Entender los resultados de un análisis de sangre

La interpretación de los resultados de una analítica puede dar lugar a confusiones, ya que algunos valores de normalidad dependen de cada persona
Por Teresa Romanillos 18 de marzo de 2012
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Imagen: Stephen Dickter

Los análisis de sangre forman parte de los controles de salud habituales. Sin embargo, en ocasiones, interpretar los resultados se torna confuso debido a términos que se desconocen y a valores de normalidad reflejados de distintas formas. Además, hay que tener en cuenta dos aspectos: los valores de las determinaciones no siempre se expresan en las mismas unidades y las cifras de “normalidad” pueden tener pequeñas variaciones, ya que dependen del laboratorio que analice la muestra. En este artículo se describen algunas de las determinaciones que se realizan en un análisis de sangre rutinario, aunque siempre es mejor confiar en el criterio del profesional de salud antes de alarmarse ante un resultado que no se entiende. También se dan las indicaciones que se deben seguir antes de una analítica.

Análisis de las células de la sangre: el hemograma

Los tres grupos de células presentes en la sangre son: los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas. Los glóbulos rojos, también llamados hematíes o eritrocitos, son los corpúsculos (elementos) encargados de transportar el oxígeno desde los pulmones hasta todas las células del organismo. En su interior se halla la hemoglobina, que lleva el oxígeno y es la responsable del característico color rojo de la sangre.

Antes de un análisis de sangre, se recomienda no realizar ejercicio intenso, no fumar y evitar una cena copiosa

Las analíticas reflejan varios valores de los glóbulos rojos. En primer lugar, es frecuente que conste el número de hematíes, expresado en millones por milímetro cúbico, cuyos valores normales oscilan entre 4.300.000 y 5.900.000/mL. En el hemograma también se cuantifica la hemoglobina (entre 12,5 y 17gr/L), que a menudo es proporcional a los hematíes; es decir, cuando hay anemia, tanto el número de hematíes como la cifra de hemoglobina son bajos. El hematocrito es el tanto por ciento de hematíes en el volumen total de la sangre y también es un buen indicador para las anemias. Los resultados aceptables son distintos en hombres, de un 40,7% a un 50,3 %, que en mujeres, del 36,1% al 44,3%.

En el hemograma constan otros datos que resultan útiles: VCM (Volumen Corpuscular Medio, con valores entre 78 y 100 femtolitro, fL), que refleja el tamaño de los hematíes; HCM (Hemoglobina Corpuscular Media, que oscila entre 27 y 32 picogramos por célula, pg/cél), referido a la cantidad de hemoglobina de cada hematíe; y CHCM (Concentración de Hemoglobina Corpuscular Media, de 32 a 36 gm/dL), que relaciona la cantidad de hemoglobina que lleva el hematíe con su volumen.

Respecto a los glóbulos blancos o leucocitos, el hemograma refleja su cifra total (consta con la palabra «recuento», con valores normales entre 3.500 y 11.000/mL) y las diferentes clases de leucocitos (se recoge como «fórmula leucocitaria»). Los leucocitos son el pilar básico de defensa frente a los microorganismos. Hay varios tipos y cada uno de ellos se encarga de una función específica: neutrófilos, linfocitos, monocitos y eosinófilos.

El número de leucocitos aumenta en las infecciones y predomina un tipo u otro, según el tipo de microorganismos (en las infecciones bacterianas aumentan los neutrófilos y en las provocadas por virus, los linfocitos y los monocitos). Pueden disminuir en infecciones muy graves, ante enfermedades de la médula ósea o como efecto secundario de algún fármaco.

Por último, el hemograma estudia las plaquetas (130.000 y 450.000/mL), que intervienen en la formación de coágulos sanguíneos. Las enfermedades hematológicas y los trastornos hepáticos son las causas más frecuentes que alteran su número.

Estudio de la función del hígado y del riñón: bioquímica

Las determinaciones relacionadas con el riñón son la urea (valor normal: 10 y 40 mg/dl), la creatinina (entre 0.6 y 1.2 mg/dl) y el ionograma. La creatinina es una proteína muscular que circula por la sangre y que se elimina a través de la orina. Sus niveles son uno de los indicadores más precisos del funcionamiento del riñón. La urea mide también la función renal y el grado de hidratación. Aumenta en la insuficiencia renal, en estados de deshidratación y en individuos con mucha masa muscular.

Transaminasas con valores por encima de los normales denotan que hay un proceso que provoca una inflamación

Dado que una de las funciones primordiales del riñón es la eliminación de agua y de electrolitos, el estudio de la función renal se complementa con el ionograma, que determina los niveles de sodio, potasio y cloro. Estos últimos, en ocasiones, se identifican con las siglas de la tabla periódica de elementos: Na (135-146 mEq/l), K (3,5-5,0 mEq/l)y Cl (98-106 mEq/l), respectivamente.

En el apartado de la bioquímica también se estudia la función del hígado. Los valores que se muestran como GOT/ALT (valor normal entre 0 y 37 U/L ), GPT/AST (entre 0 y 41 U/L) y GGT (entre 11 y 50 U/L) corresponden a lo que de forma genérica se conoce como transaminasas. Son enzimas que se hallan en el interior de las células hepáticas. Valores por encima de los normales denotan que hay un proceso que provoca una inflamación. Estos procesos pueden ser de índole tan variada como una hepatitis (aguda o crónica) o los efectos tóxicos del alcohol o de ciertos fármacos.

La fosfatasa alcalina es otra enzima que está presente en el hígado, además de estarlo en otras zonas como el hueso, y su valor oscila entre 40 y 129 U/L. Suele elevarse en problemas de obstrucción de las vías biliares y en algunas alteraciones del hueso, como en la fase de consolidación de una fractura o en infiltraciones tumorales. A menudo, los niños tienen cifras altas de fosfatasa alcalina durante la etapa de crecimiento.

Los niveles de fosfatasas alcalinas y bilirrubina (0,2 mg/dL y 1 mg/dL) también son indicadores de la salud del hígado. La bilirrubina se forma al destruir la hemoglobina y la capta el hígado, que la elimina por la bilis. Cuando este no es capaz de metabolizarla correctamente (como ocurre en diversas hepatopatías) o cuando hay algún problema en la excreción de la bilis (como piedras en la vesícula), se detectan niveles elevados de bilirrubina. Si son importantes, ocurre un tinte amarillento de la piel, muy característico, que se conoce como ictericia.

Estudio del metabolismo: la glucosa y el colesterol

La glucosa es un azúcar (hidrato de carbono) considerado como la principal fuente de energía para las células. Sus niveles varían durante el día y son máximos en las dos horas que siguen a la ingesta y mínimos tras ayunos prolongados. Los niveles normales oscilan entre 70 milígramos por decilitro de sangre (mg/dL) y 110 mg/dL. El diagnóstico de diabetes se establece cuando hay dos determinaciones en ayunas por encima de 126 mg/dL o una por encima de 200 mg/dL, aunque sea después de una comida.

Una LDL elevada, responsable del transporte del colesterol a los tejidos, contribuye a que se deposite más colesterol en las paredes de las arterias

En el caso de que los valores de glucemia estén por encima de 100mg/dL, pero por debajo de 126mg/dL, se habla de intolerancia a la glucosa, que puede indicar un estado previo de diabetes. En estos casos, se recomienda hacer un estudio de sobrecarga de glucosa: consiste en administrar un preparado con 75 gr de glucosa y determinar la glucemia a las dos horas. Si se obtienen valores entre 140 y 199, se establece también el diagnóstico de diabetes.

Para el estudio de las grasas o lípidos, las analíticas determinan los valores del colesterol y los triglicéridos. Del colesterol se estudian sus niveles totales y algunas de sus fracciones, que se conocen como colesterol «bueno» (HDL) y colesterol «malo» (LDL). El colesterol es un elemento imprescindible para la vida, ya que es el precursor de algunas hormonas y de los ácidos biliares. Dado que es una sustancia grasa, no es soluble en el agua de la sangre y necesita una lipoproteína que la transporte. Las lipoproteínas más conocidas son la LDL y la HDL. La LDL es la responsable del transporte del colesterol a los tejidos, por lo que si es elevada, contribuye a que se deposite más colesterol en las paredes de las arterias. Por el contrario, la HDL retira el colesterol de los tejidos y, por ese motivo, se conoce de manera popular como colesterol «bueno».

La interpretación de los resultados que figuran en la analítica puede dar lugar a confusiones ya que, al contrario de lo que ocurre con la glucemia, no hay unos valores de «normalidad» que se acepten para todo el mundo, sino que están en función de cada persona y dependen de su riesgo cardiovascular. Esto significa que no se recomiendan los mismos niveles de colesterol a una persona que haya padecido un infarto que a otra joven, sana y no fumadora.

Como orientación, las personas que hayan padecido un problema cardiovascular (infarto, accidente vascular cerebral…) deben mantener el colesterol total por debajo de 200 mg/dl y la fracción LDL, entre 70-100 mg/dl (o 2,58 mmol/l). Por el contrario, si el riesgo cardiovascular es bajo, es suficiente que se mantengan niveles de LDL por debajo de 130 mg/dl. Los triglicéridos corresponden a la grasa que ingerimos con la dieta. Aumentan con las dietas ricas en grasas y en personas con sobrepeso o con ingesta alcohólica importante. Se recomiendan valores por debajo de 150 mg/dL.

PREPARARSE PARA UNA ANALÍTICA DE SANGRE
  1. Es aconsejable retrasar la analítica al menos tres semanas, si se ha padecido alguna enfermedad leve o cambios en la dieta (vacaciones, navidad…), o tres meses, en caso de cirugía o enfermedad grave.
  2. Mantener la dieta, estilo de vida y peso habitual en las dos semanas previas a la extracción.
  3. Si el motivo de la analítica es el estudio de colesterol y triglicéridos, es mejor realizar la extracción tras 12-14 horas de ayuno. También es una buena idea evitar una cena copiosa o rica en grasas la noche anterior.
  4. Evitar la realización de ejercicio físico intenso en las 24 horas previas a la extracción.
  5. No fumar en las tres horas anteriores.
  6. Para los análisis de orina, no se necesita preparación especial. La muestra idónea es la primera orina de la mañana porque representa la de toda la noche (10-12 horas) y es más probable que revele alteraciones.
  7. Antes de recoger la muestra de orina, se recomienda lavar y secar los genitales para garantizar la ausencia de microorganismos que puedan contaminarla. Por el mismo motivo, debe desecharse la primera orina y recoger a partir de la mitad del chorro miccional.
  8. En caso de que la muestra de orina o de heces se recoja en casa, es mejor conservarla en el frigorífico si se demora su traslado al laboratorio.
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