La muerte del perro y las fases del duelo

Las fases que se atraviesan durante el proceso de duelo por la muerte del perro van desde: la negación, hasta la ira o la depresión
Por Carolina Pinedo 30 de enero de 2012
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Imagen: koalazymonkey

Las fases de duelo que se experimentan cuando se pierde a un ser querido se viven por cada persona de una manera distinta. Sin embargo, se pueden distinguir varias fases en el proceso de superación de la muerte del perro, que son equiparables a las que se viven con la muerte de una persona querida. Distinguirlas, aceptarlas y asumirlas ayuda a superar mejor el proceso de aceptación de la muerte del animal.

Una persona que acaba de perder a su perro puede experimentar sensaciones como: estar deprimido, inapetente, apático o triste. Sentirse de esa manera es normal y también lo es pasar por:

La «fase de negación» que se produce cuando el animal muere. No suele durar demasiado, alrededor de unos minutos u horas. Depende del grado de unión que la persona tuviera con su perro.

Una persona que acaba de perder a su perro puede experimentar sensaciones como: estar deprimido, inapetente, apático o triste
Este tipo de acontecimientos resultan duros y difíciles de asimilar, por lo que se experimenta un proceso de shock que no permite valorar ni asimilar la pérdida, porque el dolor es demasiado intenso. De esta forma, la persona puede pensar sobre la muerte de su animal: «no es cierto» o «se trata de un error».

La persona que pierde a su perro puede, según Carlos Rodríguez, veterinario, «jugar con la fantasía de que el perro va a aparecer en cualquier momento por la puerta y de que lo que ha pasado es, con seguridad, una triste equivocación».

La fase de protesta o de ira se atraviesa cuando la persona asume la muerte del perro. Entonces, como mecanismo psicológico de defensa, se produce una reacción de agresividad o de ira. Se trata de una respuesta típica de los humanos cuando les hacen daño, en este caso psíquico.

Sentimiento de culpabilidad

En esta fase se buscan responsables a quienes atacar. Se siente rabia contra las personas más cercanas de nuestro entorno. Hay personas que incluso sienten ira hacia el perro que se ha ido. ¿Por qué ha tenido que ocurrir? , se suelen preguntar las personas que pasan por este trance, explica Carlos Rodríguez, veterinario, que añade que: «en ese momento se buscan causas de la muerte y si, por algún resquicio podemos achacarlas a nuestro comportamiento, comenzará a gestarse la culpa». Se trata de ideas y sentimientos irracionales, pero normales en esta fase de «protesta o ira».

La fase de negociación

En esta fase, la persona en duelo fantasea con la idea de recuperar a su perro. Aparecen los pensamientos y fantasías como:»si hago esto, mi perro aparecerá». La persona que es religiosa acude a su Dios para encontrar consuelo y los pensamientos sobre el perro fallecido son continuos, porque los recuerdos de los momentos vividos con el animal se vuelven casi una obsesión.

En cuanto a la fase de depresión, predominan los sentimientos de tristeza, pena o decaimiento. La persona se muestra inapetente y puede tener dificultades para conciliar el sueño. Durante la fase de negociación y la de depresión, es cuando más cambian los esquemas mentales para readaptarse a la rutina de la vida diaria.

La fase de adaptación se puede comparar con la meta o el fin del duelo por la muerte del perro. Los factores que ayudan a aceptar la situación son: el dolor y el cambio de esquemas mentales que se producen. De esta manera, se consigue elaborar el duelo y encajar la pérdida en nuestra vida diaria.

La duración e intensidad del proceso de duelo varía de unas personas a otras. Depende del tipo de relación que se tuviera con el perro o de las circunstancias que han rodeado la muerte del perro. Por ejemplo, no es lo mismo una persona que tenga una gran dependencia emocional con su perro o que al animal se le haya practicado la eutanasia.

El duelo es una situación «natural, sana y necesaria para retomar una vida normalizada» explica Carlos Rodríguez, veterinario. No se trata de un mecanismo que borre la memoria de la relación con el perro, ni que evite la tristeza. El recuerdo del perro permanecerá y es inevitable sentir tristeza cuando se recuerda el momento de su muerte.

El duelo no es una enfermedad sino una experiencia vital que, en general, no requiere tratamiento, porque se supera de manera natural. Sin embargo, hay situaciones poco frecuentes en las que se produce el llamado «duelo complicado». Se trata de la incapacidad de progresar por las distintas fases el duelo que desembocan en la aceptación de la muerte del perro. En estos casos se precisa ayuda externa para superar la tristeza, que en una situación normal comprendería alrededor de los tres meses.

«Duelo adelantado»

Por otro lado, se puede producir el llamado duelo adelantado, que consiste en que la fase de duelo se inicia antes de la muerte del perro. Sucede cuando se sabe con antelación que el perro va a morir.

Una persona que acaba de perder a su perro puede experimentar sensaciones como: estar deprimido, inapetente, apático o triste
Por ejemplo, tras la detección de una larga enfermedad en que se pronostica que el perro no va a sobrevivir. Las personas no son conscientes de que durante la enfermedad del animal se atraviesan las distintas fases del duelo.

La ventaja de esta situación es que, cuando muere el perro, la persona ha tenido tiempo de atravesar alguna de las fases del duelo como: la negación, ira y negociación. Pero no hay que engañarse y pensar que no ha habido dolor por la pérdida del perro porque, aunque en otro momento, el duelo se ha atravesado de la misma manera que en circunstancias normales.

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