En las últimas décadas se han detectado zonas boscosas de Europa y América con diversos síntomas de debilitamiento, hasta acabar en ocasiones con la vida de los árboles. Mientras algunos expertos han hablado de un nuevo fenómeno causado por la contaminación, otros se muestran más cautos y reclaman más investigaciones. En cualquier caso, la conservación de los bosques requiere una gestión sostenible de los mismos y la reducción del impacto causado por la actividad humana.
En las últimas décadas se han detectado zonas boscosas de Europa y América con diversos síntomas de debilitamiento, hasta acabar en ocasiones con la vida de los árboles. Mientras algunos expertos han hablado de un nuevo fenómeno causado por la contaminación, otros se muestran más cautos y reclaman más investigaciones. En cualquier caso, la conservación de los bosques requiere una gestión sostenible de los mismos y la reducción del impacto causado por la actividad humana.
El término «Waldsterben» (muerte o decadencia de los bosques) surgió en Alemania a principios de los años 80 para definir un fenómeno detectado en este país y en otros de Europa a finales de la década de los 70. Sus principales síntomas: Pérdida del vigor, decoloración y caída prematura de las hojas, regresión de las raíces y finalmente, la muerte del árbol, tras no poder hacer frente a heladas o enfermedades por la debilidad contraída.
Algunas fuentes hablan de que, a mediados de los años 80, al menos siete millones de hectáreas de bosques en quince países europeos resultaron afectadas. En Alemania, un estudio elaborado en 1985 indicó que alrededor de la mitad de sus árboles mostraban síntomas de decadencia en diferentes grados de gravedad. Otros países, como República Checa, Eslovaquia, Grecia, Gran Bretaña o Francia, así como en zonas de América del Norte, también engrosaron la lista de afectados de consideración.
Algunas fuentes hablan de que, a mediados de los 80, al menos siete millones de hectáreas de bosques en quince países europeos resultaron afectadasSegún los defensores de esta teoría, el debilitamiento y muerte de los árboles no se debería a las causas conocidas hasta entonces. Como posible explicación surgió una compleja mezcla en la que intervenían los efectos tanto de la contaminación del aire, en forma de lluvia ácida, dióxido de azufre, óxido de nitrógeno, déficit de ozono, hidrocarburos, etc., como del suelo, debido al depósito de sustancias nocivas.
En poco tiempo, comenzaron a surgir previsiones que alertaban de cantidad de daños irreparables, especialmente en algunas especies que al parecer sufrían este fenómeno con más fuerza que otras, como las coníferas, o los bosques situados en zonas altas.
Por ello, las autoridades alemanas aumentaron su presupuesto para investigar este fenómeno y poderlo combatir. Por su parte, la Comunidad Europea constituía en 1987 una Red Europea de Seguimiento de Daños en los Bosques.
Críticas a la «Waldsterben»
Sin embargo, algunos científicos se mostraron escépticos sobre este fenómeno, como Otto Kandler, botánico de la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich. Según este experto, los resultados de una década de investigaciones de los daños sufridos en los bosques nuevos de Alemania occidental no respaldan el núcleo central de la «Waldsterben».
En este sentido, los estudios han comprobado que los síntomas considerados específicos de este nuevo fenómeno no han evolucionado al mismo tiempo, detectándose alternancias de incremento de los daños en bosques y recuperación independientemente en diferentes especies y regiones e incluso en distintos árboles del mismo bosque. Asimismo, tampoco se ha podido detectar una correlación espacio-temporal entre los daños a los nuevos bosques y la contaminación aérea.
Por otra parte, las investigaciones elaboradas durante los años posteriores a la detección del problema han apuntado una mejoría general del estado de conservación de la masa forestal. Por ejemplo, la Red Europea de Seguimiento de Daños en los Bosques señalaba una ligera recuperación a mediados de los 90, si bien ha destacado que el proceso de deterioro ha repuntado con el comienzo del siglo. En 2001, los expertos de la Red incluían en la clasificación de daños a más del 20% de los árboles estudiados.
Según Kandler, el concepto de «Waldsterben» podría ser entendido como un llamamiento a la concienciación ambiental, convirtiendo el empeoramiento de las condiciones de los bosques en un símbolo del potencial destructivo del ser humano contra la naturaleza. Sin embargo, no sirve como teoría científica para explicar los problemas de los ecosistemas forestales, por lo que es necesario continuar investigando todos los síntomas, especies y lugares.
Ante la degeneración de sus recursos forestales, diversos países de la Europa Central, especialmente Alemania, han implantado un sistema de gestión forestal sostenible y natural conocido como “Dauerwald”. Su idea principal consiste en pensar en la continuidad de los bosques a largo plazo y no en la rentabilidad inmediata, tratando a los bosques como organismos que sólo pueden expresar su vigor y productividad si todas sus partes están sanas. Para ello, es necesario mejorar el clima forestal, los suelos y los bosques en sí mismos.
Entre las medidas que se llevan a cabo, se encuentran la abstención de realizar desmontes, la reducción del uso de productos químicos, la utilización de tecnologías de bajo impacto y la regeneración natural de las masas forestales irregulares, preferentemente por especies autóctonas. De esta manera, sus defensores afirman que se consiguen bosques productivos, rentables, ambientalmente estables y biológicamente diversos. Los orígenes de este concepto se remontan a finales del siglo XIX, si bien se mantuvo como un concepto marginal hasta que la “Waldsterben” llegó a la opinión pública.