Científicos de EE.UU. descubren los orígenes evolutivos de la Rafflesia, la planta que produce la flor más grande del mundo

Creen que los parientes más cercanos de esta flor, cuyo diámetro puede medir un metro, son plantas que realizan la fotosíntesis, como la violeta o la flor de pascua
Por EROSKI Consumer 2 de febrero de 2004

Científicos estadounidenses aseguran haber resuelto el misterio de los orígenes evolutivos de la planta que produce la flor de mayor tamaño del planeta. La Rafflesia -cuyas flores pueden medir un metro de diámetro y cuyo olor es nauseabundo- proviene del grupo de plantas que incluye las flores de pascua, las violetas y las flores de la pasión. Eso al menos es lo que dicen Todd Barkman y sus colegas de la Universidad Western Michigan en la revista «Proceedings», de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. «Algunas personas habían pensado que esta planta estaba emparentada con otras flores grandes y olorososas», aseguran estos expertos.

Planta parásita

Esta planta no sólo da unas flores gigantes y de mal olor, sino que también es parásita. Aunque algunas especies tienen vestigios de hojas, no existen en ella tejidos para la fotosíntesis, ni hojas, raíces o tallos de los tipos conocidos, sino que parásita a los árboles, creciendo sobre sus raíces y alimentándose de ellas. En los bosques tropicales del sudeste de Asia, donde vive, la Rafflesia crea su hogar a partir de otra planta, pariente de la vid, tomando de ella los nutrientes que necesita para vivir.

Lo que sí se desarrolla bien es la flor, que aparece desde debajo de la tierra como una estructura gruesa, carnosa, de cinco lóbulos que pesan en total hasta 11 kilos y con una medida de hasta un metro de diámetro. Esta flor permanece abierta entre cinco y siete días, desprendiendo un olor fétido que atrae a las moscas que se alimentan de carroña, que, según descubrieron en los años 80 John Beaman, botánico y profesor emérito de la Universidad del Estado de Michigan, y su hijo Reed, de la Universidad de Yale, actúan como agentes polinizadores.

Ciencia molecular

Precisamente, John Beaman asegura que en los 20 años que ha dedicado a estudiar la Rafflesia ha estado cada vez «más perplejo» sobre sus conexiones evolutivas, por lo que considera que Barkman «ha hecho un excelente trabajo». La moderna ciencia molecular le ha servido de gran ayuda. Así, Barkman y sus colegas analizaron primero el genoma de la planta, pero el hecho de que la Rafflesia no realice la fotosíntesis -lo que implica que muchos de los genes para ello han desaparecido o se han modificado- hacía inútil la comparación con otras plantas. En su perseverancia, los investigadores encontraron un gen en el ADN mitocondrial de la Rafflesia que estaba intacto y en un estado que permitía la comparación con otras especies, llevándoles a situar a esta planta junto a las violetas, las flores de pascua y las flores de la pasión.

Asimismo, en su análisis de 95 especies de plantas, los investigadores hallaron que no hay ninguna relación cercana entre la Rafflesia y uno de los parientes que se le habían atribuido hasta ahora, otra curiosa especie parásita del sureste de Asia, la Mitrastema. Esta última entraría en el orden de las Ericales, junto a los arándanos y caquis. No obstante, Rafflesia y Mitrastema están emparentadas lejanamente, indicando que sus rasgos parásitos son el resultado de esa convergencia más que de una evolución divergente. Esta investigación demuestra además que el análisis del ADN mitocondrial puede ser una técnica más que efectiva para establecer los ancestros genéticos de estas flores y puede ser útil para el estudio de otros linajes de plantas parásitas, durante mucho tiempo desconocidos.

Barkman explica que la Rafflesia gigante no debe ser confundida con otra planta que erróneamente se dice da la mayor flor del planeta y que crece en Indonesia. Esta planta, normalmente llamada «flor de cadáver» por su hedor, no es sólo una flor, sino una gran estructura formada por diminutas flores.

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