Cerca del 90 % de los adolescentes debe mejorar la calidad de su dieta

Un estudio realizado en Cataluña ve necesario llevar a cabo programas de promoción de la salud como parte integral del programa educativo de los centros escolares
Por María Huidobro González 15 de abril de 2024
adolescentes comida insana
Imagen: Pavel Danilyuk

Casi todos los adolescentes comen mal. Y ellos peor que ellas. No consumen tantos alimentos recomendados para su edad como debieran y, en cambio, abusan de los productos ultraprocesados, lo que perjudica su salud física y su salud mental. Como exponíamos en nuestro monográfico sobre obesidad infantil, urge actuar con nuestros menores para modificar esos hábitos. Pero también en el caso de los chicos y chicas entre 12 y 18 años, y de una manera especial, tal y como sugiere un estudio reciente realizado en Cataluña. En las siguientes líneas explicamos sus conclusiones y propuestas.  

De pequeños, la alimentación de los hijos depende mucho de sus padres y madres, si bien son muchas las causas del incremento de la obesidad infantil en nuestro país. De hecho, los niños y niñas son un colectivo vulnerable en el que influyen su familia, como también la industria alimentaria con sus campañas publicitarias o la escuela, por ejemplo.

Ya en adolescencia, los menores comienzan a tener un control cada vez mayor sobre sus opciones de alimentos y hábitos dietéticos. Pero aún los chicos y chicas entre 12 y 18 años son moldeables, viven todavía una etapa idónea para establecer estilos de vida saludables que pueden seguir de adultos. Y no hay que desaprovecharla. Más si nos atenemos a los resultados de un estudio publicado en la revista Nutrients con datos recogidos en el curso 2019-2020 en el marco del proyecto DESKcohort. Esta iniciativa, impulsada por UManresa (Universitat de Vic–Universitat Central de Catalunya) hace un seguimiento a estudiantes de la Cataluña Central para analizar comportamientos y necesidades que pueden afectar a diferentes aspectos sociales de su vida, educación o salud.

Qué comen los adolescentes

Y es que la alimentación de los adolescentes no es la más adecuada. La investigación, en la que participaron 7.319 estudiantes de 65 centros educativos, muestran que el 92 % de los jóvenes necesitan mejorar la calidad de su dieta. ¿Por qué? Lo que comen no se ajusta ni de lejos a lo recomendado en las guías alimentarias de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC): consumo variado diario para todo, excepto para carnes rojas, procesadas, embutidos, dulces, bollería y salados, que son de consumo opcional, ocasional y moderado.

Según lo que reconocieron los chavales consultados mediante una encuesta, esto es lo que comen los adolescentes:

  • El 94 % de los chicos y el 89 % de las chicas toman fruta, verdura, cereales, leche y derivados lácteos con menos frecuencia de lo recomendado.
  • En concreto, consumen menos de cinco porciones de frutas y verduras al día, y los chicos, incluso menos que las chicas.
  • La mayoría de los adolescentes comen carnes procesadas, dulces, refrescos y aperitivos con más frecuencia de lo recomendado.

Alimentos con menor frecuencia de consumo recomendado

ChicosChicas
Cereales81,6 88
Verduras91,288,2
Fruta78,174,8
Leche70,674,8
Frutos secos50,658,0
Legumbres38,139,6
Carne8,215,4
Pescados47,547,3
Huevos41,048,1

Como recuerdan las autoras del estudio, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) que forman parte de los grupos de investigación interinstitucionales Epi4Health y FoodLab, las carnes procesadas, los dulces y los aperitivos son alimentos ricos en grasas saturadas, sal y azúcares añadidos, por lo que la dieta de los adolescentes tiene un alto contenido energético y un bajo valor nutricional.

Las chicas se alimentan mejor

Además, las investigadoras encontraron que la calidad de la dieta tenía mucho que ver el género, el nivel de actividad física, el consumo de alcohol y tabaco, la salud autopercibida, el nivel de educación de los padres, el curso de estudios, el rendimiento académico y el abuso de móviles. Según Ester Colillas, la autora principal, “una peor calidad de la dieta se asocia a características sociodemográficas tales como ser chico, que los progenitores tengan un menor nivel educativo y tener un peor rendimiento académico. En el caso de las chicas, además, se suma como factor condicionante presentar un estado de ánimo bajo”.

De entre todos estos factores, por tanto, uno de los más destacados lo constituye el género. Y es que a pesar de que tanto los chicos como las chicas tienen una dieta de baja calidad, los datos son peores en el caso de los chicos. “Ellas son más estrictas al respecto y tienden a adoptar comportamientos dietéticos más regulares”, comentan las investigadoras, quienes también creen que esto se debe a una mayor preocupación por la relación entre dieta, salud e impacto en el cuerpo, y también por un mayor interés y conocimiento sobre cuestiones nutricionales.

Además, señalan que la asociación en las chicas entre el bajo estado de ánimo y la calidad de la dieta que observan es coherente con otros estudios, que muestran un vínculo entre el género y las motivaciones emocionales al escoger alimentos para afrontar el estrés o como consuelo cuando la persona está deprimida (hambre emocional).

La familia y otros hábitos en la alimentación de los adolescentes

Sus conclusiones también coinciden con los de otros trabajos que reconocen que un mayor nivel de estudios de los progenitores se relaciona con la adopción de conductas alimentarias más saludables, en concreto sobre el consumo de frutas y verduras. En ese sentido, las investigadoras recuerdan que los ingresos económicos más altos que suelen caracterizar a las personas con estudios superiores favorecen que estas familias puedan proporcionar opciones de alimentación más saludables para sus hijos, así como vivir en sectores más comprometidos con una alimentación más saludable.

De hecho, el estatus económico también es un factor clave en el fomento de ejercicio físico en los menores, como hemos señalado en este artículo. Y el incumplimiento de recomendaciones sobre actividad física, así como otros hábitos nada saludables, como el consumo de alcohol y tabaco y el uso problemático de tecnologías como el móvil, se relacionan en el estudio comentado con una peor calidad de la dieta de los jóvenes.

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Imagen: Tim Samuel

Cómo mejorar la dieta de los adolescentes

Para mejorar la calidad de la dieta de los adolescentes, las investigadores consideran que es necesario aumentar el consumo de verduras, frutas, cereales (preferiblemente entero) y disminuir el consumo de carnes procesadas, dulces, refrescos y aperitivos. “La diversificación de las fuentes proteicas en favor del consumo de legumbres, pescados o huevos podría contribuir a una disminución del consumo de carne y carne procesada, con mayores beneficios para la salud y la sostenibilidad, y también estaría más alineada con el patrón dietético mediterráneo”, apuntan.

Pero ¿cómo originar ese cambio? En sus conclusiones señalan que debe hacerse a través de programas de promoción de la salud como parte integral del programa educativo de los centros escolares para evitar el aumento de las desigualdades nutricionales y de salud. “Las escuelas pueden promover un ambiente que fomente una alimentación saludable, pero también es importante incluir la educación nutricional en el programa de estudios, junto con la enseñanza de habilidades y actitudes”, manifiestan quienes firman el artículo. Además, plantean que es importante una perspectiva de género en el diseño de las intervenciones. “Puede contribuir a mejorar su aceptabilidad y eficacia”, puntualizan.

➡️ Sesiones o talleres familiares

En ese sentido, sostienen que también se debe proporcionar a las familias información para facilitar los cambios de hábitos y concienciar sobre la importancia de mantener una dieta saludable. Para ello, sugieren realizar sesiones o talleres familiares para empoderar a los progenitores con conocimientos prácticos de nutrición y cocina saludable: información sobre recomendaciones dietéticas o cómo incluir ingredientes saludables en las recetas favoritas de los adolescentes, por ejemplo. “Pueden ser facilitadores clave en la promoción de la alimentación saludable en el hogar, junto con la participación de los adolescentes en la elaboración de comidas y el fomento del debate familiar sobre los alimentos en la mesa”, comentan.

Además del entorno (la familia, los amigos y los centros educativos), Alícia Aguilar, Laura Esquius y Marina Bosque, profesoras de los Estudios de Ciencias de la Salud e investigadoras del grupo de investigación Epi4Health del eHealth Center de la UOC, califican de “muy relevante” estudiar las percepciones de los adolescentes e integrarlos en el proceso de diseño a través de la cocreación, como se planteó en este estudio de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) con menores de 12 a 14 años.

“Es importante reconocer cuáles son sus conocimientos, capacidades, habilidades, las oportunidades y las barreras con las que se encuentran y sus propias motivaciones para poder favorecer los cambios de comportamiento”, valoran. De ahí que también estén analizando las percepciones de la ciudadanía y las barreras y los facilitadores para el cambio hacia sistemas alimentarios saludables y sostenibles en Europa con el proyecto PLAN ‘EAT

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