Qué hacer ante un «crack» bursátil

El mercado permite utilizar medidas de autoprotección, entre las que destacan las órdenes "stop loss"
Por José Ignacio Recio 9 de enero de 2011
Img crack bolsa
Imagen: Lyfetime

Entre los “cracks” que pasarán a la historia por su especial virulencia destacan los del año 1929, el denominado “lunes negro” de 1987 y los registrados en 2000, 2002 y 2008 como preámbulo de la crisis económica que ha afectado a la mayoría de las economías del mundo. Se distinguen porque se sucede una reacción de pánico y miedo entre los inversores, que les induce a hacer ventas masivas de sus acciones, casi siempre por un precio inferior al de su compra. Es esencial saber qué hacer ante un “crack” bursátil, cómo protegerse para salvaguardar el capital invertido y qué estrategias emplear para salir de esta situación en las mejores condiciones posibles. Entre otras soluciones, destaca la posibilidad que ofrece el mercado de utilizar medidas de autoprotección, como las órdenes “stop-loss”.

Cómo evitar pérdidas

Las posibilidades de un derrumbe son más remotas que antes, debido a la normativa bursátil, pero pueden registrarse pequeños «terremotos» en una o varias sesiones bursátiles, que hagan caer las cotizaciones de las empresas en cifras de hasta dos dígitos. Aunque pueda no parecer mucho dinero, para un ahorrador que tenga invertido en Bolsa unos 50.000 euros, supondrá una pérdida de 5.000 euros si las bajadas alcanzan el 10%. De todos modos, gracias a los nuevos mecanismos de autodefensa creados en la renta variable, se pueden limitar las posibles pérdidas derivadas de estos fuertes movimientos bajistas.

Es posible recurrir a una serie de estrategias o pautas de actuación que atenúen los efectos de un derrumbe bursátil. Una de ellas es aplicar una orden «stop loss», que permite limitar las pérdidas potenciales.

Ante un «crack» es esencial la agilidad: hay que vender a los pocos minutos de iniciarse

Si por cualquier circunstancia no se hubiese aplicado esta orden de limitación de pérdidas y se registrara un derrumbe espectacular de la Bolsa, la agilidad al realizar las operaciones sería esencial: hay que vender a los pocos minutos de iniciarse el «crack» o proceso agudo bajista. Es una estrategia difícil de aplicar, sobre todo entre los inversores menos experimentados, aunque siempre se puede recurrir a los intermediarios financieros.

La estrategia tiene su importancia porque vender con una demora de horas, e incluso de minutos, puede hacer perder muchos euros en la operación, en función de las cantidades invertidas. El principal problema que se plantea en estas situaciones excepcionales se refiere a los valores con menor liquidez, ya que son más difíciles de vender. Los inversores pueden quedar «enganchados» de forma irremediable. No obstante, también los valores líquidos pueden experimentar este problema, ya que las órdenes de venta son mayoritarias y es difícil aplicarlas con la celeridad deseable.

La opción de no vender es solo aconsejable para inversores que puedan prescindir de sus ahorros sin mermar su economía

En caso de no haber podido operar en Bolsa por cualquier motivo y tener la necesidad de vender las acciones para limitar pérdidas, hay dos alternativas:

  • Vender lo antes posible para que las pérdidas no aumenten, incluso a costa de perder parte del dinero sobre su precio de compra.

  • No vender: aconsejable para inversores a muy largo plazo, que puedan prescindir de sus ahorros sin mermar su economía, ya que transcurridos unos años pueden obtenerse plusvalías. Es frecuente que, tras un «crack» bursátil, al cabo del tiempo los precios de las acciones empiecen a recuperarse e, incluso, superen los precios de compra.

LOS PEORES CRACKS

La pérdida de casi el 22% en el índice “S&P 500” el 19 de octubre de 1987 se mantiene como la segunda peor contracción en una sola sesión bursátil en la historia de Estados Unidos. En este ejercicio, el movimiento bajista del mencionado índice norteamericano fue del 33,5%, mientras que en el periodo que engloba desde 2000 a 2002 fue más amplio y llegó a rebasar el 40%. Habría que remontarse hasta el año 1929 para encontrar el más famoso “crack”, de trágicas repercusiones para los ahorradores de todo el mundo.

El 24 de octubre, tras una serie de ligeros descensos, llegó a generarse el primer movimiento de estas características, que terminaría por arruinar a pequeños y medianos inversores, tras descender la Bolsa hasta los dos dígitos.

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