¿Me compro un coche eléctrico o uno de combustible?

El automóvil eléctrico sale más caro de entrada, pues su precio no baja de los 20.000 euros, pero sus defensores aseguran que a la larga se acaba ahorrando
Por Eva San Martín 3 de enero de 2019

En España ya existen unos 40.000 vehículos eléctricos, según datos de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso del Vehículo Eléctrico (Aedive). Y su empuje crece desde hace años. Pero el combustible (gasolina y gasoil) sigue siendo la opción preferida: durante 2018 las ventas de turismos de gasolina supusieron el 57 %, frente al 37 % del diésel y al apenas 6 % de híbridos y eléctricos. Quienes se planteen cambiar de coche, estas son las claves que deben tener en cuenta antes de escoger.

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Antes de elegir un coche eléctrico o uno de combustible, los expertos recomiendan tener en cuenta el uso que se vaya a hacer del automóvil. En este sentido, si queremos un turismo para la ciudad, un vehículo eléctrico o híbrido puede ser una buena opción. Pero si la utilización será mixta, con trayectos urbanos pero también con viajes por carretera, puede ser mejor quedarse con la opción tradicional: el coche de combustible.

Coche eléctrico, opción en auge pero con retos

La demanda del turismo eléctrico crece, y las matriculaciones de este tipo de vehículos no paran de aumentar: en 2017 hubo 8.645 matriculaciones, un 82 % más que el año anterior. Entre ellos los hay eléctricos puros, que se mueven solo con batería que hay que recargar a través de la red; híbridos enchufables, que tienen un motor que funciona con carburante y otro eléctrico; y los llamados de rango extendido, con un generador de energía que marcha con carburante.

Los expertos creen que será a partir de 2020 o 2023 cuando llegue el verdadero boom de los coches eléctricos e híbridos. Aun así este tipo de vehículos todavía se enfrenta a grandes retos. Y es que, entre otros problemas, es más caro de entrada, ya que su precio no baja de 20.000 euros -solo la batería ya son casi 10.000 euros-, en caso de un nuevo modelo. Pero dicen sus defensores que, aunque el coche eléctrico implique un mayor coste inicial, a la larga compensa, ya que acaban siendo más barato de mantener y usar que uno tradicional.

También los puestos de repostaje son más bien escasos, sobre todo si se sale de una gran ciudad. Y eso que las marcas trabajan duro para llegar a tiempo y crear nuevas baterías que cada vez tienen mayor autonomía (hoy ronda entre los 250 y los 400 kilómetros, en función del modelo) y se recarguen en la mitad de tiempo, ya que la recarga actual puede implicar entre seis y ocho horas. El sector del coche eléctrico también reconoce como uno de sus puntos flojos la relativamente baja autonomía de las baterías y, sobre todo, lograr que la infraestructura de recarga se extienda a todos los puntos del territorio. Un dato clarificador: mientras que en Madrid hay 400 puntos de carga, en París hay 12.000. Y fuera de las grandes ciudades de nuestro país, los enchufes para el automóvil eléctrico son prácticamente inexistentes.

Pero para que el vehículo eléctrico avance, necesita demanda. Y, en España, hay que reconocer que aún es baja. El nivel de penetración del turismo eléctrico no llega al 0,5 %, una cifra que coloca al país a la cola de Europa occidental. Por comparar, en Noruega uno de cada cinco coches ya es eléctrico.

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No demonizar al coche tradicional

Por todo ello, los fabricantes afirman que la opción del automóvil de combustible tradicional no debería ser demonizada. Y también recomiendan no perder de vista los coches de gas, que pueden resultar más baratos, además de contaminar menos que los de gasolina o diésel.

Sin embargo, el bajón del diésel preocupa al sector y culpa de la caída, en buena parte, a la mala fama creada por las altas emisiones contaminantes de los modelos antiguos. Según cálculos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), si desaparecieran de la carretera los 400.000 coches diésel de más de 12 años que circulan, las emisiones de gases contaminantes se reducirían en un 80 %.

Aunque más allá del debate, están las normas. La Unión Europea autoriza un máximo de 168 miligramos de NOX (óxidos de nitrógeno) por kilómetro en los diésel. Un límite que, según los fabricantes, cumplen los turismos nuevos que hoy salen de sus industrias, pero que, también reconocen, incumplen los vehículos más antiguos.

Los coches diésel y gasolina están en una encrucijada. El Acuerdo de París contra el cambio climático exige una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de entre un 80 % y un 95 % para 2050. Y el foco de los gobiernos para lograrlo se ha puesto en vehículos que funcionan con combustibles fósiles. Francia ha puesto como tope 2040 para dejar de venderlos. Pero también lo han hecho otros países, entre ellos Noruega (en 2025), India (2030) y Alemania, que pretende además tener en circulación un millón de automóviles limpios para 2020.

En España, el Ministerio para la Transición Ecológica ha propuesto que los coches y vehículos comerciales de gasolina, diésel, híbridos y gas natural no se puedan vender en España a partir de 2040. Mientras tanto, algunas ciudades han tomado medidas. Madrid prohibe circular a los gasolina anteriores a 2000 y a los diésel matriculados antes de 2006. Barcelona ya ha puesto el veto a los vehículos más contaminantes los días en los que se declare un episodio de elevada polución atmosférica. También Valencia, Murcia, Córdoba y Granada tienen normas para regular el tráfico más contaminante.

¿Y qué hay del coche del híbrido y el de gas?

El coche híbrido es una categoría que engloba un cajón de sastre donde entran buena parte de las tecnologías de motor recién llegadas. Incluye a los eléctricos, pero también a los que funcionan con gas natural comprimido o gas licuado de petróleo. La clave es que combinan varias tecnologías. Por ejemplo, en el caso de los eléctricos híbridos (también llamados híbridos enchufables), alternan un módulo eléctrico con pilas más pequeñas para trayectos urbanos y un motor convencional para viajar.

Los vehículos de gas son otro de los posibles protagonistas de la movilidad sostenible, aunque sobre todo para los pesados, como camiones y autobuses. A su favor, está el precio: cuestan apenas 1.500 euros más que los diésel o de gasolina y, por tanto, resultan mucho más baratos que los eléctricos. Además, consumen menos, el combustible es más barato (en torno a 0,70 céntimos el litro, frente a los 1,25 euros de la gasolina) y reducen las emisiones. Según la Asociación Ibérica del Gas Natural para la Movilidad (Gasnam), en España circulan unos 8.400 vehículos de gas natural renovable y unos 50.000 alimentados por gas licuado de petróleo.

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