Las bases biológicas de la ludopatía

La región prefrontal del cerebro muestra menores niveles de activación en personas que presentan adicción patológica al juego
Por Kima Ganivet 27 de octubre de 2005

Registros obtenidos a través de nuevas técnicas de resonancia magnética han permitido visualizar como determinadas zonas del cerebro muestran unos niveles de activación menor en personas con adicción al juego patológico. Las imágenes son las primeras que objetivan un mecanismo adictivo.

La adicción al juego provoca, como es sabido, importantes alteraciones de la conducta que inciden negativamente en el entorno social del jugador y en su propia salud. Lo que no se había visto hasta ahora es que estas alteraciones tienen un reflejo visible en áreas específicas del cerebro. Son las zonas donde se cree que se localizan los mecanismos de recompensa, en la región prefrontal. De acuerdo con los resultados observados, a menor activación mayor sería la adicción al juego patológico.

Las claves para entender como los ludópatas van forjando una dependencia de los mecanismos de recompensa que entrañan muchos juegos y máquinas de azar las ha proporcionado un equipo liderado por Jan Reuter, de la Unidad de Terapéutica Conductista del Hospital Universitario de Hamburgo (Alemania). En un artículo publicado recientemente en Nature, los autores pudieron comprobar a través de una iconografía por resonancia magnética de gran calidad cómo reacciona el sistema mesolímbico de recompensa ante el estímulo del juego patológico. «La actividad queda reducida en los ludópatas y genera una dependencia muy similar a la de los drogadictos», escribe Reuter en Nature.

La relación de la ludopatía con una reducción de la sensibilidad en el sistema de recompensa se había sospechado con anterioridad. Pero nunca se habían obtenido imágenes que pudieran objetivarla o, lo que es lo mismo, establecer una gradación cuantitativa. Los investigadores citan «una reducción de la activación prefrontal del estriado ventral y ventromedial» que se relaciona inversamente con la gravedad de la dependencia.

Rastreando una adicción

Pese al enorme esfuerzo investigador que se ha dado internacionalmente en los dos últimos decenios, y en especial en la llamada «década del cerebro», en los años noventa, bien poco se conoce acerca de la naturaleza biológica de las adicciones. Factores biopsíquicos, familiares, sociales y ambientales se barajan como posible origen de estas enfermedades, y la adicción más estudiada, desde el punto de vista de la biogenética, es la drogadicción.

Las bases biológicas de la ludopatía se asemejan a las de adicciones a sustancias de abuso

Estudios genéticos en familias han identificado tasas de uso de sustancias psicoactivas de tres a cuatro veces mayor en gemelos monocigóticos que en gemelos dicigóticos. Sin embargo, los investigadores no han dado con ningún marcador biológico o defecto genético específico.

La única base sólida que existe en esta línea, aunque de escaso valor clínico, es la procedente de algunos estudios que apuntan a alelos asociados con variaciones en los receptores de dopamina. Según se ha visto, las variaciones pueden ser más comunes en personas dependientes de sustancias que en individuos no dependientes de las mismas.

Una hipótesis en la investigación de las dependencias ha sido hasta ahora la teoría de la estimulación psicomotriz, de forma que los mecanismos biológicos para la estimulación y para los efectos reforzadores de las sustancias o el juego serían los mismos o por lo menos tendrían elementos comunes. Este sería el caso de la activación de neuronas dopaminérgicas del sistema mesocorticolímbico.

Estas neuronas desempeñan un papel central en conductas asociadas con la alimentación, la bebida, la estimulación eléctrica cerebral, la conducta sexual o la búsqueda de sustancias y estímulos gratificantes. Concretamente las neuronas dopaminérgicas del grupo A10, cuyos cuerpos celulares se encuentran en el área tegmental ventral (ATV), se proyectan hacia diversas regiones basales del cerebro anterior, incluyendo el núcleo accumbens (NAcc), tubérculos olfatorios, corteza prefrontal y cingular anterior, el hipocampo y la amígdala.

Criterios diagnósticos

A la hora de sentar criterios diagnósticos, se considera que la característica esencial de la ludopatía o juego patológico es un comportamiento lúdico desadaptativo, persistente y recurrente, que altera la continuidad de la vida personal, familiar o profesional en ausencia de un episodio maníaco. Por otra parte, también se vincula este trastorno con la presencia de frecuentes y reiterados episodios de juego de apuestas que dominan la vida del enfermo o enferma en perjuicio de unos valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares.

En realidad, muchos investigadores y clínicos consideran el juego patológico como una adicción más, incluso como una adicción en estado puro. El juego patológico puede ser visto como un trastorno adictivo porque involucra varios aspectos de los trastornos adictivos, incluso síntomas de abstinencia. Estudios llevados a cabo con pacientes ludópatas han concluido que un 50% tiene una historia familiar con antecedentes de alcoholismo. Otras investigaciones han asociado esta dependencia a la de sustancias, y se da asimismo una elevada prevalencia de juego patológico en padres de pacientes ludópatas.

Las imágenes objetivadas por el equipo alemán que firma el artículo de Nature podrían confirmar la hipótesis de la existencia de distintas regiones cerebrales, como la amígdala y la corteza prefrontal, que intervienen como base neurobiológica de un sistema de recompensa único que responde a diversos estímulos químicos, lúdicos o de otras actividades autogratificantes.

Conexiones con la dopamina

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La Revista Alemana de Psiquiatría se hizo eco no hace mucho de un curioso ensayo firmado por un investigador ecuatoriano, Marcos Serrano-Dueñas (Servicio de Neurología del Hospital “Carlos Andrade Marín”), en el que se vinculaba el riesgo de aparición de trastornos de ludopatía en pacientes con enfermedad de Parkinson. Estos pacientes padecen a menudo depresión, ansiedad y trastornos obsesivo-compulsivos.

Serrano-Dueñas estudió a pacientes con ludopatía que tenían como rasgo común una enfermedad de Parkinson con deterioro creciente y una automedicación con fármacos dopaminérgicos. La adicción de estos pacientes no era sólo al juego, sino también a estos fármacos. Una vez instaurado un control médico, la ludopatía cesó a los pocos meses. «El trastorno de la conducta podría estar relacionado con un sistema de recompensa dopaminérgico descompensado, propio de los pacientes con adicciones estereotípicas», sugiere Serrano-Dueñas.

El investigador iberoamericano concluyó que la aparición de ludopatías en pacientes con Parkinson tiene que ver con una superestimulación de los receptores mesolímbicos de la dopamina como consecuencia de un tratamiento mal calibrado.

Se ha descrito que el área V10 de las neuronas dopaminérgicas es la responsable de las adicciones relacionadas con mecanismos de aprendizaje y recompensa. Los cuatro pacientes estudiados cumplían con los criterios de trastorno generalizado de ansiedad. «Pese a que son varias aún las hipótesis que postulan el origen de la ludopatía, parece claro que la dopamina está implicada en su etiopatología, incluso en ausencia de una dependencia farmacológica», aventura el investigador.

El artículo en cuestión trata un síndrome denominado «trastorno compulsivo de la lotería» muy propio de pacientes de edad avanzada en quienes el acceso a otras formas de juego puede verse obstaculizado o restringido, y advierte del riesgo de que estos enfermos dilapiden sus recursos en una pretendida recompensa que difícilmente van a ganar.

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