Impresoras 3D: ventajas y desafíos para el medio ambiente

Imprimir en 3D podría reducir el impacto ambiental de la producción a gran escala o la obsolescencia prematura de los productos
Por Alex Fernández Muerza 5 de enero de 2015
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Imagen: Antonio Rubio

Crear cualquier objeto de consumo a la medida concreta de su usuario o un recambio de un producto que el fabricante ya no hace para que dure más. Estas son algunas posibilidades de las impresoras 3D, capaces de generar cualquier objeto físico diseñado en un ordenador. Gracias a ellas, el impacto ambiental del sistema de producción industrial a gran escala o la obsolescencia prematura de los aparatos, sea programada o no, podría reducirse. Este artículo explica qué son las impresoras 3D, sus ventajas y desafíos ambientales y dónde se puede encontrar una.

Qué son las impresoras 3D

Las impresoras que cualquiera puede tener en su casa sacan una copia en papel, es decir, en dos dimensiones, de cualquier archivo que se puede crear en el ordenador. Las impresoras 3D añaden una dimensión más y, con ello, una infinidad de posibilidades: cualquier objeto físico puede reproducirse. Jon Bengoetxea, director de Tumaker, una empresa que fabrica impresoras 3D, asegura que «acabamos de entrar en un proceso donde las personas llegarán a fabricar casi cualquier cosa estén donde estén y cuando lo necesiten».

Las impresoras 3D podrían reducir la sobreexplotación de materias primas y la generación de residuos
Por el momento, las impresoras 3D no son tan asequibles ni tan sencillas de utilizar como las impresoras de papel, pero ya consiguen cosas sorprendentes que hace no mucho tiempo eran impensables. Javier Bustamante es uno de los impulsores de «The Open Shoes«, una iniciativa para crear «calzado del bienestar»: el usuario obtiene mediante una impresora 3D el calzado que se adapta a la perfección a sus medidas. Bustamante subraya la idea de su potencial, desde las piezas de repuesto más diminutas a grandes producciones: «Ya hay impresoras 3D que permiten imprimir casas (en China ya se utilizan); tejidos orgánicos (en medicina se investiga el desarrollo de órganos impresos para trasplantes); prototipos industriales o, incluso, piezas de recambio (la estación espacial internacional tiene un par de ellas para sustituir piezas sin esperar a recibirlas de la Tierra)».

Ventajas y desafíos ambientales de las impresoras 3D

Las impresoras 3D pueden ofrecer diversas ventajas ambientales. Al reproducir objetos según las necesidades concretas de los usuarios, se reduce la producción en masa y, con ello, la sobreexplotación de materias primas y la generación de residuos. The Economist habla de una «Tercera Revolución Industrial» impulsada por estos aparatos. Según este semanario británico, el actual modelo deslocalizado de producir en otros países a gran escala podría dar paso a un sistema de producción local de calidad, a pequeña escala y a medida.

Sin necesidad de un nuevo cambio de modelo, el diseño y la producción industrial pueden reducir su impacto ambiental. Los prototipos se pueden imprimir en poco tiempo sin esperar meses y acertar mejor con el producto final, se pueden utilizar menos procesos y recursos, hacer productos más ligeros y modulares, realizar lotes a demanda sin acumular stocks que luego puede que acaben en la basura, etc.

El impacto ambiental del transporte de mercancías y productos también se reduce. Los productos se pueden fabricar de manera local, en especial las partes o recambios del mismo, de manera que no se tienen que encargar a fabricantes lejanos.

La obsolescencia prematura de los aparatos, sea programada o no, tiene a un enemigo en las impresoras 3D. Los productos pueden durar más si se les sustituye las piezas estropeadas y ya no hace falta comprar un producto nuevo porque el fabricante ha dejado de hacer recambios o porque conseguirlos es muy complicado. Reparar, la cuarta erre del ecologismo, es una acción que cobra cada vez más fuerza de la mano de movimientos sociales y sostenibles como los maker o los fixer.

El ecodiseño de los bienes de consumo, pensado para reducir su impacto ambiental en todas las fases productivas, podría aprovechar los sistemas de diseño 3D de manera que puedan realizarse productos más sostenibles.

Las ventajas ecológicas y económicas del consumo colaborativo se pueden adaptar a la impresión 3D. Los modelos, diseñados en un ordenador, pueden compartirse con otros usuarios. De esta forma, es posible generalizarlos, mejorarlos y adaptarlos e, incluso, imprimirlos sin necesidad de conocimientos avanzados de creación 3D.

Las impresoras 3D tienen también una serie de desafíos a los que tendrán que enfrentarse. Eduardo Paz, consultor especializado en marketing y tecnología, enumera varios de ellos, entre los que se encuentran los aspectos ambientales. Las impresoras 3D hacen un «alto consumo de energía», utilizan materiales para la fabricación de objetos con un «alto nivel contaminante» y generan una «dependencia de materiales plásticos» y, por tanto, de los combustibles fósiles y su impacto ambiental. Además, la futura generalización de estos aparatos podría suponer la fabricación de productos inútiles que generen más residuos.

Sus defensores señalan que trabajan para hacer frente a estos desafíos, con el desarrollo de modelos más eficientes en el consumo de energía y recursos o la utilización de materiales biodegradables, reutilizables y reciclables.

¿Dónde se puede encontrar una impresora 3D?

En la actualidad se puede hablar de dos grandes clases de impresoras 3D. Por un lado, se encuentran los productos muy sofisticados para diferentes sectores industriales con un alto coste. Una de las empresas que ofrecen estos servicios es ‘3D System’. Su responsable, Charles Hull, inventó en 1984 la estereolitografía, el primer método de impresión 3D.

Por otro lado, se encuentran las impresoras 3D de uso más asequible. Cada vez más empresas las distribuyen e incluso ofrecen la posibilidad de imprimir modelos 3D. Aquí pueden encontrarse modelos patentados, en su mayoría provenientes de Estados Unidos, o bien de código abierto, de manera que cualquiera puede modificarlos.

Bengoetxea explica que hay impresoras 3D «en formato kit» de entre 300 y 400 euros, pero hay que montarlas y tener unos conocimientos avanzados para usarlas. Por ello, su empresa ha desarrollado un modelo, la «Voladora V2», que vale entre 1.000 y 2.000 euros, «pero ya está lista para imprimir tras sacarlas de la caja».

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