufrir apendicitis, pero una desventaja: los síntomas son más difíciles de identificar. A menudo, se resumen en vómitos y abdomen distendido (hinchado). Un estudio realizado por especialistas del Hospital Universitario Niño Jesús (Madrid) determinó que estas dificultades para identificar estos signos, junto con una evolución más rápida de la infección a esas edades, hacen que los preescolares con apendicitis aguda tengan «una mayor incidencia de perforaciones, peritonitis y complicaciones». Por ello, conviene prestar atención en estas situaciones.

Diagnóstico y tratamiento de la apendicitis

Ante las señales y la sospecha de que el niño presenta un cuadro de apendicitis, el médico puede pedir diferentes estudios, como análisis de sangre y orina y radiografía o ecografía del abdomen. Sin embargo, hay casos en que ninguno de estos resultados podrá confirmar el diagnóstico, por lo que el procedimiento más efectivo sigue siendo la palpación del abdomen.

Si estas pruebas indican la existencia de apendicitis, el único tratamiento posible es la cirugía. Se extirpa el apéndice en una operación conocida como apendicectomía. Dado que se trata de un órgano sin ninguna función conocida, su pérdida no representa ningún perjuicio. Cuando se interviene y se descubre que la persona no tiene problema alguno en el apéndice (ya que los análisis diagnósticos tienen un margen de error), en general se quita de todas formas como medida -el único que hay- de prevención. En ocasiones, incluso se extirpa en otras operaciones que se realizan en la misma zona pero no tienen nada que ver con la apendicitis.

La recuperación del niño tras la extirpación del apéndice

La mayoría de las veces, la apendicectomía es una operación sencilla y el tiempo de recuperación es breve. Los cuadros más graves se derivan de un retraso en el diagnóstico o tratamiento, lo cual conduce a una perforación del apéndice y una consecuente infección, que “puede ser localizada (absceso) o generalizada (peritonitis)”, tal como explica la AEPap. Una complicación de este tipo implica una recuperación más lenta y con más días de ingreso en el hospital, con la aplicación por vía intravenosa de antibióticos para controlar la infección. Si no se trata, puede ser incluso fatal. Pero esto es excepcional.

En la mayoría de los casos, con un mínimo de atención, los padres pueden darse cuenta de si el dolor de tripa del pequeño es algo más importante que algo que le haya sentado mal, acudir al especialista a tiempo y que todo se reduzca a una breve anécdota y una cicatriz en el lado derecho de la barriga.

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