Advierten de que los «cócteles» adelgazantes pueden producir graves daños en órganos vitales

Recomiendan desconfiar de todo aquello que permita perder más de 4-5 kilos por mes
Por EROSKI Consumer 26 de noviembre de 2002

La semana pasada, la Guardia Civil desmanteló una nueva red de distribución de adelgazantes ilegales. Productos que no han sido evaluados ni autorizados por la Agencia Española del Medicamento y que, por tanto, quedan fuera de la legalidad. Además, algunos incluyen en su preparación principios activos no autorizados en España. Y se sirven de la «fórmula magistral» para incluir sustancias con fuertes efectos secundarios.

Las ampollas y los comprimidos intervenidos esta vez contenían, entre otros componentes, «derivados de anfetaminas, antidepresivos, inhibidores de la recaptación de serotonina, estimulantes del sistema nervioso central, laxantes, diuréticos, TRIAC (derivado de hormonas tiroideas que produce hipertiroidismo), extracto de placenta o de glándula hipófisis de origen animal… Y todo esto sin prospecto, sin control, sin registro alguno», indica la doctora Susana Monereo, secretaria de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.

«Algunas de las sustancias citadas se mezclan en las cápsulas, y estas mezclas son peligrosas por los efectos secundarios que pueden causar -continúa esta especialista-. Hemos detectado, entre otros, hipertiroidismo, alteraciones cardiacas (desde taquicardias hasta fibrilación auricular), cambios de carácter y en la conducta, insomnio, nerviosismo, problemas gastrointestinales y alteraciones en los electrolitos (la deficiencia de potasio puede desde provocar calambres a, de ser muy elevada su pérdida, desencadenar un accidente cardiovascular)».

Pero no es la primera intervención del año. Hace unos meses fue el Instituto Nacional de Toxicología, desde Madrid, el que analizó una partida de preparados adelgazantes que circulaba por el mercado. «Aquellas pastillas eran una mezcla de diuréticos, estimulantes tiroideos (tirotricol, que no está permitido en España), ansiolíticos, laxantes e incluso vasoconstrictores. Cada fabricante ilícito hace sus propias mezclas, pero lo que está claro es que se necesitan conocimientos técnicos para elaborarlas», comenta el doctor José Cabrera, jefe del Servicio de Información de dicho Instituto.

«La ley del Medicamento especifica claramente que no se pueden utilizar en fórmulas magistrales principios activos que no estén autorizados», señala el director de la Agencia Española del Medicamento, Fernando García Alonso. «Posteriormente, hemos puesto en marcha otras normativas, como la orden ministerial del año 97, en la que explícitamente se prohíbe elaborar esas fórmulas con anorexígenos, hormonas tiroideas, diuréticos, ansiolíticos…».

«Las fórmulas magistrales son preparados que elabora el farmacéutico por prescripción de un médico y para un paciente único», indica Rosa Lendoiro, vocal nacional de Alimentación del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos. «En la orden ministerial de 1997 se establecen los requisitos para su prescripción y dispensación. También los productos dietéticos tienen su legislación específica, mientras que los productos de parafarmacia no son medicamentos, pero precisan del consejo de un profesional cualificado». Según Lendoiro, los Colegios Profesionales sólo pueden tener conocimiento de la adquisición y utilización de principios activos que sus colegiados efectúan por las vías legales; las ilegales ya son competencia policial, «aunque está claro que el conocimiento de un episodio llevaría a la inmediata denuncia por parte del Colegio Profesional».

También hay productos legales que se utilizan para fines distintos a su indicación, como ocurre con frecuencia, por ejemplo, con los laxantes. «Está claro que si la comida transita despacio por el intestino se absorbe más. Los laxantes, al producir diarrea, no dan casi tiempo a la absorción. Por eso tomarlos en exceso puede causar desnutrición y arritmias», indica el doctor Cabrera.

A pesar de todos los controles comentados, este mercado, que funciona sobre todo con el boca a boca, florece sin demasiadas complicaciones. Lo demuestra el hecho de que Sanidad cada vez retira más productos «milagro» y otros similares de la circulación: 92 en el año 2000, 327 en 2001 y 318 en lo que va de 2002, según informó el subsecretario del Ministerio, Pablo Vázquez, en su última comparecencia parlamentaria.

Pero, ¿por qué obtienen clientela con tanta facilidad los adelgazantes inseguros? Para los expertos en la materia, es el típico caso en el que el fin justifica casi todos los medios: «Nadie quiere oír que tiene que comer menos y hacer ejercicio; que para pesar diez kilos menos hay que hacer vida de diez kilos menos. Prefieren buscar el milagro y, cuando se lo ofrecen, lo toman», dice la doctora Monereo.

«Hay que desconfiar de todo lo que permita perder más de cuatro o cinco kilos por mes. Esto es lo normal al principio, y luego, como media, por encima de los tres kilos al mes, a base de dieta, ejercicio y, en los casos necesarios, apoyo farmacológico», afirma esta especialista. Sólo existen dos medicamentos autorizados en España para tratar la obesidad. «Con estos fármacos se puede perder el 15% del peso al cabo de seis meses, y se puede mantener esa pérdida». Se trata de sibutramina (que actúa sobre los centros nerviosos que controlan el apetito) y orlistat, que impide la absorción de grasas en el intestino.

Pero la Seguridad Social no costea el tratamiento. En opinión de la doctora Monereo, esto forma parte de los fallos del sistema, que nunca ha considerado la obesidad como lo que es: una enfermedad crónica que merece atención.

Sin embargo, el adelgazamiento rápido, antes o después, resulta contraproducente. Los expertos insisten en que no se pueden hacer milagros y que, si existe una acción drástica, probablemente irá acompañada de efectos secundarios lesivos para el organismo. «Es cierto que con estas sustancias se consiguen pérdidas espectaculares, pero de agua y proteínas musculares, no de grasa, y no olvidemos que la obesidad consiste en el exceso de ésta -advierte la endocrinóloga-. Por eso se produce ese desesperante efecto rebote o yo-yo cuando dejan de consumirse, y la mayoría de las veces se recupera más grasa de la que se tenía».

«El problema es que los efectos secundarios de los que hablamos no se ven a corto plazo -añade el doctor Cabrera-. Las dosis en estas pastillas son bajas y nunca llegan al límite de la toxicidad», aunque a largo plazo descontrolan el organismo.

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