Meteoritos: ¿estamos en peligro?

Los meteoritos han causado diversas catástrofes en la historia, pero las actuales profecías apocalípticas no tienen rigor científico
Por Alex Fernández Muerza 24 de mayo de 2005
Img impacto
Imagen: Wikimedia

Diversas profecías de moda señalan inminentes llegadas de grandes meteoritos o asteroides, capaces de causar una extinción masiva. Los programas científicos de observación de estos cuerpos estelares desbaratan estas predicciones apocalípticas. No obstante, los investigadores reconocen que estos cuerpos estelares han provocado grandes catástrofes en la historia del planeta y, por ello, no les quitan el ojo. Pero los meteoritos no solo se estudian por sus riesgos: ofrecen información muy valiosa sobre el origen de la vida, las explosiones de estrellas o la formación de planetas y han influido en la historia de la humanidad y en su desarrollo científico-tecnológico.

¿Qué peligro tienen los meteoritos?

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La cantidad de partículas procedentes del espacio (meteoroides) que entran en la atmósfera es considerable: se estima que unas 200.000 toneladas anuales. Sin embargo, en su mayoría son muy pequeñas, de unos pocos miligramos, y se depositan de forma suave en la atmósfera. Muchos objetos de baja consistencia se fragmentan en la atmósfera y se transforman en polvo antes de llegar al suelo, pero algunos cuerpos de dimensiones apreciables llegan a él: son los famosos meteoritos. Como término medio, en un año se ven caer una docena de ellos.

La Meteoritical Society se encarga de catalogar la caída y el descubrimiento de meteoritos a nivel profesional. Este organismo reconoce en España 23 caídas de meteoritos junto a otros cinco encontrados sin que se conozca con exactitud la fecha de caída, señala Josep M. Trigo-Rodríguez, científico titular del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC) y miembro fundador de la Red Española de Meteoritos y Bólidos que contribuyó a la recuperación de las dos últimas caídas: Villalbeto de la Peña en 2004 y Puerto Lápice en 2007.

El riesgo más grande lo representa un asteroide tipo de entre uno y dos kilómetros

Por suerte, los impactos grandes son muy poco comunes, según las estadísticas. Los meteoritos capaces de destruir una ciudad (con una energía explosiva del orden de 100 millones de toneladas de TNT), chocan apenas una vez por milenio. Destructores de regiones más amplias, con una potencia similar a 100.000 millones de toneladas de TNT, ocurren una vez cada cien milenios. Por su parte, los destructores de civilizaciones, con una potencia de uno 100 trillones de toneladas de TNT, suponen una media de una vez cada 10 millones de años. Los objetos de hasta decenas de metros de diámetro pueden ocasionar un daño local severo, pero no representan un peligro a escala global.

Los estudios han mostrado que el riesgo más grande lo representa un asteroide tipo de entre uno y dos kilómetros, con potencia devastadora similar a varias decenas de miles de millones de megatoneladas de TNT. En caso de impactar contra la Tierra, sería capaz de perturbar el clima a escala global y ocasionar una extinción masiva de seres vivos.

Algunos de estos impactos apocalípticos han sucedido hace millones de años. Uno de los más conocidos es el que se cree que provocó la extinción de los dinosaurios, hace unos 65 millones de años, al final del periodo Cretácico. Aunque el debate científico sigue en pie, la teoría más asentada se refiere a un asteroide de unos 10 km de diámetro que impactó en la península del golfo del Yucatán (México). Y hay fuertes indicios de que hace 250 millones de años desapareció en un breve espacio de tiempo el 90% de la vida marina y el 70% de la vida terrestre.

Ante este panorama, los científicos realizan búsquedas exhaustivas con telescopios para localizar posibles enemigos. Se ha descubierto ya un buen porcentaje de los denominados NEA, “Asteroides Cercanos a la Tierra”, mayores de un kilómetro de diámetro. Según los responsables del programa, ningún asteroide conocido está en curso de colisión con la Tierra. Por ello, los científicos critican los cada vez más frecuentes bulos que alertan de inminentes choques apocalípticos. Desde 2002, España cuenta con la Spaceguard Spain, integrada por científicos de diversas universidades e instituciones dedicadas al estudio y seguimiento de estos asteroides.

¿Cómo se producen los meteoritos?

En el espacio interplanetario hay multitud de partículas, denominadas meteoroides (producidas de manera principal por la degradación de asteroides y cometas), que en su periplo espacial pueden encontrarse con la Tierra. En tal caso, la masa del meteoroide se transforma en luz y calor en pocas décimas de segundo, a causa de su gran velocidad, de entre unos 11 y 72 km/s, y del brusco rozamiento con las moléculas de la estratosfera. Cuando la luminosidad del fenómeno es similar a la de las estrellas recibe el nombre de meteoro, palabra que significa “fenómeno del cielo”. Son las estrellas fugaces.

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Los meteoroides son por definición menores de diez metros, para distinguirlos de asteroides y cometas. Si sobreviven a su encuentro con la atmósfera y alcanzan la superficie del planeta en un fragmento apreciable, reciben el nombre de meteorito. El estudio de los bólidos permite conocer el origen de los meteoritos en el Sistema Solar. Desde hace 20 años se han recuperado más de 25.000 meteoritos.

La mayoría de estos meteoritos viajan por el Sistema Solar. Pueden recorrer enormes distancias, pero también se han recogido algunos procedentes de la Luna o Marte. En cuanto a su composición, hay tres clases principales: rocosos, metálicos y metalorocosos. La variedad rocosa es la más común con un 92%. Un 7% es metálico (sobre todo hierro y níquel), mientras que el 1% restante son metalorocosos. A pesar de ello, los meteoritos metálicos son los más abundantes en las colecciones, por ser más fáciles de reconocer. Algunos de los meteoritos rocosos, conocidos como condritas, son más antiguos que los propios planetas, porque se formaron antes.

Desde hace 20 años se han recuperado más de 25.000 meteoritos

Los asteroides se consideraron pequeños planetas, de ahí que los astrónomos anglosajones los llamen planetas menores. Su nombre se debe a que desde la Tierra parecen estrellas. En 1801, el astrónomo siciliano Giuseppe Piazzi descubrió el primer asteroide, Ceres: es el más grande conocido, con unos 1.000 km. de diámetro.

La mayor parte de los asteroides conocidos giran alrededor del Sol, cada tres a seis años, entre Marte y Júpiter, en el denominado Cinturón de asteroides. Algunos de ellos tienen órbitas muy excéntricas que los llevan a pasar cerca de la Tierra de vez en cuando. En esta zona del Cinturón, los asteroides se encuentran separados, en algunos casos con grandes espacios vacíos a causa de la influencia del gigante Júpiter. Por ello, se cree que las naves espaciales podrían atravesarlo sin peligro, y de hecho, media docena de sondas ya han pasado sin problemas. La gravedad de Júpiter evitó que los cuerpos presentes en el cinturón principal fuesen incapaces de agregarse para formar un planeta.

Al principio los asteroides se denominaron con personajes femeninos de la mitología griega y romana, pero pronto la Unión Astronómica Internacional optó por nombres de ciudades y países, personas famosas y otros conceptos como razas, géneros de animales y plantas. Barcelona o el Señor Spock de Star Trek han dado nombre a asteroides.

Los cometas, cuyo diámetro oscila entre pocos cientos de metros hasta decenas de kilómetros, son grandes bolas de polvo y hielo de agua, metano, amoníaco y otros compuestos volátiles, y surgieron en una zona exterior del Sistema Solar. El polvo contiene grandes cantidades de compuestos orgánicos complejos.

A diferencia de los asteroides que reflejan solo la luz solar, los cometas desarrollan grandes cabelleras cuando se acercan al Sol: al calentarse, los hielos subliman, desprenden partículas sólidas y gases y forman los diferentes tipos de cola. Cuando se alejan disminuye la emisión de gases y polvo, y la cola desaparece.

Cada año se descubren más de una decena de cometas nuevos con la ayuda de telescopios, puesto que en general son pequeños y poco luminosos. En general, la órbita de los cometas es mucho más alargada que la de los planetas, aunque hay algunos que no superan nunca la órbita de Júpiter y otros que se alejan tanto que abandonan el Sistema Solar.

Meteoritos: útiles para la Ciencia y el desarrollo tecnológico

/imgs/2011/04/asteroide01.jpgLos meteoritos ofrecen información sobre temas tan interesantes y variados como el origen de los elementos químicos, las explosiones de estrellas, la formación de planetas o el origen de la vida. Según Jordi Llorca, director del Instituto de Técnicas Energéticas de la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC), la fecha del origen de nuestro Sistema Solar, hace unos 4.560 millones de años, se ha deducido del estudio de los meteoritos más primitivos, las condritas carbonáceas. Estos objetos son residuos de los primeros procesos que tuvieron lugar en nuestro Sistema Solar.

Los científicos sugieren que los compuestos orgánicos que dieron lugar al origen de la vida en la Tierra pudieron llegar del espacio exterior en cometas y meteoritos, una vez que el planeta se había formado y enfriado lo suficiente. De ser así, este fenómeno se podría repetir en cualquier otra parte del Universo.

Los seres humanos tienen una gran similitud con la materia de los cometas

Los seres humanos tienen una gran similitud con la materia de los cometas: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno en su mayoría, elementos que fueron la esencia principal del origen de la vida sobre la Tierra.

Por otra parte, los astrónomos han identificado moléculas orgánicas y compuestos de carbono simples entre las estrellas, en nubes de gas o unidas a pequeñas partículas de polvo.

Su influencia en la Historia de la humanidad

Según el Dr. Llorca, autor del libro “Meteoritos y cráteres” (Premio de divulgación científica Humbert Torres 2003), los meteoritos han causado una gran influencia en la Historia de la humanidad de diversas maneras.

/imgs/2011/04/meteorito01.jpgLos meteoritos y los cometas se han interpretado en algunos casos como una intervención divina. El Evangelio explica que una estrella guió a los Reyes Magos a Belén. El Dr. Mark Kidger, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), explica en su libro “Estrella de Belén” que Jesús de Nazaret habría nacido unos cinco años antes de lo que dice la Biblia, y en algún día de la segunda quincena de abril.

En cuanto a la famosa estrella de Belén, se cree que pudo ser una conjunción planetaria entre Marte, Júpiter y Saturno, un cometa, una ocultación lunar o una nova (una estrella que aumenta su brillo de forma súbita). De todas formas, algunas interpretaciones teológicas consideran a los Reyes Magos un mito introducido por el evangelista Mateo.

Jesús de Nazaret habría nacido en abril y unos cinco años antes de lo que dice la Biblia

Muchos meteoritos se han idolatrado como una señal divina o como dioses en sí en todo el mundo. El joven emperador romano Marco Aurelio Antonino adoptó el nombre de Elagabalus (dios del Sol). Se autoproclamó sumo sacerdote de un culto que se convirtió en la religión oficial del imperio Romano. Sus miembros adoraban la Piedra de Emesa, que se cree era un enorme meteorito.

Los exploradores encontraron en 1808 un trozo de metal de unos 700 kilos, cerca del Río Rojo en Texas, que era adorado por los indios Pawnee. En 1853, la tribu de los Wanika, al Norte de Zanzíbar, en África Oriental, declaró como dios a un reciente meteorito, hasta que la hambruna y una masacre de los Masai volvió a sus propietarios escépticos. En 1992, docenas de rocas cayeron sobre la ciudad africana de Mbale, en Uganda. Sus habitantes recogieron del suelo algunos fragmentos y los ingirieron en polvo, en la creencia de que su dios las había enviado para curar el Sida y otras enfermedades. Por su parte, se sabe que las famosas Leónidas infundían terror, ya que el cielo parecía derrumbarse.

Los meteoritos también han servido para el desarrollo tecnológico. Los primeros herreros encontraron y utilizaron hierro proveniente de meteoritos. Diversos pueblos de la antigüedad crearon denominaciones relacionadas con este hecho para referirse al hierro: Hititas y sumerios lo llamaron “fuego del cielo”, los egipcios “rayo del cielo”, y los asirios “metal del cielo”. La daga de la tumba de Tutankhamon, del siglo XIV a.C., está compuesta en parte por níquel, un claro signo de que el material provenía de un meteorito. Los exploradores europeos descubrieron en 1818 que los Inuits del Noroeste de Groenlandia utilizaban hojas de cuchillos, puntas de arpones y herramientas de grabado fabricadas con hierro meteorítico.

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