Usar árboles y arbustos como divisores en el jardín

Colocados de tal forma que oculten ciertas áreas del jardín, los árboles y arbustos pueden generar mayor atractivo y estimular las ganas de pasear por este espacio natural
Por EROSKI Consumer 4 de diciembre de 2003
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Los árboles y arbustos, además de formar parte del jardín al igual que otras especies, pueden también marcar los límites entre las distintas áreas que componen este espacio. En este artículo se describe el uso de árboles y arbustos como miembros y a la vez separadores en el jardín, las ventajas de que en este entorno existan desniveles y zonas ocultas para generar atractivo y la importancia de los puntos llamativos en los diferentes sectores de este medio natural.

Árboles y arbustos, miembros y separadores del jardín

Los expertos recomiendan que los jardines, ya sean grandes o pequeños, estén diseñados de tal forma que posean espacios bien diferenciados, áreas con una identidad propia que den al conjunto un cierto orden y hagan que recorrerlo sea más placentero.

Existen varias técnicas y métodos para crear estas divisiones. Una de ellas consiste en el empleo de arbustos y árboles pequeños, que cumplirán la doble función de ser parte del jardín y, además, marcar separaciones. Estas especies pueden plantarse de tal manera que conformen un seto, pero también se pueden colocar con cierta separación entre ellos. De este modo se evita que el límite sea un bloque vegetal compacto y se obtiene una línea discontinua, que deja ver el otro lado. Así, el jardín puede resultar más sugerente e invitar al visitante a proseguir el recorrido.

Desniveles y zonas ocultas para generar atractivo en el jardín

Un elemento que a menudo no se tiene demasiado en cuenta en el diseño de un jardín es el factor vertical. Es decir, se piensa en las plantas y demás elementos que se distribuirán a lo largo y ancho del terreno, pero no en cómo han de interactuar los elementos de mayor altura. Y así como dejar entrever lo que hay al otro lado resulta sugerente, también es importante ocultar algunas partes para que todo el jardín no pueda apreciarse de un solo vistazo. Para esto, el uso de árboles como divisores puede ser de gran ayuda.

Si algunas partes del jardín permanecen ocultas se estimula el interés por internarse en él y recorrerlo

Si el árbol es grande y lleva mucho tiempo instalado allí, lo idóneo es usarlo como eje vertebrador del diseño y «distribuir» el jardín a su alrededor. De este modo se puede dar a este espacio una personalidad madura, gracias a la presencia de un árbol antiguo, o bien crear contrastes entre las sensaciones que transmite ese ejemplar y las plantas nuevas de colores vivos que proliferen a su alrededor.

Otros árboles, más jóvenes y pequeños, pueden cumplir la función de dividir, pero también arbustos no muy altos, como el boj, el tejo, la adelfa y la rosa de Siria. Si se logra que estas especies oculten una parte del jardín, se estimula el llamado «factor descubrimiento», es decir, el interés por internarse en el espacio natural y recorrerlo.

Para esto no solo ayudan estos divisores, sino también otros elementos como desniveles, rampas o escaleras, esculturas, fuentes o lámparas.

Puntos llamativos en el jardín

Otro recurso para añadir belleza al jardín es incluir puntos que llamen la atención en las distintas áreas en que esté dividido. Pueden estar constituidos por plantas (uno o varios ejemplares) a las que se desee destacar por su particular belleza, sus rasgos exóticos, etc., o por otros elementos, como una escultura u otro adorno, un estanque, etc. Si este foco de atención queda oculto por un arbusto o un árbol, el factor descubrimiento se resaltará aún más.

Algunos arbustos que se pueden usar como límites en el jardín también son muy bellos y, por lo tanto, resultan en sí mismos puntos llamativos. Es el caso de la celinda (Philadelphus coronarius, también llamada celindo o filadelfo), cuyas flores blancas crecen sobre una abundante vegetación verde y desprenden un aroma dulce, parecido al del azahar. También son bonitos otros arbustos, como la lila y la forsitia.

Y merece un capítulo aparte la Buddleja davidii, llamada también “arbusto de las mariposas”. Originaria de China y Japón, esta especie se ha extendido a todo el mundo debido a la belleza de sus flores violetas y moradas y, sobre todo, a que su fragancia atrae a las mariposas (de ahí su nombre). Estos insectos se alimentan de su néctar y constituyen una atracción en sí mismos, que añaden un valor extra al jardín.

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