La merluza es la especie pesquera más amenazada del Cantábrico

La anchoa, el verdel y el chicharro se encuentran dentro de los límites de seguridad biológicos
Por EROSKI Consumer 18 de mayo de 2003

La merluza, una de las especies más demandadas en el norte del país, es al mismo tiempo una de las más amenazadas del Cantábrico. Este pescado se encuentra desde hace ya varios años en situación de «riesgo de colapso» dentro de la clasificación que elaboran los especialistas en recursos pesqueros de los organismos internacionales. Expertos del Instituto Pesquero Azti, en el País Vasco, aseguran que bastaría con una ligera disminución de la presión para restaurar el equilibrio biológico.

Lorenzo Motos, responsable del departamento de Recursos Pesqueros de Azti, admite que la población de merluza no pasa por sus mejores momentos, pero asegura que los buenos rendimientos de las pesquerías en los dos últimos años demuestran que las previsiones realizadas por los organismos internacionales incurrían en cierto catastrofismo. «Los datos de evaluación que el Consejo Internacional para la Explotación del Mar (ICES) elaboró en 1998 y 1999 hicieron que se elevase la voz de alarma y se adoptasen medidas drásticas en la concesión de cuotas. El favorable comportamiento de las capturas en 2001 y 2002 -añade Motos- ha demostrado que la merluza no está tan mal y que si se consigue que determinadas flotas dejen de pescar los ejemplares más pequeños y se mejoran las medidas de control, se podría llegar a un equilibrio».

En contraste con la situación de la merluza, el estado de salud del resto de las pesquerías más significativas del Cantábrico es satisfactorio. Las poblaciones de anchoa, verdel y chicharro se encuentran dentro de los límites de seguridad biológicos. La anchoa del Golfo de Vizcaya, considerada la estrella de las pesquerías pelágicas, se considera a efectos de determinación de recursos como especie «subexplotada», es decir, que sufre una presión inferior a la que podría llegar a soportar.

Cuantificar la población de la anchoa, no obstante, es una tarea difícil debido a la brevedad de su ciclo vital -generalmente no pasa de los tres años- y a la gran influencia que ejercen en ella fenómenos ambientales como el clima. El brusco descenso que experimentaron las pesquerías de esta especie el año pasado y la mala marcha de la campaña actual han suscitado una viva preocupación en el sector. «Es una especie que tradicionalmente experimenta grandes fluctuaciones y eso justificaría que el año pasado se pescasen menos de 10.000 toneladas, frente a la media de 40.000 toneladas de los años noventa», explica el especialista de Azti.

Tampoco sobre el verdel y el chicharro, especies que cada campaña adquieren mayor importancia, se cierne amenaza alguna a corto plazo. «En general puede decirse que las poblaciones de pesquerías pelágicas están en buen estado», resume Motos.

En lo que a los túnidos se refiere, el bonito del norte, también llamado atún blanco, a efectos de cuantificación de recursos, su población se encuentra «totalmente explotada», lo que quiere decir, en palabras del técnico de Azti, que «se guarda un equilibrio entre capturas y stocks que se rompería si se incrementa la presión de las pesquerías». Más preocupante es el estado del atún rojo o cimarrón, cuya población presenta claros síntomas de sufrir una sobreexplotación.

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