Limpiar heridas crónicas

Retirar el tejido no viable del lecho es clave para promover su curación
Por Montse Arboix 14 de mayo de 2010
Img residencia ancianos

La limpieza de todo tejido que entorpezca el proceso de curación de una lesión es de suma importancia. Además, es la manera más fácil y sencilla de evitar la multiplicación de microorganismos patógenos que pueden llegar a provocar infección. Cuanto menos tejido desvitalizado haya en el lecho de la herida, más se facilita la tarea a las células que forman parte de todo proceso de curación. Hay diversos tipos de desbridamiento y todos combinables entre sí. Su elección en las heridas crónicas depende del paciente, de su lesión y del nivel asistencial donde se halle. Por primera vez en España, se estudia la posibilidad de recurrir al método biológico, de larga historia en Reino Unido, que consiste en la utilización de larvas de un tipo específico de mosca que tiene afinidad, exclusivamente, por los restos orgánicos e inorgánicos que resultan de la destrucción de los tejidos.

Al proceso de retirada del tejido necrótico, exudado, secreciones o cuerpos extraños, es decir, todos los restos no viables, se le llama desbridamiento. Este tejido desvitalizado contiene células muertas y restos celulares debido a la destrucción de tejido sano. Su nomenclatura concreta depende de diversas características (escara, esfacelos o tejido necrótico), pero en todos los casos son un obstáculo mecánico en el proceso de curación, además de favorecer el crecimiento bacteriano, con la consiguiente infección, y aumentar el riesgo de afectación a tejidos circundantes, entre otras consecuencias.

El desbridamiento biológico se fundamenta en el uso de larvas de la mosca «Lucilia sericata», que sólo se alimentan de tejido no viable y estimulan la cicatrización. El Colegio de Cirujanos del Reino Unido recomienda este método en heridas de larga evolución, que no cicatrizan a pesar de seguir el tratamiento habitual y que desarrollan gran cantidad de tejido necrótico. Son heridas, a su vez, frecuentes en atención primaria.

Ensayo previo

Estas larvas generan enzimas que licuan el tejido no viable para ingerirlo y eliminarlo sin alterar ni modificar el tejido sano

La terapia larval se conoce desde hace años. En Europa, sólo hay dos laboratorios que se dedican al cultivo de estas larvas. Uno de ellos está ubicado en Gales, donde se usa como alternativa no quirúrgica para lesiones de distinta etiología (vasculares o por presión, pie diabético o heridas causadas por hongos), de difícil acceso y con gran cantidad de tejido necrótico. Incluso, es eficaz ante el «Staphylococcus aureus» resistente a la meticilina (SARM), un microorganismo considerado como una grave amenaza en salud pública. Las evidencias disponibles hasta ahora apuntan que la curación es hasta cinco veces más rápida frente a los tratamientos convencionales. Hasta el momento, no se han documentado ni efectos secundarios ni alergias.

Estas larvas, que se crían en laboratorio de forma regulada, elaboran potentes enzimas que licuan el tejido no viable para, después, ingerirlo y eliminarlo, sin alterar ni modificar el tejido sano. Para el proceso, es necesario que las larvas se mantengan en un ambiente adecuado -necesitan un cierto grado de humedad para realizar su labor- y que personal de enfermería cualificado realice las curas.

Los tipos de aplicación son dos: mediante un apósito con larvas que se coloca durante 72 horas y la utilización directa de éstas durante 48 horas como máximo. Mientras dura el tratamiento, el paciente puede seguir su ritmo de vida habitual. El centro de Atención Primaria Les Corts, que depende del Hospital Clínic, de Barcelona, ha iniciado un ensayo clínico para comprobar la eficacia de la terapia larval frente a tratamientos convencionales ante abundante tejido necrótico. Previamente, se ha pedido consentimiento a las autoridades sanitarias y al comité de ética de la Corporació Sanitària Clínic. Los expertos tienen previsto aplicarlo en 80 pacientes que cumplan las condiciones.

Las úlceras de presión

Desde el Grupo Nacional para el Estudio y Asesoramiento de Úlceras por Presión y Heridas Crónicas, GNEAUPP, se estima que, en la actualidad, alrededor de 90.000 personas padecen úlceras por presión (UPP) en España. Sufrir una dolencia de este tipo aumenta entre cuatro y seis veces el riesgo de fallecer, si se desarrolla a la vez una de sus complicaciones más habituales: la infección. Aunque se considera como una consecuencia inherente al proceso de envejecimiento, si se utiliza un protocolo de prevención adecuado, es factible disminuir su desarrollo en el 98% de los casos. Javier Soldevilla, director de GNEAUPP, señala que «se evitaría este sufrimiento a 120 pacientes cada día en un hospital de tamaño medio».

Además del efecto en la calidad de vida de los pacientes y de sus cuidadores, el coste del tratamiento en España supera los 600 millones de euros cada año. De ellos, 150 millones se destinan sólo a los apósitos. Las claves de la prevención son: movilización de los pacientes, utilización de superficies especiales para el manejo de la presión (colchones, cojines…), higiene y cuidado correcto de la piel (limpieza, hidratación y protección), nutrición y apoyo sanitario.

STOP A LAS ÚLCERAS

ImgImagen: GNEAUPP

El GNEAUPP tiene un largo recorrido en la demanda de prevención de las úlceras por presión en todos los niveles asistenciales. Durante este año, realiza una campaña con el lema “STOP a las úlceras por presión”, cuyo objetivo es concienciar de este problema a profesionales de la salud de todos los hospitales de España. Para ello, se han colocado carteles informativos y se ha difundido la Guía de Prevención de UPP, elaborada por la asociación de expertos europeos (EPUAP) y estadounidenses (NPUAP) de úlceras por presión. En el Manifiesto de Tarragona, propuesto a finales del pasado 2008 en su último Simposio Nacional, ya apelaban a este derecho y, hasta la fecha, lo han rubricado centenares de profesionales.

Esta campaña también intenta ser un ruego a familiares de pacientes en riesgo y a los ciudadanos en general, para que no se consideren como un problema menor, un afecto adverso o un problema inevitable a la asistencia sanitaria, porque no es cierto. También insisten en que se exija a las instituciones la puesta en marcha de todos los mecanismos necesarios para prevenirlas desde el inicio de la atención del paciente, con la misma eficacia que se realizan otras intervenciones más mediáticas para la comunidad sanitaria y la sociedad, o en grupos de población más relevantes que los sufridores habituales, como son ancianos o lesionados medulares, entre otros. Además, recuerdan que, si se utilizan los recursos adecuados, la mayoría son evitables.

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