Producir miel en la ciudad

La apicultura urbana se extiende en varios países como afición ecológica para recuperar a las abejas, en gran retroceso, y disfrutar de su manjar
Por Alex Fernández Muerza 18 de enero de 2010
Img colmena
Imagen: Fran GC

Miel de fabricación casera… y urbana. Cada vez más consumidores empiezan a ubicar colmenas en distintas ciudades de Reino Unido, EE.UU., Francia o Alemania. Lugares como la Casa Blanca o la Ópera de París o famosos como Scarlett Johansson se han unido a esta moda. Los seguidores de la apicultura urbana pretenden recuperar a estos animales, claves en el equilibrio natural y en peligro de desaparición, y disfrutar de su dulce manjar. Algunos expertos aseguran incluso que la miel producida en las ciudades es más sana que la del campo.

Lo mejor del campo en plena ciudad. A la tendencia de cultivar huertos o tapizar con un manto vegetal los tejados o las fachadas de los edificios, se une ahora la apicultura urbana. Sus seguidores defienden varias razones. Una de ellas es su preocupación por estos animales: en los últimos años han sufrido una drástica disminución provocada de forma directa e indirecta por el ser humano, como el excesivo uso de pesticidas, la fragmentación del hábitat, las enfermedades, la introducción de especies exóticas o el cambio climático.

El fuerte descenso de la producción apícola mundial no es el único motivo de alarma. Sin la polinización llevada a cabo por las abejas, no sería posible la mayoría de los principales cultivos de frutas, hortalizas, vegetales y plantas no cultivadas que impiden la erosión del suelo. Se estima que el 70% de los cultivos mundiales salen adelante gracias a la polinización.

Se estima que el 70% de los cultivos mundiales salen adelante gracias a la polinización

Las consecuencias de la extinción de estos animales serían devastadoras. Pero además, dejarían de producir su propia miel, un delicioso y saludable alimento lleno de importantes propiedades alimenticias. Sin olvidar el aspecto educativo y de concienciación ecológica, sobre todo entre los más pequeños, de cuidar una colmena.

Reino Unido, con un elevado número de ciudadanos que son socios de organizaciones de defensa de los animales, es uno de los países en los que más ha crecido el cultivo urbano de abejas. Desde 2008, la asociación británica de apicultura ha pasado de 3.000 a más de 15.000 socios. Esta expansión no se limita a pequeñas ciudades o pueblos de campo: Londres cuenta con una asociación de apicultores con más de 5.000 miembros, cuyas colmenas pueden verse en distintos puntos de la capital, desde patios a tejados. Por su parte, la ONG conservacionista Natural England ha mostrado un especial interés por generalizar esta práctica entre sus conciudadanos.

Abejas clandestinas

ImgEE.UU. es otro de los países que no ha podido resistirse a los dulces encantos de la apicultura de ciudad. Cada vez son más los consumidores que se animan a ubicar y mantener una colmena en su jardín o en lugares adyacentes a su casa. Algunos de sus seguidores publican en blogs sus experiencias y fotos, y hay una gran cantidad de recursos de apoyo para empezar y mantener esta afición: una revista especializada, Bee Culture; libros que explican cómo montar y cuidar una colmena en plena urbe, como The Backyard Beekeeper (El apicultor del jardín de casa); o diversos grupos de apicultores urbanos organizados de forma local gracias a Internet. La moda ha tentado incluso a algunos famosos, como la actriz Scarlett Johansson, que recibió de su compañero de profesión Samuel L. Jackson una colmena con abejas como regalo de boda.

Y ello, a pesar de que en algunas ciudades, como Nueva York, la cría de abejas es una actividad ilegal, con multas que pueden llegar a los 2.000 dólares. El Ayuntamiento de la gran manzana aprobó en 1999 una norma que prohibía el mantenimiento de animales «peligrosos», una lista que incluía cocodrilos, leones, serpientes venenosas… y abejas.

Londres cuenta con una asociación de apicultores con más de 5.000 miembros

No obstante, esta situación podría cambiar en breve. Las razones de los defensores de esta práctica parecen haber convencido a la corporación neoyorquina, que podría excluir a las abejas de dicha prohibición a partir de marzo. También parece haber ayudado la decisión del actual presidente estadounidense de ubicar en los jardines de la Casa Blanca dos colmenas, como muestra de la importancia de estos animales en la naturaleza y la producción de alimentos.

Miel de abejas de hotel

De vuelta a Europa, Francia también apuesta por atraer a las abejas a los entornos urbanos. Un programa de recuperación puesto en marcha hace más de tres años ha supuesto la instalación en París de más de 300 colmenas en todo tipo de lugares, como techos y balcones de casas, parques, centros comerciales o museos. Los visitantes de la Ópera o el Palais Garnier tienen en la búsqueda de estos animales un incentivo turístico más. En el Hotel Eiffel Park, la miel de los desayunos y postres proviene de las tres colmenas de sus instalaciones, que producen unos 150 kilos anuales.

La Asociación Francesa de Apicultores (UNAF) contribuye a la generalización de esta práctica tanto en la capital como en otras ciudades galas. Los profesionales del sector no consideran en general una competencia desleal a estos aficionados, sino más bien un apoyo para recuperar a estos animales e, incluso, una forma de lograr nuevas vocaciones de este trabajo en declive. En Alemania, varios apicultores también han colaborado para introducir su oficio en ciudades como Frankfurt, Munich o Hamburgo, donde ya viven millones de abejas.

En cuanto a la calidad de esta miel, sus consumidores pueden estar tranquilos. Un estudio de la UNAF asegura que las abejas criadas en ciudades son más sanas y productivas que en el campo. La ausencia de pesticidas y un encadenamiento de la floración más regular explicarían esta conclusión.

En los países en vías de desarrollo, la apicultura urbana puede ser mucho más que una ecológica afición. Así lo han visto en la República Democrática del Congo, que ha iniciado programas para introducir esta práctica en sus ciudades. Sus responsables creen que la miel ayudará a mejorar la alimentación de su población.

En España no hay por el momento iniciativas ciudadanas de apicultura urbana como en los citados países, pero hay algunos casos curiosos de aprovechamiento urbano de las abejas. En Córdoba, su Ayuntamiento ha decidido utilizar estos animales como bioindicadores del nivel de contaminación de esta ciudad.

Consejos para montar una colmena urbana

Los partidarios de la apicultura urbana destacan que no es difícil instalar y mantener una colmena. Ahora bien, recuerdan que, como cualquier otro ser vivo, hay que ser conscientes de que necesitan ciertos cuidados y de que hay que seguir varias recomendaciones. Siempre es adecuado leer alguna guía, contactar con un experto local e informarse en el ayuntamiento o en alguna asociación ecologista próxima sobre la práctica de esta actividad.

Antes de montar nada, es preciso conocer si hay alguna normativa que lo impida y si el vecindario es proclive a ello. La localización de la colmena es otro elemento importante. No es necesario que se encuentre al lado de la casa ni que haya grandes extensiones ajardinadas: las abejas pueden recorrer varios kilómetros en busca del néctar. Y hay que evitar lugares que puedan estar demasiado expuestos a las inclemencias meteorológicas o al vandalismo. Las abejas en sí también se pueden elegir: se recomiendan varias especies, como las italianas, las carniolas o las rusas.

En cuanto a la colmena en sí, se puede fabricar de manera artesanal con diversos materiales incluso reutilizados. El equipamiento es otro aspecto clave. Son imprescindibles una ropa gruesa, un sombrero con mallas cubierto para protegerse de posibles picaduras, y un humidificador para la recolección de la miel. Para las personas poco dadas a las manualidades o que no quieran complicarse, hay colmenas ya fabricadas. La empresa británica Omlet vende unos modelos de plástico, denominados Beehaus, por unos 530 euros. Según sus fabricantes, permiten la producción de hasta 20 kilos de miel al año. La empresa ofrece la posibilidad de comprar también en un lote el equipamiento básico y las propias abejas. Todo por unos 735 euros.

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