Estos son los mitos más extendidos sobre el suicidio

Prevenir el suicidio es posible: hablar sobre el tema, no caer en falsos mitos y saber eliminar peligros es clave para evitar este desenlace
Por Verónica Palomo 15 de enero de 2024
mitos sobre el suicidio
La sociedad está plagada de numerosos conceptos erróneos sobre la conducta suicida en los que es relativamente fácil caer. Son frases hechas que han ido arraigándose a través de los años, sin ninguna razón científica detrás de ellas, pero que, al final, tras mucho repetirlas, se han convertido en casi verdad. Pero no lo son. Es más, estos mitos no ayudan en nada a la persona o a sus familiares y entorpecen la prevención del suicidio.

Ideas falsas sobre el suicidio que no ayudan

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Imagen: Kindel Media

“Quien quiere quitarse la vida, al final lo consigue. No hay nada que se pueda hacer”

Esta frase escuchada hasta la saciedad es muy ambigua. “Nunca se llega a saber del todo si esa persona, cansada de vivir, terminará suicidándose, pero desde luego si no se le ofrece asistencia siempre tendrá más papeletas a la hora de consumar el acto. Actualmente, la intención de toda la sociedad (no solo instituciones) es prevenir con la asistencia psicológica, desde donde vamos a intentar siempre frenar la impulsividad y la conducta suicida”, explica Jesús Padilla, miembro del equipo psicológico de la Asociación Aragonesa de Suicidio y Conducta Autolesiva (LIANA).

“Justo ahora que parecía estar tan bien”

Hay veces que el entorno de la persona que comete el acto lo puede, en cierta medida, llegar a esperar, porque ya lo había dejado claro de forma verbal o ya lo ha intentado más veces. Pero en otros casos, esta decisión ha sido sorprendente y por completo inesperada porque la persona parecía estar anímicamente bien.

“Hay personas que han tenido mucho sufrimiento psíquico y cuando ya han tomado la decisión internamente es muy frecuente que se observe un periodo de calma, paz y tranquilidad en ellas antes del suicidio, algo que suele despistar a las familias”, indica Rocío López Diago, psicóloga clínica del centro de salud mental Jaime Vera de Coslada (Madrid).

“Hablar del suicidio le animará más a hacerlo”

“Te estoy viendo mal. ¿Cómo estás, qué te ocurre? Una persona quizá no vaya a decir directamente que tiene pensamientos suicidas, pero si vemos que un amigo, un familiar o un compañero de trabajo está pasando una crisis y menciona que no se encuentra bien, hay que intervenir”, explica Padilla.

Como familiares, amigos o parte de la sociedad, tenemos una responsabilidad y está demostrado que preguntar a una persona sobre la presencia o no de pensamientos suicidas disminuye el riesgo de hacerlo, ya que calma y tranquiliza.

¿Cómo se hace? “Escuchando, apoyando y validando sus emociones. Expresando nuestra preocupación por ellos, preguntando por lo que le angustia e incluso directamente si ha pensado en el suicidio. A partir de ahí, si lo reconoce, será mucho más fácil ayudarle”, cuenta Padilla. Nunca hay que dejar el asunto y pensar que está pasando por una mala racha y que ya se le pasará.

“La gente que verdaderamente lo hace, no lo avisa”

Según datos de la Sociedad Española de Suicidología, el 18 % de los pacientes que se quitó la vida había acudido a su médico de atención primaria ese mismo día, un 66 % lo había hecho durante el último mes y hasta un 75 % en los últimos tres meses. Estas visitas indican la necesidad que tenían estas personas de compartir lo que estaban sintiendo.

Además de esta estadística, los especialistas han observado que después de un suicidio ya consumado, en un altísimo porcentaje (más del 90 %) lo había verbalizado. Habían mostrado sentimientos de desesperanza, con expresiones como que “la vida no merecía la pena”, que “no le veían sentido a seguir viviendo” o directamente “no quiero vivir”.

“Lo hace para llamar la atención”

Esta frase resuena con más fuerza en las consultas del psicólogo cuando el paciente es un adolescente. “Muchas familias vienen a consulta diciendo que el intento de suicidio de su hijo o hija ha sido porque quiere llamar la atención. Lo primero que les digo es que querer llamar la atención no es nada malo. Es más, es sano. Todos somos animales sociales y necesitamos de los otros, sentir que estamos vinculados y que tenemos una red social», relata la especialista.

«El problema está en que para llamar la atención haya tenido que hacer eso, dañándose a él y a su entorno. Un intento de suicidio debe interpretarse como un grito de ayuda. No es justo simplificarlo como una llamada de atención y hay que poder llegar al sufrimiento que hay debajo”, añade.

La psicóloga no rechaza tampoco la posibilidad de que una persona lo haga verdaderamente para llamar la atención. “Pero si es así, algo va mal. Esa persona va a necesitar habilidades para ser capaz de pedir ayuda sin hacerse daño y relacionarse con sus iguales sin la amenaza de por medio”, concluye.

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