¿Cuánto dinero se necesita?
Pese a la crisis económica, sigue habiendo emprendedores que se proponen poner en marcha un negocio. Algunos, porque tienen una fuerte vocación empresarial y creen firmemente en la viabilidad de un proyecto. En otros casos se trata de personas que han perdido su trabajo y optan por el autoempleo como forma de supervivencia profesional o mera subsistencia económica. Quien pretende montar un negocio conoce a la perfección el producto y el mercado en donde quiere trabajar. Lo que no está tan claro es que sepa de finanzas, auténtica asignatura pendiente de muchos creadores de empresa y que hay que dominar al menos en cuanto a algunos conceptos claves, tal como señala José de Jaime Eslava, en su libro “Las claves del análisis económico-financiero de la empresa”
Las dudas más habituales que surgen a la hora de montar un negocio, las preguntas decisivas suelen ser: ¿cuánto capital se necesita? ¿qué parte de este dinero se debe pedir al banco? ¿cuánto destinar a inversión y cuánto a tesorería? ¿qué instrumentos financieros se pueden utilizar en caso de necesidad? Lo primero que hay que tener claro es que no se puede intentar poner en marcha un negocio sin contar con un mínimo de capital para invertir. Por lo tanto, el primer cálculo que hay que hacer es determinar cuánto va a ser este capital mínimo.
No se puede emprender un negocio sin contar con un mínimo de capital para invertir
Los expertos recomiendan contar con un capital propio (procedente de los ahorros) que se acerque a la mitad de la inversión total necesaria. De este modo, se tendrá una empresa solvente desde el principio. Con este porcentaje, el banco percibirá que es un proyecto en el que se cree y por el que se está dispuesto a apostar parte del patrimonio, lo que hará más fácil la concesión de un crédito. Según Mario Cantalapiedra, autor del libro “Manual de Gestión Financiera para Pymes”, los bancos son un apoyo para conseguir los objetivos financieros marcados por la empresa, y cuando se acuda a ellos en busca de financiación es muy importante transmitir con claridad el destino de los fondos solicitados y disipar cualquier duda al respecto.
Falta de liquidez
Un mal cálculo de las necesidades de liquidez (el dinero necesario para satisfacer los pagos en el corto plazo) puede llegar a provocar muchos dolores de cabeza y un sinfín de problemas. ¿Qué hacer ante una situación como ésta? Los expertos recomiendan:
- Renegociar la deuda
Una estrategia habitual consiste en intentar cambiar la estructura de la deuda pasándola de corto a largo plazo. Esto se logra mediante la renegociación de préstamos con los bancos, ampliando su duración, realizando ampliaciones de capital o solicitando préstamos a largo plazo que cancelen parte de las deudas a corto plazo. Por ejemplo, se puede ampliar la hipoteca de un local comprado para la empresa, y así se obtiene además una interesante ventaja: desgravar por los intereses que se han de pagar.
- Solicitar una línea de crédito
Se trata de un producto muy usado por las pymes y los profesionales autónomos para resolver problemas puntuales de liquidez (nóminas, pagos urgentes…). Consiste en un crédito a corto plazo por el que el banco pone a su disposición la cantidad acordada en una cuenta de crédito. A partir de este momento se puede disponer de él según se vaya necesitando. Por ejemplo: si conceden una línea de crédito de 60.000 euros, se tiene tal cantidad disponible, pero no es necesario utilizarla de golpe. Así, si se emplean 20.000 euros, sólo se pagan los intereses correspondientes a dicha cantidad. Es decir, que el banco sólo cobra por el dinero que se ha utilizado.
- Gestionar pagos de clientes y proveedores
La causa principal de los desfases puntuales de liquidez que se producen en determinados momentos hay que buscarla en los desajustes entre los pagos a proveedores (gastos de la empresa) y el cobro a los clientes (ingresos del negocio). Esto es algo muy frecuente en las pequeñas empresas, ya que los clientes suelen pagar a 90 días y los proveedores acostumbran a dar un reducido margen a las pymes, que generalmente tienen poca capacidad para negociar. Para resolver este desequilibrio, se vislumbran las siguientes soluciones:
- Descuento comercial: mediante instrumentos financieros como las letras o los pagarés, existe la posibilidad de obtener por anticipado el importe de las facturas de los clientes, a cambio de unas comisiones y tipos de interés que se establecen cuando se contratan las líneas de descuento. ¿Qué significa esto? Pues que la empresa cede sus derechos sobre estos efectos al banco, que se encargará de cobrarlos a los clientes. Esta forma de financiación tiene bastantes ventajas, como la facilidad y la rapidez con la que se obtiene el efectivo (no requiere avales porque el banco ya tiene la garantía del papel). Eso sí, la entidad se reserva el derecho de estudiar uno por uno los efectos presentados y decidir cuáles descuenta y cuáles no. En caso de impago, el banco puede actuar tanto contra el librado (el cliente) como contra el librador (la empresa).
- “Factoring”: se trata de una fórmula similar al descuento comercial, pero algo más completa. Mediante el factoring se puede cobrar al contado el importe de las facturas cedidas a la entidad financiera, pero además se obtienen una serie de servicios añadidos: la gestión de cobros, la cobertura del riesgo de insolvencia, la gestión de impagados, etc. Como en el descuento comercial, hay que pagar a la entidad financiera un porcentaje del valor de las facturas, que se determina en función de la solvencia del cliente, el importe y el plazo de cobro. Su mayor inconveniente es que el tipo de interés suele ser más elevado que el del descuento comercial.
Financiar maquinaria y vehículos
Es posible que para desarrollar el negocio sea necesario adquirir maquinaria o vehículos. En este caso, ¿hay que recurrir también al crédito bancario, o existen otros productos financieros más beneficiosos? Los expertos aquí aconsejan las siguientes alternativas:
Es aconsejable para adquirir bienes empresariales que no necesiten una renovación periódica, como por ejemplo locales comerciales o mobiliario. ¿El inconveniente de esta opción? Que no es habitual que se financie el 100% del valor de compra.
Se trata de una forma de financiación a largo plazo mediante la fórmula de arrendamiento financiero. Funciona de la siguiente manera: el banco compra un bien mueble o inmueble elegido por el titular del negocio (por ejemplo, una máquina o un vehículo), y le cede a éste su uso a cambio del cobro de unas cuotas periódicas. Una vez finalizado el periodo que se ha pactado, el empresario puede tomar las siguientes decisiones: adquirir el bien, pagando una última cuota del valor residual preestablecido; renovar el contrato de arrendamiento, o no ejercer la opción de compra y entregar el bien arrendado.
En comparación con el préstamo tradicional, el principal atractivo del leasing es que tiene un mejor tratamiento fiscal, así como que permite la financiación del 100% del valor del bien. Otras características son que el tipo de interés suele ser generalmente superior y el IVA se recupera a lo largo de la vida del contrato de leasing, de forma trimestral, al deducir las cuotas pagadas mensualmente.
Este tipo de contrato de arrendamiento se utiliza sólo para adquirir bienes muebles (vehículos, por ejemplo) y sin opción de compra. Una ventaja frente a las anteriores opciones es que incluye el mantenimiento y los seguros del bien. También permite la renovación periódica de los bienes adaptándose mejor a la evolución tecnológica o las necesidades de la empresa. Una ventaja más: los bienes adquiridos bajo esta modalidad no figuran como deuda de la empresa. Esto supone tener más facilidad para conseguir nuevos créditos, al aparecer menos endeudamiento en los balances.
¿Comprar o hipotecarse?
El leasing tiene un buen tratamiento fiscal y permite la financiación del 100% del valor del bien
Al poner en marcha un negocio surge también la duda de qué hacer en caso de poseer dinero propio para comprar el local; ¿interesa pedir una hipoteca o financieramente es más rentable comprarlo? Los expertos consideran que es mejor pedir un préstamo hipotecario para financiar parte de la compra. Sólo parte. Con esta estrategia, se mantiene una buena parte de recursos propios que pueden ser muy útiles para hacer frente a los gastos habituales del negocio, o a los imprevistos que inevitablemente se presenten.
Sin embargo, para tomar la decisión definitiva conviene hacer el siguiente cálculo: ver cuál es el precio del préstamo hipotecario y las alternativas de inversión con que se cuenta en ese momento. Por ejemplo, si el precio del préstamo es del 5%, pero se tiene la posibilidad de realizar inversiones en la propia empresa con las que se puede conseguir una rentabilidad superior, es mejor recurrir a la hipoteca.
“Apalancamiento financiero”
A la mayoría de las personas que ponen en marcha un negocio, o que necesitan contar con más capital del que disponen para invertir y crecer, se les plantea la duda del nivel de deuda que se puede asumir para no poner en riesgo el futuro del proyecto. Sin dinero no se puede invertir, pero un exceso de deuda puede estrangular financieramente el negocio.
La proporción entre el capital propio y el capital prestado se denomina
El apalancamiento puede tener un efecto negativo si la rentabilidad económica en la inversión es inferior al coste del crédito
¿Y si la rentabilidad del negocio (los beneficios obtenidos) es inferior al coste del crédito? ¿Qué hay que hacer entonces? Lo primero es estudiar por qué se produce esa rentabilidad inferior. Las causas pueden ser muchas y diversas: una gestión defectuosa del negocio, una fijación incorrecta de los precios de los productos o servicios, unas ventas por debajo de lo esperado, etc. Una vez analizadas las causas, se pueden tomar las medidas adecuadas para subsanarlas. No obstante, en líneas generales, cualquier medida que reduzca los costes e incremente las ventas será positiva. Algunas de las medidas financieras que se pueden tomar son las siguientes: