Si bien parecen términos similares y, guardan cierta relación entre ellos, no significan lo mismo. Mientras la presión fiscal forma parte de la división de la recaudación tributaria entre el Producto Interior Bruto, el esfuerzo fiscal afecta de manera más directa a los contribuyentes, ya que mide el peso que representa la fiscalidad en la renta per cápita de los ciudadanos. Este artículo explica las diferencias entre presión fiscal y esfuerzo fiscal.
Cada día aparecen en los medios de comunicación informaciones sobre la presión y el esfuerzo fiscal que tienen que afrontar los españoles, en concreto en un momento en que los impuestos se han elevado de manera notable para hacer frente a la crisis por la que atraviesa nuestro país. Parecen términos similares pero, si bien guardan una cierta relación entre sí, no significan lo mismo, por lo que es conveniente diferenciarlos. El primero es un reflejo del gasto del Estado, mientras que el segundo mide los impuestos que pagamos.
Una reducción de la presión fiscal no es equivalente a la disminución de impuestos
Se habla con frecuencia de la conveniencia de una reducción de la presión fiscal, pero esto no es equivalente a la disminución de impuestos, a pesar de que algunos contribuyentes así lo crean. Es el esfuerzo fiscal el que afecta más directamente en la evolución de los tributos.
Esfuerzo versus presión fiscal
Es, por tanto, necesario saber en qué consiste cada uno de los dos términos, y su influencia sobre los contribuyentes a través de una disminución o incremento de los impuestos, la forma de calcularlo y su situación en España.
Los términos
Presión fiscal:
La presión fiscal se obtiene dividiendo la recaudación tributaria entre el PIB (Producto Interior Bruto), por lo que es un dato macroeconómico que depende sobre todo de la actividad económica del país, y no tanto de la bajada o subida de impuestos.
Esfuerzo fiscal:
Asociado a la anterior, se habla del esfuerzo fiscal que sí ejerce una mayor influencia sobre los contribuyentes. En este caso se mide el peso que representa la fiscalidad en la renta per cápita de los ciudadanos, es decir, qué porcentaje de lo que se gana va destinado al pago de tributos. Por tanto, afecta más de manera directa al bolsillo de los ciudadanos. Incluye todo tipo de impuestos, desde el IRPF hasta el IVA, pasando por las cotizaciones a la Seguridad Social u otros impuestos directos.
Posición de España:
La última subida de impuestos ha generado que el esfuerzo fiscal en España se haya incrementado de manera notable: hay que hacer un mayor esfuerzo económico a través de los tributos, hay que pagar más. Así se desprende del comunicado difundido por Asefiget (Asociación Española de Asesores Fiscales y Gestores Tributarios) que incide en que las últimas subidas de impuestos han situado el esfuerzo fiscal del contribuyente en el 40%, el más elevado de la zona del euro.
Por el contrario, la presión fiscal en nuestro país se sitúa, según los últimos datos de la OCDE, en el 41%, entendida como el peso de los impuestos y las contribuciones a la Seguridad Social sobre los costes laborales.
Otra diferencia que se aprecia entre ambos términos es que la presión fiscal en España no es tan alta como en buena parte de los Estados miembros. Es decir, que si bien el esfuerzo fiscal que debemos realizar es muy elevado, no pasa lo mismo con la presión fiscal, ya que esta se mantiene por debajo de otros países de nuestro entorno comunitario y no es tan exigente, aunque haya subido en los últimos años, según constatan los más importantes organismos internacionales y entidades particulares.
El think tank “Civismo” (grupo de expertos con vocación investigadora), conformado por economistas de gran prestigio, ha señalado en un reciente estudio que los españoles trabajan una media de 184 días solo para pagar impuestos y cotizaciones sociales. En la práctica significa que tienen que dedicar medio año de su trabajo para pagar sus impuestos.
En el informe aclaran que un trabajador que gane un sueldo medio bruto de 24.400 euros al año estaría obligado a pagar 8.667 euros al Estado en concepto de impuestos, lo que equivale a 130 días de trabajo. Sin embargo, a esta cifra habría que agregarle los costos de la Seguridad Social que le son descontados de su salario efectivo (31.696 euros que son la suma de su salario bruto y las cotizaciones sociales que cubre la empresa) y que ascienden a 7.296 euros. De esta forma, de su salario total, Hacienda se embolsaría la nada despreciable cantidad de 15.963 euros al año, o lo que es lo mismo, el equivalente al 50,40% de su nómina real, que es lo que le sería descontado para afrontar con sus gastos tributarios y que se encuadraría dentro de lo que es esfuerzo fiscal.