Una enfermedad está llevando al borde de la extinción a los olmos

Un plan de mejora genética es la única esperanza para estos árboles, según los científicos
Por EROSKI Consumer 4 de junio de 2003

La grafiosis está hiriendo de muerte a los olmos. Esta enfermedad, que es transmitida por un insecto (el escolítido) portador de un hongo, es la causa de que estos árboles estén al borde de la extinción. Este hongo provoca la obstrucción de los vasos conductores de la savia, conduciendo al árbol a una muerte rápida.

El olmo es una especie arbórea con una antigüedad de más de 30 millones de años en la Península Ibérica, pero es desde principios del siglo XX cuando hace su aparición la enfermedad y empieza su declive. Según comenta Salustiano Iglesias, director del Centro de Mejora Genética Forestal «Puerta de Hierro» de Madrid, fue en los años 20 del siglo pasado cuando se produjo el primer ataque del escolítido al olmo. «A pesar de que se trató de una cepa no agresiva o menos virulenta -explica- dio un toque muy serio a las olmedas, provocando que desaparecieran de la Península entre un 40 y un 60% de ellas».

Los árboles que resistieron llegaron a un nuevo equilibrio, pero a principios de los años 80 se produjo un brote más agresivo y las olmedas y olmos centenarios que habían sobrevivido a la primera infección «recibieron el batacazo definitivo», provocando que la gran mayoría de las olmedas, como formación arbórea, desaparecieran y sólo queden ahora olmos sueltos, salvo contadas excepciones.

Por todo el mundo

Pero el de España no es un caso aislado. Esta enfermedad se ha extendido por toda Europa y gran parte del mundo desde principios del siglo pasado a partir de dos focos, uno en Estados Unidos y otro en los países del Este de Europa, que se propagaron con las importaciones de madera. Por lo tanto, «podemos decir que el hombre ha jugado un papel fundamental como vector de la enfermedad», indica Iglesias. Las cifras hablan por sí solas: han muerto centenares de millones de árboles en todo el mundo. Y otro dato que nos acerca a la dimensión de la enfermedad es el de las publicaciones científicas: sólo dentro de lo que es la patología forestal se han elaborado más de 35.000 publicaciones sobre la materia.

Muchos de estos estudios se trataron hace unos días en la II Conferencia Internacional del Olmo, que reunió en Valsaín (Segovia) a expertos de 19 países para poner en común sus investigaciones para la mejora y conservación de esta especie. En este sentido, fueron puestos sobre la mesa algunos de los aspectos del programa de recuperación del olmo a través de técnicas de mejora genética que se está llevando a cabo en España. Este programa se inició en 1989, a partir de una colaboración entre el Ministerio de Medio Ambiente y la Universidad Politécnica de Madrid, «forzado», dice Iglesias, por el último ataque tan virulento de grafiosis. Hasta el momento, este plan ha permitido conseguir 80 ejemplares de olmo con un nivel de resistencia aceptable a la grafiosis.

Aunque el resultado parece exiguo para tantos años de trabajo, el director del Centro de Mejora Genética Forestal «Puerta de Hierro», donde se han conseguido estos ejemplares, asegura que la labor ha sido ardua y laboriosa, y todavía queda mucho por hacer para que estos ejemplares puedan ser reintroducidos en su medio natural. Así, hasta llegar a estos 80 árboles primero se ha tenido que hacer un trabajo de rastreo y localización de los ejemplares, sean o no resistentes a la grafiosis, labor en la que se ha contado con la ayuda de las comunidades a través del Comité de Recursos Genéticos Forestales. De estos ejemplares se toma el material genético y se crean bancos de conservación «ex situ» en parcelas controladas.

Reservorio genético

Esta etapa se ha hecho de tres formas: bien se controlan los vuelos de los escolítidos para conocer en qué momento es necesario fumigar y podar los ejemplares; bien se plantan en forma de seto, pues el olmo no es detectable por el escolítido cuando es pequeño, y la tercera es trasladar semillas (que no contienen el hongo) a las islas Canarias, donde no ha entrado la enfermedad, y plantarlas en parcelas de conservación. Esto significa que las islas se están convirtiendo en un reservorio genético para los olmos que luego se plantarán en la Península.

La segunda parte del plan de recuperación consiste en obtener individuos resistentes de estos bancos de conservación. Para ello se hace una selección de los árboles que aparentemente sean resistentes, en función de unos criterios de su estado sanitario, vigor, forma, etc. Es decir, «escogemos unos progenitores», señala Iglesias. Después se realizan polinizaciones controladas, de las que se obtienen semillas. Éstas se plantan y cuando los árboles tienen cuatro savias, se inocula el hongo durante dos periodos sucesivos, demostrando así si el ejemplar desarrolla o no la enfermedad.

De los 80 ejemplares con una resistencia aceptable conseguidos hasta ahora, sólo unos 20 no alcanzan el 10% de marchitamiento, otros presentan defoliación y otros están en el límite para no morirse. Por tanto, explica Iglesias, aún es pronto para saber los plazos en que ejemplares sanos y resistentes «cualitativamente y no sólo cuantitativamente» y, lo que es más importante, con una capacidad de reproducción sexual alta, puedan ser introducidos en sus zonas originales. Antes es necesario contar con una base genética más amplia y comprobar el desarrollo de los que se introduzcan en plantaciones controladas. Sin embargo, Salustiano Iglesias confía en que esto pueda ser una realidad en unos años, alejando al olmo de lo que de lo contrario sería una muerte segura.

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