La bioindicación se consolida como método de detección y control de la toxicidad en los ecosistemas

Esta técnica emplea organismos vivos a través de los cuales los científicos leen el tipo de contaminante y el grado de toxicidad
Por EROSKI Consumer 6 de enero de 2002

La bioindicación es una técnica de evaluación ambiental que a lo largo de los años se ha venido consolidando como método para la detección y control de la toxicidad en un determinado ecosistema. Así, desde hace dos décadas se están desarrollando métodos de bioindicación que han analizado la salud ambiental del aire, suelo y agua de los más variados entornos.

Esta técnica consiste en la utilización de organismos vivos, ya sean animales o vegetales, para medir y controlar la contaminación de un entorno determinado. Los indicadores biológicos reaccionan de una manera concreta ante ciertos agentes contaminantes, y se convierten en unos libros de instrucciones en los que los científicos leen el tipo de contaminante y el grado de toxicidad.

Pero esta herramienta sólo es útil si se asignan valores numéricos a esos efectos y modificaciones. Una de las fórmulas más empleadas es el establecimiento de máximos y mínimos, los denominados estándares.

Variedad de criterios

Una de las trabas con las que se topa la bioindicación es que cada país ha elegido su propio derrotero para elaborar los estándares. Esta variedad de criterios hace que exista un abanico infinito de valores límite que difieren en los valores absolutos, en las técnicas de medición, en las especies escogidas y en las áreas y periodos de referencia. Lo explica la responsable de Estudios de la Vegetación del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), María José Sanz, quien añade la especialización como otro de los frenos a la bioindicación.

Javier Atrio Cerezo, de la Sociedad Española de Ornitología, apunta la posibilidad de usar aves como bioindicadores de la gestión de residuos clínicos en un hospital. Muchos pájaros aprovechan en las proximidades de los centros de salud elementos similares a los que se pueden encontrar en la naturaleza. Algodones y gasas pueden sustituir la lana de las ovejas y convertirse, en ocasiones, en improvisado mobiliario para sus nidos.

La Consellería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia también se ha apuntado a la vigilancia de la contaminación a través del empleo de abejas. Estos insectos juegan un papel clave como agente polinizador de las plantas. Así, se puede detectar la presencia de insecticidas.

Estos son sólo algunos ejemplos de un método que, según Sanz, resulta acertado, debido al ahorro de tiempo y dinero. La bioindicación integra en el tiempo el flujo de contaminantes a los que se ven expuestos los organismos, mientras que los continuos análisis físicos y químicos, además de caros, sólo muestran la situación en el momento del muestreo.

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