Pistas para saber si tu hijo está desmotivado para estudiar
No hay que esperar a las notas de la primera evaluación para darse cuenta de que a nuestro hijo le falta motivación para estudiar. Frases como “No me apetece”, “Luego lo hago”, “Primero voy” o “De esto paso” son las típicas excusas del adolescente que prácticamente no dedica tiempo a los deberes.
Pero, sobre todo, estas conductas nos pueden indicar que el chico o chica no está motivado por los estudios:
- Está constantemente con la tableta, el móvil, el ordenador o la consola, muchas veces. Pasa horas en las redes sociales.
- No duerme lo suficiente, a pesar de que esté encerrado mucho tiempo en su habitación.
- Tiene una vida social desproporcionada: muy exagerada o muy escasa.
- Presenta cambios de humor repentinos cuando se aborda el tema de los estudios.
- Llega tarde al colegio o instituto, finge estar enfermo, se salta clases…
- Comunicación con los adultos (profesores y padres). “Es la parte más clara. La transmisión de información será desde la falta de atención, ya sea con los estudios o con cualquier tema que atañe a su vida, hasta con cargas emocionales que pueden terminar en discusiones”, señalan las psicopedagogas Leticia Diago, Carolina Pérez y Natalia Cucalón, de la Asociación Pro-Colegio de Pedagogía y Psicopedagogía de la Comunidad de Madrid (Procolped).
Por qué los adolescentes están desmotivados
Pero ¿por qué les sucede esto? Puede haber muchas causas. Estas especialistas sostienen que la falta de motivación viene porque no encuentran utilidad a lo que les enseñan y les cuesta ver la relación entre lo que estudian y sus verdaderas preocupaciones. “La adolescencia es una época clave donde el cerebro se está reacomodando y reorganizando, confluyendo procesos tan importantes como la generación de nuevas conexiones sinápticas o de poda, es decir, de deshacerse de todas aquellas conexiones que ya no son útiles para dar paso a otras nuevas. Por eso los adolescentes necesitan encontrar una utilidad y una aplicación a todo lo que hacen, ya que están consolidando las habilidades más importantes para el resto de su vida”, aclaran.
Por su parte, el psicólogo educativo Antonio Labanda, coordinador de la Sección de Psicología Educativa del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, se fija en las emociones agradables que están directamente relacionadas con la motivación y el aprendizaje. Si faltan en los alumnos, puede que estos caigan en la desmotivación:
- Curiosidad. “Es importante inculcar a los estudiantes esta emoción, investigar, ser protagonistas de su propio aprendizaje, aprender a aprender. El profesor se ve como guía no como mero instructor”, puntualiza.
- Alegría. Esta emoción implica encontrarse bien, pero también “responsabilidad y esfuerzo, pues si se consiguen las metas y los resultados, uno está satisfecho”.
- Seguridad. Son muchas las razones por las que el alumno se ve seguro. “No percibe amenazas, está bien, tiene sentido de pertenencia al colegio, la clase o la familia, cuenta con un sentido vital, una meta hacia la que quiere llegar, unos valores…”, enumera Labanda.
- Admiración. Admiramos a un futbolista, a un cantante… pero a veces no lo hacemos a quien nos enseña, no le consideramos importante, aunque a algunos maestros sí recordamos. ¿Y qué hicieron? “Los profesores deben tener a los alumnos como únicos, mirarles y decirles que les importan”, aconseja el psicólogo.
Qué hacer con un adolescente desmotivado en los estudios
De primeras, muchos progenitores optan por lo fácil cuando descubren que su vástago no quiere estudiar. Le quitan el móvil, le dejan sin entrenamiento deportivo o no le permiten salir con los amigos.
Pero los expertos no recomiendan ni castigos, ni recompensas materiales. “Dar a alguien un premio por la realización de un trabajo que tiene que hacer no tiene sentido”, recuerda Labanda. Además, está demostrado que no funcionan a largo plazo y pueden llevar a dinámicas de manipulación y dar lugar a lo contrario de lo que pretendemos. Eso sí, las frases positivas que reconozcan el esfuerzo fomentarán una mejor actitud hacia el estudio.
Y “en vez de imponer sanciones u obligaciones, ¿por qué no acordarlas? Si ellos se sienten partícipes de este proceso, será más fácil que lo cumplan. La negociación es una buena forma de motivar”, recuerdan las psicopedagogas.
Además de la negociación, se considera conveniente mucha comunicación padres-hijos, planificación y técnicas de estudio y, si se estima conveniente, una evaluación que podría diagnosticar de trastorno del aprendizaje. Estas son algunas pautas para motivar a los adolescentes a estudiar:
✅ Comunicación y acompañamiento
“Los castigos no funcionan si no hay una reflexión sobre lo que está pasando”, apunta Labanda, quien también es vocal por Madrid de la División de Psicología Educativa del Consejo General de la Psicología de España. Y para ello la comunicación con los hijos es esencial, como también lo es acompañarlos y que sientan que estamos con ellos. Se trata de entender la situación, y no imponer nuestro punto de vista: en resumen, dialogar.
✅ Establecer objetivos asumibles
Es importante saber establecer unos objetivos reales. “Tendemos a proponernos objetivos demasiado ambiciosos y difícilmente accesibles, lo que hace que nos frustremos y nos desmotivemos en el estudio. Por lo tanto, el primer paso para lograr una motivación intrínseca es aprender a marcar objetivos realistas. Si mezclamos la negociación y la comunicación, sobre qué gustos tiene nuestro hijo de cara al futuro, con objetivos a corto plazo, se podrá ir asumiendo los retos sin frustraciones ni ciertas desmotivaciones”, aconsejan desde Procolped. Y ponen un ejemplo: si ha suspendido todo, podemos empezar rebajando la exigencia y proponer aprobar las asignaturas más difíciles y estructurar el estudio de las demás de manera más relajada.
✅ Planificación
En el hogar y el colegio se debe ayudar a establecer horarios de estudios y enseñarles a planificar y organizar tiempos. Y es que si es hora de estudio-trabajo, no es hora de tener el móvil encima de la mesa. “Los ‘ruidos’ o elementos externos sobran cuando hay que prestar atención sostenida a ciertos estímulos (cuaderno, libro)”, señala el psicólogo.
✅ Evaluación para los trastornos del aprendizaje
Es esencial diferenciar entre lo que dice el adolescente, lo que quiere decir (quizás un “me da pereza” quiere decir “no lo entiendo”) y lo que demuestra. Por eso, las expertas consultadas recomiendan observar cómo hace las tareas: “Es muy iluminador, ya que nos permite identificar dónde hay dificultades y cuáles son las áreas de mayor interés y aptitud. Generalmente, lo que se nos da bien no motiva, y lo que se nos da mal nos desmotiva”.
Pero también puede ocurrir que la frase “es que es un vago” esconda dificultades de aprendizaje importantes (dislexia, TDAH), por lo que un buen diagnóstico hace que entendamos por qué tiene dificultades en sus estudios.
✅ ¿Un cambio de colegio en medio del curso?
A veces funciona. “Si el colegio no es una zona de seguridad, rutinas positivas y un lugar donde el adolescente se sienta acogido y con el que tenga algún tipo de vínculo (académico, de amistades, etc.), un cambio no tiene por qué ser malo”, señalan desde Procolped. Pero no siempre cambiar de colegio a mitad de curso es la mejor opción. “Llevas los mismos errores en tu mochila”, reconoce Labanda.
✅ Técnicas de estudio
Como detalla el equipo de Procolped, las técnicas de estudio más efectivas son:
- compresión lectora adecuada.
- extraer las ideas clave: sin un buen subrayado no es posible aplicar técnicas de estudio para organizar y memorizar la información.
- técnicas de estudio más comunes: subrayado, resúmenes, esquemas, mapas conceptuales, reglas mnemotécnicas, flashcard, palacio de Loci…
- estudiar en grupo o por parejas ayuda a comprender mejor la información.
- buena planificación y gestión del tiempo. Pueden ayudar planificadores mensuales, semanales y diarios y la técnica de Pomodoro.
Para el psicólogo educativo este último punto es uno de los más importantes, como también lo reflexionar sobre el proceso de aprendizaje y hacerse preguntas…, aunque reconoce que, como no se hace, no existe conciencia de los fallos o errores. Y pone un ejemplo: “No es tan importante suspender un examen como reflexionar qué ha ocurrido para no haber obtenido un resultado positivo (he dedicado poco tiempo, creía que era más fácil pero no lo había comprendido suficientemente), conocer los puntos fuertes y débiles, etc. Es importante tener un ‘locus de control interno’, es decir, nosotros somos los responsables de nuestros actos y no al contrario (la culpa es del profesor que me tiene manía, es que el examen es muy difícil, es que…)”.
Cómo prevenir esta situación
¿Es posible revertir las cifras que se comentaban al principio? Sí. Para prevenir estas situaciones, se recomendaba un mayor apoyo parental y una mayor satisfacción en la escuela. ¿Cómo conseguirlo?
Labanda insiste en el buen diagnóstico del orientador o psicólogo educativo del centro: “La explicación de por qué se presentan dificultades de estudio está en la evaluación psicopedagógica”. Y señala cómo deben ser los modelos educativos motivadores de los padres y madres: saber poner límites, preocuparse de los trabajos, revisarlos, no sentarse con el niño o la niña para hacer los deberes e inculcarle el principio de autonomía (según edad) y responsabilidad.
Las psicopedagogas también abogan por dejarle autonomía, lo que supone aprender a fracasar y a identificar cuándo las cosas se han estudiado bien y cuándo habría hecho falta más dedicación. Además, recomiendan:
- Evitar reforzar hábitos negativos, como quejas, ansiedad y negación para afrontar una tarea, rabietas…
- No presionar por los resultados académicos y dejarle ver que lo importante es su aprendizaje y su bienestar por encima de sus notas.
- Predicar con el ejemplo, ya que los comentarios que hacemos sobre los profesores o las materias influyen.
- Cuidado con la exigencia y la obligación.
- Crear un hábito de estudio desde pequeños: dedicar todos los días a la misma hora, un rato a la tarea escolar.
- Reforzar cada logro, aunque pueda parecer insignificante.
- Aprender a gestionar la frustración.