Así deberían cambiar las ciudades para salvarte la vida

Las urbes con una movilidad más ecológica aumentan la esperanza de vida, según varios estudios
Por Alex Fernández Muerza 5 de octubre de 2016
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Imagen: FontFont

Las ciudades pensadas para los coches hacen que sus habitantes vivan menos. Lo indica una serie de artículos científicos que también recuerda que el sedentarismo o la contaminación del aire, asociados al modo de transporte motorizado, provocan daños en la salud y considerables gastos económicos. Por ello, sus autores proponen varios cambios para conseguir unas urbes más ecológicas y, por tanto, más saludables. Este artículo señala que las ciudades quitan años de vida y dinero y apunta cómo deberían cambiar.

Las ciudades te quitan años de vida y dinero

Vivir en las ciudades quita años de vida a sus habitantes, y el coche es uno de sus principales responsables. Es una de las conclusiones más destacadas que puede deducirse de una serie de artículos publicados en fechas recientes en la revista científica The Lancet. En ellos se cuantifican los beneficios para la salud si las ciudades se volvieran más sostenibles y ofrecen varios consejos para lograrlo.

Vivir en las ciudades quita años de vida a sus habitantes, y el coche es uno de sus principales responsables
Los autores, originarios de varias universidades internacionales, recuerdan que los desarrollos urbanos de tipo extensivo, como en EE.UU. o Australia, priorizan el vehículo privado y limitan a las personas para ir a pie, en bicicleta o en transporte público en sus desplazamientos diarios. Por el contrario, diversos estudios en una amplia variedad de ciudades demuestran que las personas que viven en lugares que facilitan el ejercicio físico recorren sus calles hasta 90 minutos más a pie que en los barrios menos propicios para ello.

El uso del automóvil es generalizado, pero en algunos países ha aumentado «dramáticamente», como en Brasil, China e India, provocando la reducción de la actividad física, el incremento de la contaminación del aire y de las tasas de muerte por carretera y lesiones graves, lo que supone mayores niveles generales de enfermedades crónicas y lesiones.

Los artículos muestran con varios datos la disminución de la calidad de vida en las grandes ciudades. Entre 1980 y 2013, el sobrepeso y la obesidad, relacionadas con una alimentación inadecuada pero también con un modo de vida sedentario, han aumentado un 27,5% en los adultos de países de bajos y medianos ingresos (PBMI) y un 60% entre los jóvenes. La mortalidad prematura debido a este problema sanitario se ha incrementado entre un 45% y un 300%, en función del grado de obesidad. La contaminación atmosférica (por las emisiones de los vehículos sobre todo) causa en todo el mundo unos 5,5 millones de muertes prematuras.

Los costes económicos de estas cargas de morbilidad son altas, subrayan los investigadores. Los países, sobre todo los PBMI, destinan hasta un 5% de su Producto Interior Bruto (PIB) en gastos en salud asociados a las muertes y lesiones de carretera. La inactividad física costó a la economía mundial 67.500 millones de dólares en 2013, debido a los gastos de atención sanitaria y pérdida de productividad.

Los investigadores estudian seis ciudades con diferentes tipos de movilidad, desde Melbourne (Australia), en la que predomina el uso mayoritario del coche privado, hasta Copenhague (Dinamarca), donde la bicicleta y el transporte público tienen un peso importante.

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Imagen: The Lancet

Cómo deberían cambiar las ciudades

Los autores reclaman una serie de cambios en las urbes que lograrían «reducciones significativas en las enfermedades no transmisibles como las cardiovasculares y la diabetes, así como el aumento de la actividad física y la reducción de la contaminación». Para ello, la reducción del empleo del coche privado, a la vez que la promoción de la movilidad peatonal y ciclista, así como el transporte público, serían fundamentales.

La transformación urbanística para favorecer el transporte sostenible también es esencial. El trabajo evidencia que el tipo de movilidad determina el diseño de las ciudades. Como puede verse en la imagen de arriba, Melbourne (con cerca de cinco millones de habitantes) posee una red de carreteras en forma de cuadrícula diseñada en torno al uso predominante del transporte motorizado. Copenhague (unos 600.000 habitantes) tiene redes de carreteras dispersas que reflejan los bajos niveles de infraestructura dedicados al vehículo a motor.

Por ello, los científicos solicitan un modelo de ciudad «compacta» con tiendas y servicios a poca distancia, donde el empleo y la vivienda estén mezclados en toda la localidad, el aumento del coste del estacionamiento para los coches privados, el establecimiento de una infraestructura para caminar y montar en bicicleta de forma segura, espacios abiertos, zonas verdes y parques urbanos y un transporte público atractivo y eficaz. «Con una población mundial que podría llegar a los 10.000 millones de personas en 2050 (tres cuartas partes vivirían en ciudades), la planificación urbana debe ser parte de una solución integral para hacer frente a los resultados adversos para la salud», aseguran.

La serie de estudios también indica que dichos cambios en localidades con un uso elevado del vehículo privado podrían aumentar la siniestrabilidad de peatones y ciclistas. Por ello recomiendan acompañarlos de mejoras en las infraestructuras que separan el transporte motorizado.

Los autores creen que estos cambios son posibles en la mayoría de las urbes. Por ejemplo, en Melbourne aproximadamente el 14% de los viajes de vehículos motorizados privados son para distancias de menos de cinco kilómetros. «Varias ciudades han hecho progresos en el aumento de la movilidad peatonal y ciclista, como Londres, Estocolmo o Bogotá, pero todavía queda mucho por hacer para mejorar la salud de las ciudades», concluyen.

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